JULIO 2022
(ingresos)
EL CLUB DE LOS NARRADORES
VISITANTES
Tres cuentos de “Pequeña música nocturna” y el prólogo de Mercedes Estramil
Ocho años antes hubo un libro en edición mimeógrafo, pero fue a los 35 años que el nombre y la prosa de Guillermo Álvarez Castro se hicieron conocer. Con la novela “Canción de Severino”, ganó en 1985 el concurso de la 26 Feria Nacional de Libros y Grabados. La esquina de Rivera y Bulevar -antigua casona de Baldomir- era una fiesta aquel mes de diciembre y estábamos todos en la primera Feria después de los años verdes; euforia manifiesta por la salida negociada de una pesadilla colectiva, había avidez por leer las novedades y negociar artesanías, se veían rostros marcados de todos los horizontes, en tanto circulaba cierta inquietante extrañeza. Los dedos sonaban como nuevos dentro del cubilete, había que hacer cola en el despacho de bebidas, se hacían planes para el verano del 86 y maliciábamos que otras aguas bajaban turbias: nada sería como antes.
Después de esa salida ganadora, Guillermo siguió escribiendo cuando sentía que tenía algo para decir y como buen escritor uruguayo fue publicando salteado; igual tiene algunos logros codiciados a destacar. Emulando a los admirados Spencer Tracy, Gary Cooper y Marlon Brando que recibieron dos veces la estatuilla Oscar, él ganó dos veces el premio de lectores de Banda Oriental. Primero en 2008 y más cerca de nosotros en el año 2021 con “Pequeña música nocturna”, de dónde provienen los relatos presentados en La Coquette; de paso, agradecemos a la gente de la calle Gaboto la autorización a reproducir los textos. Ese concurso siempre renovado, sigue siendo la mejor oportunidad para darse a conocer que tenemos los escritores uruguayos, desde el año 1969 cuando Omar Prego Gadea ganó el primer llamado con “Los dientes del viento”
Del libro casi todo está dicho en el estupendo prólogo de Mercedes Estramil, cuya empatía de tertuliana de los lunes se asocia a una mirada crítica certera -dueña versada en ardides narrativos- sobre la tribu familiar desmembrada y la perpleja vanidad masculina cuando acechan los cuarteles de invierno: “Quedarse en la puerta, por ejemplo, que el libro retrata el mundo de los afectos, dividido acaso en tres o cuatro categorías: las relaciones de pareja, la relación abuelo – nieto, padres – hijos, y quizá (allá al fondo) un bestiario que reclama simbólicamente su lugar en el corazón de los protagonistas, animales también, cargados de instinto.” Es así en los tres cuentos seleccionados, donde vemos obrando la dialéctica de la Historia pasando por encima de seres malogrados, criaturas indefensas a la intemperie en medio del temporal. Hoy un juramento y mañana una traición ya no sólo entre estudiantes, mujeres que se buscan a tientas y rescoldos varoniles en peones rurales, el picado entre un clone mancado de Lev Yashin y el abuelo del Nico que nunca pudo ser Pedro Virgilio Rocha, una excursión al norte de Comala para abrir los portales acuáticos al más allá.
