Ficha 1

Autor: Sally Sullivan

Acceso a «En busca del Maestro» de Sally Sullivan

Editorial: Caracol al galope

1ª. Edición: Montevideo, 2004.

Sally Sullivan es aquí un seudónimo utilizado por el escritor uruguayo Jorge Musto (1927). “En busca del maestro” es una novela detectivesca de inspiración biográfica y teatral; desde la primera página -como ocurría en “Sleuth” de Joseph Mankiewicz de 1972- se pone en funcionamiento una tramoya de engaños, trampas, disfraces y zancadillas, porque la verdad siempre es tributaria del metteur en scéne.

Entradas preferenciales: comediantes / exilios / El Galpón / censura / farsa / nostalgia / embuste / Brecht / admiración.

Ficha II

Título: Frontera móvil

Género: Poesía

Autor: Alfredo Fressia

Acceso a «Frontera móvil» de Alfredo Fressia

Editorial: Arequita

1ª. Edición: Montevideo, 1997

“Ese enmarañado de signos, que ya contiene en sí mismo algo de la historia de Alfredo Fressia y de América Latina, del Hombre y de la propia Modernidad, también señala la predilección del uruguayo por las ambigüedades. Sí, porque si hay algo que el poeta aprecia son las tensiones, las contradicciones más desafiantemente antitéticas, hasta el mismo oxímoron (“el oxímoron… lo imposible.” “Roca Resbaladiza”, p. 138). Cosa perfectamente comprensible en un poeta de dos fases, que vive en español y portugués y siempre se dijo de “naturaleza mestiza”; que hizo del lenguaje su identidad más íntima, pero también confesando el aspecto “huidizo” de la palabra y de la aventura humana. Lo notable es que hace todo esto sin caer en abstracciones o universalidades huecas, montando más bien en su propia realidad dominando, por ejemplo, la tensión existente entre su biografía y la historia del Continente. Es justamente en ese esfuerzo que surge el gran salto del arte, que es en el fondo, el salto de la parte hacia el todo.”

La poesía cosmovisiva de Alfredo Fressia – Adriano Ferreira Leite.

Entradas preferenciales: rua Aurora / exilio / deambulaciones / ciudades / Café Sorocabana / pasiones urbanas / terreiro y batuque / poesía franco uruguaya / Maysa Matarazzo.

Ficha III

FICHA 3

Título: El juego de Borgino.

Género: Novela.

Autor: Duilio Luraschi.

Acceso a «El juego de Borgino» de Duilio Luraschi

Edición: texto inédito / primera edición virtual Cabaret Literario La

Coquette, marzo 2022.        

Duilio Luraschi asedia el centro del relato partiendo de los márgenes narrativos, siendo su estrategia asumida desde las primeras tentativas del caligrama “Vértigo” en 1995. A la novela río prefiere la trama compleja de los afluentes, al escritor omnisciente le contrapone aprendices de brujo que observan personajes mutantes y redactan informes secretos a quien corresponda. La metáfora del país astillero tiene ahora el anexo del proyecto inmobiliario inconcluso, la utopía supuestamente rentable que nunca sale del pozo de obra, como ocurrió durante añares con esqueletos gris cemento por las calles Andes y Florida. Los graves y agudos de la sociedad son ecualizados en una banda audio que pudo ser la de “Short Cuts” de Robert Altman de 1993. Duilio nació en la ciudad de Felisberto y leyó a Raymond Carver: “Como visto con el ojo del Greco, así es mi creación, distorsionada. Así veo la vida: absurda, y así aparece en mi literatura. No digo que la vida es un sinsentido, digo que mi ojo la capta así, como luego se ve plasmado en mis cuentos.”

Entradas preferenciales: escenas de la vida conyugal / depresión y manzanas / doble contabilidad en boliches / firmas falsificadas / last train to London / sociedad anónima / las salas funerarias.

Ficha IV

Título: El último desnudo de Olga Zubarry.

Género: relatos.

