Título: historia quieta
Género: novela / récit.
Autor: Alicia Migdal.
Primera edición: Colección Pandora. Ediciones Trilce, Montevideo, 1993.
Acceso a “historia quieta”
historia quieta termina con el rescate del cuerpo, la palabra en primera persona y el Yo asumido que se escribe, historia quieta parte del deseo que irrumpe luego de una escena fundadora: “necesitaba que un hombre la acariciara. Era una exigencia repentina pero que venía de atrás.
Había visto una película sobre el extermino de los judíos y cuando llegó a su casa se tendió en la cama, inmóvil. Al día siguiente se despertó con el sopor y el sigilo de las penas nocturnas. Que alguien la toque, se ocupe de revivir su cuerpo. No había deseo de nadie, sólo un llamado instintivo para la conversación de la especie de su cuerpo, millones de veces gaseado y ultrajado, desnudo en el frío de la película. Todo esa muerte junta y solitaria.”
El texto se desdobla luego en dos instancias y géneros anexos como cuerpos de amantes impacientes. Leemos en la apariencia la novela de una relación -un él referencial, el hombre en la casa y su crónica pasajera- disecada desde la primera noche que se queda a dormir hasta que se cruzan en la calle luego de separados y las perplejidades que ello acarrea. Sigue una enumeración -álbum, película, objetos…- del cotidiano para retener cuáles cosas son las que alimentan el olvido, pues esa historia en su linealidad sinuosa demuestra que la narradora tuvo su historia propia comenzada antes del nacimiento. Estar juntos para hacer el amor y descubrir mediante confidencias la extrañeza, con la aprensión de que algo odioso crece y lo único palpable es la brecha existencial que se ensancha. Nadie es culpable porque no hay falta imperdonable; los hombres sabemos que nunca es suficiente y salimos de la isla cuando somos ineptos para asumir los misterios de Circe. Luego está lo apenas insinuado entre líneas en tanto relación susurrada que puede ser oral o escrita; ahí el texto de Alicia Migdal juega con todas las cartas -las epístolas peligrosas, las del Tarot, las astrales y geográficas de los exilios, los mapas corporales- puestas sobre la mesa y sobre la cama. Allá por los años noventa del siglo pasado, los uruguayos estábamos afanados por conocer la Historia arborescente, disecar lo que nos había sucedido veinte años atrás y olvidamos entender las mujeres de al lado. La vecina con blusa de la casa de enfrente, la extranjera cruzada por azar, la desconocida que toma un café en el boliche de la esquina, el cuerpo desvestido cuando se bajan las persianas y las piernas se afanan por sacarse de encima la ropa interior: Midgal escribe desde esa intemperie entre los muros. En historia quieta son innecesarios algunos paradigmas críticos de moda para rastrear el texto y ya fatigados; es constante la sospecha del espejo ficcional de cuerpo presente, se entiende la escritura femenina mediante la evidencia y su estatuto textual imposible para lo masculino en su poiesis. Su escritura onírica e introspectiva trama una psicopatología de la vida cotidiana en lo que tiene de desgaste, cierta interpretación de los sueños donde se cruzan Esmirna y la calle Millán, ensayos desencantados sobre el deseo del otro de mi cuerpo y la sexualidad femenina alzada desde humores íntimos, recuerdos de la infancia, tentaciones biseladas del narcisismo y también el malestar persistente de la cultura. Uno o una salen del cuarto de lectura con el desasosiego persistente de la soledad, de haber asistido al teatro púdico de una ambigüedad, tal vez de haberse visto reflejado al infinito como sucede en el laberinto de espejos de “La dama de Shanghái”. Obsesionado el lector masculino por las relaciones objetivadas de su propia ignorancia, el temor de terminar los días de adulto adentro de un viejo Morris estacionado en la vereda de enfrente. “Sólo importaba la historia quieta, la historia donde los cuerpos no son libres, abrumados de memoria por la imaginación y el pasado.”
Entradas preferenciales: cuerpos / casas / Shoah / jazz / camisas blancas / ciruelas / calle Reconquista / mascarones / deseos / Maysa.