Hay algo en el conjunto del tango “Desencuentro” cantado por Elba Berón, como también puede leerse en la novela “Amparo y el galope de los caballos muertos” (2020): “Cuando Sánchez fue detenido por primera vez, los tatuajes eran propios de marinos -anclas, nombres de mujer- o la gente del bajo o de la cárcel, no de mujeres como aquella.” Quienes tuvimos la felicidad de leer su novela “Celebración”, podemos agregar algunas pistas explotables sin confirmación oficial. Se dice o comenta sin levantar la voz, que tiene Guillermo algo de bohemio por el lado Montevideo Wanderers, lecturas fundadoras de “El hijo” de Horacio Quiroga, una poética del árbol traslúcido in progress, desembarcó en la capital el año 55 por el lado de Punta de las Carretas, pasó la educación sentimental entre parientas, vecinas y comadres, como Carlos Lyra tiene influencia del jazz sublimando el cometa Cab Calloway en los carnavales de 1951. La infancia era el paraíso perdido pues nadie estaba muerto, con los libros de otros aventureros escritores uno puede armar su propia memoria viva escuchando baladas de Frankie Laine y toda familia tiene su buhardilla de secretos que huelen como Dinamarca. Fue así, porque los porrazos del aprendizaje sucedieron entre Maracaná y la revolución cubana, la caída de Perón en la plaza de Mayo y el Partido Nacional llegando al poder, el estreno de “A la hora señalada” de 1954 y las inundaciones del río Uruguay. Fueron años de cercos y glicinas, de Grimoldi la marca del medio punto, del gallego Walter Taibo bajo los tres palos, La Mañana y El Diario voceados en veredas de la calle Ellauri y Dogomar con 24 abriles, subiendo al ring del Luna Park a fajarse con el moreno Archie Moore. ¿Fue en 1949 que se fundó El Galpón?
LOS RÍOS FICTICIOS
HAGAN DE CUENTA QUE ESTOY MUERTO
“Osvaldo Molinari & Asociados” Capítulo VII a Capítulo XI
LIBRERÍA LAS NUBES
Pablo Silva Olazábal
Discurso ante la Academia
Ficha 7
“La vida amorosa de Telonius Monk”
El pasado 15 de junio la Academia Nacional de Letras otorgó al programa radial La Máquina de Pensar (Radio Cultura 1290AM) el Premio Día Nacional del Libro, una distinción que se brinda desde 2007 a los defensores del libro y que ha premiado a personalidades como Nancy Bacelo, Heber Raviolo o Eduardo Galeano. El siguiente es el discurso de aceptación que leyó Pablo Silva Olazábal.
Una conversación colectiva y secreta
Sr. Presidente de la Academia Nacional de Letras, Señores Académicos, Señoras y Señores, amigos y familiares
Es para mí un honor estar hoy en esta casa, que me gusta pensar es del pensamiento, y mucho más por este motivo. No sé si La Máquina de Pensar se merece este premio, pero sí sé que, en nombre del equipo que hacemos el programa, que me pone muy contento recibirlo. En estos días no han parado de llegar saludos y cariños de mucha gente, incluso desde fuera del país, y no todos uruguayos. Es una señal, pienso yo, de la importancia que tiene la Academia Nacional de Letras.
Hace unas semanas, en España, en una terraza de Parque del Oeste, bajo el calor de la primavera de Madrid, el poeta Jordi Doce me decía algo que comparto: la literatura es una conversación; una conversación que el libro mantiene no solo con el lector sino con todo el sistema literario: críticos, comentaristas, editores, académicos, periodistas, libreros, docentes, estudiantes y un largo etcétera. Hace unos días Roberto Appratto agregaba que antes de esa conversación hay un diálogo previo, y es el que el autor mantiene consigo mismo, o con la obra, mientras la escribe o intenta escribirla. La circulación de los libros es entonces eso: una conversación colectiva y secreta que se produce la mayor parte de las veces en silencio, o en círculos restringidos, pero que es necesaria no solo para la buena salud de literatura, sino también para toda la sociedad en su conjunto. Si perdemos de vista que los graves problemas de seguridad ciudadana que hoy atraviesa nuestro país tienen bases culturales y por tanto son (también) un problema cultural que debe ser encarado culturalmente, es difícil que logremos avanzar en soluciones significativas. Los libros, más allá de su calidad, representan la complejidad y la violencia siempre es lo contrario, el atajo y la simplificación brutal. El libro brinda esa complejidad porque es un soporte y una tecnología que exige un esfuerzo cognitivo especial del lector. Frente a él hay que tener un papel más activo que, por ejemplo, cuando estamos frente a una pantalla. No es lo mismo recibir una bella imagen con una exquisita banda sonora que crearla en el silencio mental más absoluto y con los únicos recursos que tenemos dentro del teatro de nuestra mente, todo esto partiendo solo de signos, de letras, de palabras. Se requiere un esfuerzo, claro, y es necesaria una disposición, incluso una actitud corporal. Cuesta más, pero por eso mismo la recompensa puede ser mayor: la imagen que logramos es única y nuestra porque es personal.