Autor: Álvaro Ojeda.

Edición: texto inédito / primera edición virtual Cabaret Literario La

Coquette / abril 2022.

Acceso a “El último desnudo de Olga Zubarry”

¿Qué ocurrió con nosotros entre la salida de Willy and the Poor Boys de Credence (1969) y el 27 de junio de 1973? Álvaro Ojeda comenzaba a observar por entonces la condición humana, acaso sin saber que esos recuerdos serían pasados en limpio y esa es la historia minimalista del libro “El último desnudo de Olga Zubarry”. El Londres era un club de barrio que se volvería Aleph de escenas fragmentadas, revelando la cámara Super 8 oculta en los alrededores; local abierto sobre la calle Fermín Ferreira al patinaje artístico, techado para proyecciones de cine menos solemnes que las del Coventry y el Alcázar. Que el padre de Álvaro haya socio fundador de la institución -la camiseta era a rayas verticales rojas y blancas- y secretario vitalicio explica ese saber picaresco de espacios, lágrimas, sonrisas y estrofas bailables: si de lejos ves venir / una guayabera y se ve / la canoa llena y se ve / un hombre remando, soy yo…. Era una Montevideo de casas al fondo con corredor, patio y claraboya, radio Geloso emitiendo las voces de Julio Cesar Armi y Roberto Barry mientras Tienda Aliverti se liquidaba: “Si no lo hacemos nosotros no lo va a hacer nadie.” Los relatos de Ojeda tienen la impronta del niño descubriendo un caballo perdido y el empeño de inventar nuestro “Cinema Paradiso”, donde cantaba Frankie Laine mientras el sheriff Will Kane tira la estrella antes de los créditos finales y flota en la lectura aquel aroma a Montecristo de las películas escritas por Paul Auster enfocadas en la Brooklyn Cigar Company. Quizá el guion secreto fue hacer que el barrio Brazo Oriental de Montevideo -algún día futuro- sea evocado como el carnaval de Rímini con música de Nino Rota: “Las palabras están, también está el silencio que nació antes que las palabras. En el medio de ambos extremos aparezco yo y hago lo que puedo,”

Entradas preferenciales: Brazo Oriental / El Londres / calle Fermín Ferreira / El ángel desnudo / patinaje artístico / Chico Novarro / Milonguero viejo.

Ficha V

Título: Variaciones sobre Hemingway.

Género: tríptico narrativo.

Autor: Hugo Burel.

Edición: textos parcialmente publicados / primera edición integral

Cabaret Literario La Coquette / mayo 2022.

Acceso a “Variaciones sobre Hemingway”

Hay libros como “La muerte de Virgilio”, “El loro de Flaubert” o el reciente “Melvill” de Rodrigo Fresan, donde los autores hacen un alto en sus obsesiones para oír las voces de escritores admirados. No es a descartar un acto de veneración de larga data, la catarsis positiva eludiendo la emulación tentando con sus racimos, siendo memoria de experiencias fundadores o el ansia de escribir alguna de las páginas leídas decenas de veces. Hugo Burel -dentro de su extensa producción- hizo un par de altos en tal sentido, metió una moneda en la jukebox con los Beatles: “Un día en la vida. Qué cantaron los Beatles” reeditado hace unos meses y otro es la trilogía sobre Ernest Hemingway.

