Septiembre 2022

(ingresos)

EL CLUB DE LOS NARRADORES

Los titanes
Corcovado

VISITANTES

Jorge Medina Vidal

NUEVE POEMAS

Afortunados quienes fueron alumnos de Medina Vidal en el IPA o Humanidades y más aquellos que lo frecuentamos con asiduidad en los años de formación. Hay entre nosotros los que aprendimos -pienso en visitantes como Mercedes Estramil y Álvaro Ojeda que suelen citarlo- a detectar la literatura en los textos y en lo que tiene de vida apasionada dedicada a los libros; sin olvidar por cierto aspirar a ser feliz de vez en cuando erotizando el cuerpo. Habiendo pasado algunos años desde su muerte en el invierno del 2008, hace bien al espíritu que el suyo visite La Coquette con algunos poemas, haciendo saber que llevaba razón cuando decía al comenzar los cursos “el arte no se agota en lo que enuncia sino en la realidad que desencadena.” Los nueve poemas retenidos, son astros irradiando temas clásicos que le escuchamos evocar en lecciones sobre otros poetas, versos dichos por él mismo en ocasiones informales y configuran una constelación indicando a los jóvenes lectores un rumbo hacia su obra: la poesía está en esa dirección.

Tal vez es prudente comenzar con recuerdos personales y luego orientarnos hacia la obra poética. En los últimos días miré el programa Testigos de TV Ciudad que le fuera dedicado; la delicadeza de Gabriel Peveroni y Julio Porley responsables del video fue dejarlo hablar. En el tercer minuto presentimos una atmósfera de magia polisémica, la del siglo XIX espiritista invocando a los seres queridos que murieron y otras más ancestrales, donde franqueando portales urbanos, que pueden estar más allá del Palacio de la Luz, se abre la maravilla del submundo. Del otro lado de la pantalla, cuando lo vi a Medina con chaleco blanco sin mangas, tenía los mismos problemas capilares de siempre, repite su famoso “¿me explico?” cada pocos minutos, intercala su risa bromista con mirada pícara y el dandismo del cigarrillo al encenderlo, que entre sus manos es talismán de grandes hipnotizadores. Dijo de la calle Marcelina Sosa con casas de zaguán y puerta cancel, del liceo Rodó, Amigos del Arte, la Comedia Nacional cuando vio a Margarita Xirgu en el “difícil” personaje de la Celestina, de Alfredo Zitarrosa antes de Cosquín 1966 y su carné N° 1 de estudiante de la Facultad de Humanidades. El testimonio fue espejo retrovisor de su juventud distante tanto como de otro país en retirada, porque así es la vida decía la película argentina del año del águila Graf Spee y la primera edición de El pozo. Era la crónica de una pasión literaria del hombre agradecido de los encuentros; con la obra de T. S. Eliot desde 1952 y luego vendrían en lectura Jorge Guillen, Vicente Aleixandre y el tríptico uruguayo de Julio Herrera, María Eugenia y Delmira. Fue hombre querido por mujeres que le facilitaron la existencia, con omisiones en Cinemateca, cautivado por la zona porteña del relato de Marta Lynch y Manuel Mujica Láinez, sin comprender el hemistiquio de Borges con la felicidad. Hizo de los opuestos ocasión de premisa existencial, era respetuoso en el trato personal; atento con los alumnos que nos íbamos sucediendo, tenía tiempo para deliberar sobre el futuro, visitaba nuestros lugares de vacaciones en Solymar, venía a almorzar a la casa familiar y recibía en la calle Cufré; era al final de una escalera ascendente, los domingos de tardecita ahí podíamos estar con Víctor Cunha, Mabel Moraña, Roberto Appratto, Rafael Varela, Juan Introini y Eduardo Milán, que escribió sobre Medina un prólogo de alabanza y reconocimiento. El libro es “Poesía selecta” con selección del poeta español Juan Carlos Reche, editado por HUM en el año 2013 y el prólogo de Eduardo comienza así: “Situar a Jorge Medina Vidal en su poesía a nivel meramente local es tan inútil como insensato. La poesía de Medina Vidal alcanza por lo menos, el amplio ámbito de la lengua en que está escrita. Esa obra tiene dos características que la vuelven permanente: su lugar en el límite y la conciencia que eso implica de ubicarse en una temporalidad difícil de precisar. Esto último convoca la atención sobre una necesidad de la poesía de Medina Vidal a partir de un cierto momento: la de explorar sus propias fronteras formales y lingüísticas. La poesía de Medina Vidal es una poesía incómoda. Se la lee en un contexto de incomodidad histórica -la escritura contraviene el presente de su escritura-, opuesta a la reacción de espacios de decir que están bloqueados, en un momento más o menos inmediato a su primera manifestación pública -1951, por el tiempo histórico que pide otra poesía.”