Estamos en momentos de profundos cambios civilizatorios donde, siguiendo la frase célebre del siglo XIX, todo lo sólido parece desvanecerse en el aire. Todo está en cuestión. En un libro reciente que el pensador español Jesús García Cívico me obsequió en Valencia, se cita al gran crítico George Steiner, quien en el año 2001 sostuvo, en un curso de Harvard, lo siguiente: “yo describiría nuestra época como la era de la irreverencia. (…) La admiración, y mucho más la veneración, se ha quedado anticuada. Somos adictos a la envidia, a la denigración, a la nivelación por abajo”. No sé si suscribo estas palabras tan duras de Steiner, pero el panorama que describe el libro de García Cívico parece claro: hay relativismo extremo, crisis de autoridad y declive de las jerarquías tradicionales que están dando paso a una nueva horizontalidad, donde (sic) “los sentimientos se exacerban y no solo preceden a las razones sino que también las sustituyen”.
Por cierto, el libro se llama Ficciones, las justas (Ed. Contrabando) y aborda distintos aspectos de la cultura de la cancelación; en él se cita el caso de Edison Cavani y se hace especial mención a la intervención que realizó en su momento la Academia Nacional de Letras sobre este tema, aclarando que “negrito” no es, en el contexto uruguayo, una palabra racista (el amigo aludido por Cavani ni siquiera era negro). Jordi Doce me comentaba en esa charla que otra clase de atajos ha empezado a aparecer en el mundo del libro, increíblemente en el ámbito de la poesía, y que proviene de las cada vez más poderosas redes sociales (que son, hay que tenerlo presente, un instrumento, un medio, y no el eje del mal). Mencionó varios ejemplos de España donde poetas han ganado concursos gracias a que cuentan con centenares de miles de seguidores en las redes. (El premio Espasa de poesía 2020 fue para un poeta venezolano que tiene casi 800.000 seguidores en Twitter).
Pienso que esto de por sí no es malo, son otros sitios desde donde crear y difundir poesía, pero siempre y cuando se continúe, aunque sea desde otro lado, la conversación que el libro mantiene con el sistema literario para su circulación y asimilación social. El peligro puede aparecer si el autor cree que puede sustituir esa charla hablando directamente con los lectores. Es algo parecido a lo que afirman los líderes populistas, cuando sostienen que ellos hablan directamente con la gente, y no necesitan la intermediación de ningún sistema representativo. Cuando se habla directamente con la gente no hay diálogo sino algo muy parecido al monólogo. Y otra vez, el peligro está en que la larga conversación que genera la literatura comience a debilitarse.
Vivimos tiempos de aceleración y de dispersión, que atentan no sé si contra el libro, pero sí contra un modo de leer. El poeta uruguayo Eduardo Espina sostiene en su último libro de ensayo, que se llama Libro albedrío, que a los estudiantes universitarios de EE. UU y de China les cuesta cada vez más concentrarse en una sola novela. Se trata de estudiantes de letras, especializados, que no recuerdan los nombres de todos los personajes, por la dispersión mental a la que están habituados. Vivimos tiempos de personas que leen todo el día, pero nunca libros. Este modo de leer, dice Espina, deslizante, sincopado y saltarín, puede ser bueno para la poesía, pero es mortal para la narrativa. Frente a estas incertidumbres y otras más, que no hay otra postura que la de sostener porfiadamente la necesidad de llevar a cabo la conversación literaria, abriendo espacios para que continúe y se practique constantemente.