Abre la expedición el afán de ser un pasador y que los más jóvenes compartan su misma emoción de lectura en la movida postmoderna. La experiencia del autor narrador termina en fracaso como debía ser, ante una platea donde es más conocido Homero Simpson que el autor de “Paris era una fiesta”, acaso esperanzado de que la sandez receptiva sea pasajera y alguno entre los seminaristas -en un futuro hipotético- acompañe a Spencer Tracy peleando contra los escualos por salvar el gran pez en el golfo, lo que es una metáfora acertada de la voracidad de la narrativa. Al escritor no le va mejor en la Banda Oriental en un entorno de información matinal con chistes, imitación permanente y simpatía por la caricatura; lo mismo allá en el Norte gringo, donde abundan personajes condenados al parecido físico con los famosos. Burel rastrea el crecimiento, apogeo y decadencia anunciada de David Merryl, un texano igualito a Hem que se subió feliz a la montaña rusa, confundió proscenio hueco con vida y comenzó -sin duda- a tener pesadillas con rinocerontes, escopetas y hospitales de campaña en el frente de batalla, nunca vistos por un vendedor de camionetas. En “La última noche del cazador” es un Burel arriesgado y sombrío el que toma las riendas de la historia, sabedor que para entender el misterio hay que seguirle la pista a la presa hasta las últimas consecuencias. Es factual en el trato de los acontecimiento, se retiene en las arenas movedizas de los últimas gestos del escritor y trata de iluminar la sombra final que hizo el cuerpo de Ernest el 2 de julio de 1961. Muestra las aristas fatales del iceberg negro de tinta y deja cargar la parte del león en las profundidades nocturnas, asume el mandato de entreabrir las puertas del más allá guardando silencio y el espectro de Hem lo autoriza: pasada la última noche del narrador asoma la primera aurora de la leyenda.

Entradas preferenciales: fotos de escritores / 2 de Julio / Daiquiri / Katcham, Idaho / elegancia / doppelgänger / Sloppy Joe / Viva Las Vegas / Harry’s Bar / W y C Scott.

Ficha VI

Título: Escribir lejos.

Género: relatos.

Autor: Ingrid Tempel.

Edición: textos parcialmente publicados / primera edición integral

Cabaret Literario La Coquette / junio 2022.

Acceso a “Escribir lejos”

Narrar desde el exilio se vuelve tarea evasiva entre dolor por lo perdido -asumiendo variantes de nostalgia, insomnio, desconsuelo o depresión- y el imperativo de saber que hoy y seguro el mes próximo, ese paisaje humano distinto aguardando afuera, deberá parecerse al hogar del presente, el lugar del salario, las compras de la casa y el lenguaje donde seguir viviendo para contarlo. Los relatos de Ingrid Tempel de “Escribir lejos” tienen la traza de lo que cambia con las mudanzas obligadas y lo que permanece agazapado dentro de las valijas. En sus cuentos se detectan varios locus en el sentido de lugar, de soporte cromosómico portando la historia violenta rioplatense y los cuerpos del deseo. La Venezuela donde la gente del sur siente en el plexo solar la vorágine de la naturaleza y el realismo fantástico está al alcance de la mano. Una Paris destinación final de puentes, mercados cubiertos y la Agence France-Presse, acaso mirada con un prisma cortazariano y escuchando la banda audio jazz con saxo tenor, de cuando la capital francesa era una fiesta en el barrio place de la Contrescarpe. Los hipódromos bulliciosos tentando evadirse del cotidiano, la pulsión de participar del circo humano y los caballos sobre la pista lanzados en la recta final; adrenalina de apuesta, color de casaquillas, donde el azar de nombres como Minor Swing tiene las cartas del tarot en mano y tuerce los destinos. En la era de la reproducción industrial del arte detectada por Walter Benjamin, la autora indaga en los talleres de los creadores; los secretos inspirados se hallan en las obras progresando y lo refoulé en las condiciones de producción a huis clos del proceso creativo

Luego asoma lo que permanece de los hemisferios mentales: sin deslumbrarse por lo hallado o el insistir plañidero sobre lo dejado atrás, Tempel indaga similitudes en las relaciones peligrosas. Conflictos domésticos que son pasarela sentimental entre allá y acá, vínculo con los ancestros en tanto la memoria colectiva se hacía novela familiar; parentesco tenso fraternal, entrelazando detestaciones antiguas, títulos de propiedad o bienes gananciales disputados. Destaque especial por redundante, merece en el libro la rebeldía en contencioso de muchachas en flor con los padres y madres; como si la iniciación a la vida propia pasara ritualmente por confrontarse al poder dentro del hogar. Cambia el vestuario hippie y gothic, de jean gastado o no futur, evocando que se sigue montando -en el ruinoso anfiteatro familiar- la tragedia de Antígona: “Nada llega extraordinario a la vida de los mortales separado de la desgracia”

Entradas preferenciales: alma llanera / actrices y modelos / óleos peligrosos / hípicas / álbum de familia / willow weep for me / amores traicionados / pasiones tristes / contrabajista / muchachas en flor.