El año 1962 creo que es clave en la trayectoria personal y poética de Jorge, cuando publica Las Puertas en la editorial Losada de Buenos Aires. El libro está dedicado a Beatriz, que si ella existió alguien conocerá el retrato y puede ser en-pendant la muchacha que lleva al Paraíso. Leyendo la solapa presentimos una presentación llana con argucia: “En la elegía exhala el poema las penas del corazón, el calor de la relación amorosa y la intensidad de los afectos; ese antiguo y nada fácil género está admirablemente logrado por Jorge Medina Vidal con sensibilidad y maestría.” Hacia el final del libro esa brisa emotiva se suspende o sublima, se complementa y traslada con una pieza mayor de que es “San Giorgio e il Drago”. Extenso poema que se integra a la tradición de los poemas cosmogónicos, donde asume cotejarse con asuntos y maestros que nos enseñó: El tiempo presente y el tiempo pasado / Acaso estén presentes en el tiempo futuro / Y tal vez el futuro lo contenga el pasado. / Si todo tiempo es un presente eterno / Todo tiempo es irredimible. Advierto en la estrategia de los años sesenta la sinergia del cotidiano con mantel y mitologías de pilares culturales occidentales; decir de otra manera lo indecible, circular en memorias de mayor respiración, empecinarse en el refugio del secreto apalabrado y la clave hermética que conecta a los elegidos. Ese relato mítico del combate con lanza es imaginería sobre orígenes del cristianismo, invoca el soldado romano convertido y mártir, advierte de animales fantásticos evadidos del delirio, pesadillas, temores y la imaginación de los hombres; la obsesión figurativa del episodio que inspiró a Paolo Ucello, Carpaccio, Rafael Sanzio y Tintoretto. Entonces nuestro Jorge formula la pregunta suya y de más nadie en modo epifanía poética. Síntesis, punto de apoyo, número cabalístico y escondida senda al releer su obra, río irrepetible de presocráticos fluyendo en paisajes lunares de Anatolia y arcano del proyecto literario. “¿Montevideo o Capadocia?” Es en esa duda más sacra que cartesiana, interrogante de profeta donde asoma la voluntad de fusionar la vida suya con otras que lo precedieron; observar la rutina con el resplandor de la leyenda dorada, versificando de la anomalía y dictando clases, porque cual la generación de las hojas así la de los hombres… Añorando mitologías que fueron y revelan lo que somos, en salones del IPA y al final de la escalera en la calle Cufré: ¿me explico?

LOS RÍOS FICTICIOS

HAGAN DE CUENTA QUE ESTOY MUERTO

“Cuando llegues a Madrid”

con las manos vacías / las islas de Cabo Verde / el segundo sol de Barajas / Pensión Pilar 4° izquierda / el poema diecinueve / algo a trasluz

ASTILLERO

“El arte de comparar”

(bello como las rodillas de Isidore Ducasse)

IV

El precio de un libro

NOTAS, APOSTILLAS Y ANEXOS

Comentarios actualizados a los contenidos

ARCHIVOS

El cazador Gracchus amarra en Montevideo y Mi primer Felisberto (diario de la obras) / La primera Cartografía original / Biblioteca musical / Índice general de los años Uno y Dos de La Coquette / Fichero de las Bandas de Audio desde Abril 2020.

DÉCIMA BANDA DE AUDIO DE LA COQUETTE

Chico Buarque / “Vai passar” de Chico Buarque y Francis Hime.

Cecilia Bartoli / “Agitada de due venti” de la ópera “Griselda” de Antonio Vivaldi.

Ava Gardner, Ellen Wilson, Dich Hayme / “Speak low” de Kurt Weill y Odgen Nash.

Julián Centeya / “Eduardo Arolas” de Julián Centeya.

Heart / “Stairway to heaven” de Jimmy Page y Robert Plant.

Ramona Galarza / “Trasnochados espineles” de Alberto “Cholo” Aguirre.

Stephan Grappelli / “Nuages” de Django Reinhardt

Juliette Gréco / “La javanaise” de Serge Gainsbourg.

Electric Light Orchestra / “Last train to London” de Jeff Lynne.

Carlos Benavides / “Como un jazmín del país” de Washington y Carlos Benavides.

Rita Pavone / “Che m’ importa del mondo” de Franco Magliacci y Luiz Bacalov.