Los medios de comunicación, en particular la radio, han tenido desde siempre un papel relevante en esta charla. En la actualidad, salvo honrosas y por suerte conocidas excepciones, parece predominar en las radios privadas la apertura hacia el entretenimiento y el espectáculo como si fueran los únicos sectores de la cultura, cuando no lo son. En este sentido las radios de los Medios Públicos cumplen una labor indispensable para alimentar esa larga conversación que necesita el libro. Los posibles méritos que pueda tener La Máquina de Pensar durante estos doce años de permanencia en el aire, no se pueden explicar si no fueran porque está incluida y albergada en otro proyecto mayor, los Medios Públicos, que antes llamábamos las antiguas radios del Sodre, un proyecto que se modernizó cuando pasó a llamarse Radio Uruguay junto a las demás emisoras, y que continúa hasta hoy. Desde setiembre del año pasado La Máquina de Pensar está en Radio Cultura, un nuevo proyecto coordinado por Gustavo Rey, un hombre de larga trayectoria en los medios y con sensibilidad artística; este proyecto intenta ser una fuerte apuesta que contraviene la tendencia predominante en el espectro radial. Programas como El Tungue Lé, Efecto Mariposa o nuevas propuestas (dentro de los Medios Públicos) como La canoa o Serendipia, por mencionar solo algunos programas, apuntan y apuntalan una tradición que debería fortalecerse y renovarse llegando a todos los rincones del país y no solo a Montevideo. Pienso que este premio los incluye a todos, igual que incluye a los trabajadores de los Medios Públicos que hacen posible el viejo milagro de la comunicación. En especial tengo que mencionar a Carolina de Cuadro, la productora con la que planificamos día a día la programación, y también a los 41 columnistas, casi todos escritores, que a lo largo de estos doce años han colaborado para La Máquina de Pensar sea lo que es: un agradable espacio de conversación.
Antes de terminar quiero compartir un recuerdo personal, evocar a un oyente muy especial, el periodista y escritor Andrés Capelán, un amigo que se puso al hombro la tarea de crear primero el blog de La Máquina de Pensar, que hoy tiene más de medio millón de visitas y más tarde el canal de Youtube de La Máquina, con casi 1.600 suscriptores. De manera honoraria y exclusivamente por amor a la cultura, Andrés dedicó los últimos años de su vida a trabajar en este objetivo. Llegó a subir él solo a Youtube todos los programas que van desde 2010 al 2018, hasta que murió en 2019. Estoy seguro que le hubiera encantado estar acá y ver este premio, del que quiero pensar que no es más que otro momento, y perdonen que sea tan repetitivo, un momento feliz, en una conversación que nos ha precedido y que seguirá y continuará mucho tiempo después de que todos nos hayamos ido. Muchas gracias
Pablo Silva Olazábal / 15 de junio de 2022.
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El cazador Gracchus amarra en Montevideo y Mi primer Felisberto (diario de la obras) / La primera Cartografía original / Biblioteca musical / Índice general del año Uno de La Coquette / Fichero de Programaciones mensuales desde Abril 2020.
NOVENA BANDA DE AUDIO DE LA COQUETTE
Chico Buarque / “Vai passar” de Chico Buarque y Francis Hime.
Cecilia Bartoli / “Agitada de due venti” de la ópera “Griselda” de Antonio Vivaldi.
Ava Gardner, Ellen Wilson, Dich Hayme / “Speak low” de Kurt Weill y Odgen Nash.
Julián Centeya / “Eduardo Arolas” de Julián Centeya.
Heart / “Stairway to heaven” de Jimmy Page y Robert Plant.
Ramona Galarza / “Trasnochados espineles” de Alberto “Cholo” Aguirre.
Stephan Grappelli / “Nuages” de Django Reinhardt
Juliette Gréco / “La javanaise” de Serge Gainsbourg.
Electric Light Orchestra / “Last train to London” de Jeff Lynne.
Carlos Benavides / “Como un jazmín del país” de Washington y Carlos Benavides.
Rita Pavone / “Che m’ importa del mondo” de Franco Magliacci y Luiz Bacalov.