Ficha VII

Título: La vida amorosa de Telonius Monk.

Género: cuentos / microficciones.

Autor: Pablo Silva Olazábal.

Primera edición: Editorial Yaugurú, Montevideo, 2018.

Acceso a “La vida amorosa de Telonius Monk”

Pablo Silva Olazábal nació en la ciudad de Ireneo Funes y dirige un programa literario cuyo nombre es homenaje a Mario Levrero; además teoriza, divulga y crea en el marco del género llamado microficción. Con trazas contextuales de oralidad, lo prioritario para esa estética es rescatar el instante, recortar el exceso de escritura y disparar -sucede varias veces en el libro- la palabra partiendo de una imagen fotográfica o pictórica. La inquietante extrañeza rastreada, más que del efecto oculto en el laberinto se inventa en una inmersión sin preámbulos, mientras maravilla y horror se activan en la ronda. Antes que el olvido haga su tarea, los narradores de PSO se cotejan “al oscuro tigre del tiempo”: durante esa cacería desigual ellos encuadran, recortan, cronometran obligando a que los elementos se mezclen y decantan su precipitado esencial. Es una apuesta a tener en cuenta las brevedades de la vida, los microcosmos invisible interactuando, una escritura cuántica, apología del espasmo epiléptico y relámpago al descampado, efecto súbito como el despertar de una pesadilla, un accidente con muertos en la Ruta 1, los orgasmos adúlteros en Bella Vista y las epifanías a la vuelta de la esquina. Son relatos de lo que hay, asoman los espectros de algo que hubo antes y de lo otro dejado fuera de cuadro, más lo que acecha seguro luego de la lectura. El libro comienzo evocando el cuadro de Edvar Munch de 1893 y agoniza el 30 de noviembre de 1916 acompañando la muerte coral de Raspútin, meses antes del nacimiento del verdadero Monk en el nuevo mundo.

En Youtube está la presentación del libro recién editado. Ello sucedió en Kalima Boliche -Durazno y Jackson- el jueves 8 de noviembre del 2918 a las siete de la tarde. Verónica D’Auria y Alberto Gallo urden una estupenda lectura de los 23 relatos de Pablo; Gallo explorando la filiación con la leyenda del pianista y la intermediación tóerica cortazariana. Verónica desmenuzando la orfebrería detallista, reanimando miniaturistas que veian infierno y paraíso en una letra gótica mayúscula, o la maqueta del Pequod en la botella del ron de Jamaica. Hay rondando otros dos recitales; cuando Cortázar lo escuchó en Ginebra en marzo de 1966: “… ha pasado apenas un minuto y ya estamos en la noche fuera del tiempo, la noche primitiva y delicada de Thelonious Monk.” La segunda fue Paris el 7 de junio de 1954, esa noche TSM interpretó la maravilla suprema que es Round Midnight y el alemán Uli Schauerte transcribió la partitura para comprender el truco. Desde el tanteo inicial hasta el remate del tema nodriza, pasan apenas 78 segundos y 23 compases; las veintitrés microficciones del libro pueden ser como compases, bien medidos y anotados sobre el pentagrama, diferentes entre ellos, empeñados en compartir la melodía lineal que se está escuchando por primera vez.  

Entradas preferenciales: tío Pocho / jazz / Monk’s Dream / encuadre / recortes / microficción / freaks / brújulas y relojes / 30-XI-1916.

Ficha VIII

Título: historia quieta

Género: novela / récit.

Autor: Alicia Migdal.

Primera edición: Colección Pandora. Ediciones Trilce, Montevideo, 1993.

Acceso a “historia quieta”

historia quieta termina con el rescate del cuerpo, la palabra en primera persona y el Yo asumido que se escribe, historia quieta parte del deseo que irrumpe luego de una escena fundadora: “necesitaba que un hombre la acariciara. Era una exigencia repentina pero que venía de atrás.

Había visto una película sobre el extermino de los judíos y cuando llegó a su casa se tendió en la cama, inmóvil. Al día siguiente se despertó con el sopor y el sigilo de las penas nocturnas. Que alguien la toque, se ocupe de revivir su cuerpo. No había deseo de nadie, sólo un llamado instintivo para la conversación de la especie de su cuerpo, millones de veces gaseado y ultrajado, desnudo en el frío de la película. Todo esa muerte junta y solitaria.”

El texto se desdobla luego en dos instancias y géneros anexos como cuerpos de amantes impacientes. Leemos en la apariencia la novela de una relación -un él referencial, el hombre en la casa y su crónica pasajera- disecada desde la primera noche que se queda a dormir hasta que se cruzan en la calle luego de separados y las perplejidades que ello acarrea. Sigue una enumeración -álbum, película, objetos…- del cotidiano para retener cuáles cosas son las que alimentan el olvido, pues esa historia en su linealidad sinuosa demuestra que la narradora tuvo su historia propia comenzada antes del nacimiento. Estar juntos para hacer el amor y descubrir mediante confidencias la extrañeza, con la aprensión de que algo odioso crece y lo único palpable es la brecha existencial que se ensancha. Nadie es culpable porque no hay falta imperdonable; los hombres sabemos que nunca es suficiente y salimos de la isla cuando somos ineptos para asumir los misterios de Circe. Luego está lo apenas insinuado entre líneas en tanto relación susurrada que puede ser oral o escrita; ahí el texto de Alicia Migdal juega con todas las cartas -las epístolas peligrosas, las del Tarot, las astrales y geográficas de los exilios, los mapas corporales- puestas sobre la mesa y sobre la cama. Allá por los años noventa del siglo pasado, los uruguayos estábamos afanados por conocer la Historia arborescente, disecar lo que nos había sucedido veinte años atrás y olvidamos entender las mujeres de al lado. La vecina con blusa de la casa de enfrente, la extranjera cruzada por azar, la desconocida que toma un café en el boliche de la esquina, el cuerpo desvestido cuando se bajan las persianas y las piernas se afanan por sacarse de encima la ropa interior: Midgal escribe desde esa intemperie entre los muros. En historia quieta son innecesarios algunos paradigmas críticos de moda para rastrear el texto y ya fatigados; es constante la sospecha del espejo ficcional de cuerpo presente, se entiende la escritura femenina mediante la evidencia y su estatuto textual imposible para lo masculino en su poiesis. Su escritura onírica e introspectiva trama una psicopatología de la vida cotidiana en lo que tiene de desgaste, cierta interpretación de los sueños donde se cruzan Esmirna y la calle Millán, ensayos desencantados sobre el deseo del otro de mi cuerpo y la sexualidad femenina alzada desde humores íntimos, recuerdos de la infancia, tentaciones biseladas del narcisismo y también el malestar persistente de la cultura. Uno o una salen del cuarto de lectura con el desasosiego persistente de la soledad, de haber asistido al teatro púdico de una ambigüedad, tal vez de haberse visto reflejado al infinito como sucede en el laberinto de espejos de “La dama de Shanghái”. Obsesionado el lector masculino por las relaciones objetivadas de su propia ignorancia, el temor de terminar los días de adulto adentro de un viejo Morris estacionado en la vereda de enfrente. “Sólo importaba la historia quieta, la historia donde los cuerpos no son libres, abrumados de memoria por la imaginación y el pasado.”

Entradas preferenciales: cuerpos / casas / Shoah / jazz / camisas blancas / ciruelas / calle Reconquista / mascarones / deseos / Maysa.