Nueve poemas de Jorge Medina Vidal

Canto al frío

Tú vigilas de noche las esquinas del sueño,
las altas azoteas y el deseo incipiente,
los negros embozados que empujan las alcobas
y el ladrar de las puertas a remotas aldeas.
Tú vas enfureciendo los grandes hormigueros,
con música de piano diriges procesiones.
Tú cuando todos duermen, rodeados de sonámbulos
declamas a la vida y enamoras a la muerte.

Cuando nadie te sigue yo me muero por verte,
los ojos no me alcanzan para gemir tu olvido,
cuando te creen dormido yo precipito el pánico
descubriendo en silencio la espuma de tus llagas.
Oh, sudor de los astros que inundas las ventanas.
Oh, desdicha del sueño, reposo y jubileo,
desnudez y ceniza.

Por ti se desagotan los muebles y se esconden,
por ti desaparecen mis brazos en la arena.
Entonces las tiniebla responsables y puras
por ti levanta muros de piedra en las orillas.

El frío que nos mueve, sobre tu furia llega,
y el delfín del silencio nada hacia el alto Río
para que todo muera.

Tiresias

¿Podrás tú entender lo que no era
sino una bellísima aventura?
Los ojos de una perra enorme mirándote en la sala
donde recién un condesito vino,
y tú la vez perderse en las cortinas
pero su furia queda.

Cielo lleno de ojos y ninguna palabra entre nosotros
para decir de la ventura
su clamor instantáneo,
decir esta separación de mundos
habitado el primero,
destruido el segundo,
y la frase del anciano poeta:
El verdadero amor nos es ausente.

¿Podrás tú verlo llegar enfermo a su casa,
fría como las cobras lujuriosamente unidas
en el césped,
y entenderlo llorar porque vivir o muerte
es un tacto de luna
es una
frente?

Los arrabales desde el Palacio de la Luz

Veo rieles y parques de griságuila, unidos
a edificios callados donde la risa estorba.
A la izquierda pantanos
como sucios graneros,
y en mi oído palabras.

Quizá veo un camino tallado por metrallas,
larga fría escalera que trepa el horizonte,
donde viven su generosa espera los hermosísimos
vencidos en el delta
por la impensable ola.

Todo un cielo nacido del humo del oeste,
también corazón de dolores
o quincena maldita,
descubre sobre el cromo, los ocres y morados
Que el verdadero sol nos es ausente.

He aquí la montaña,
en un cuarto de niños soñada, pero único sitio
donde el viento es sembrador.
Toda líneas digitales
o brechas o avanzadas de las estrellas,
firmemente hundida en los poétalos de la arena,
en las plumas del mar.

Y si el amor me oprime, rebeldísimo a la noche,
a las odiosas plantas del día
que pisaron el extendido pecho,
veo rieles y parques y cielos y caminos
a través de anteojos o lágrimas
luchando.

Las Terrazas 2

Entramos inconscientes en la noche.
Cae pesada y leve
ahora
en la terraza.
Me muevo sin sonido
y los rincones de fugitivos oros
se limpiaron del vicio.
Estoy solo y sombreado
e inconsciente me penetré de noche,
casi indócil,
porque entrar inconsciente
es estar fuera,
fuera del tiempo y en la Noche.

Un mantel se sostiene,
pesa abajo la mesa
terca
y dura succionando raíz en los mosaicos.
La sombre, un cenicero
y el libro de Cervantes
son nada en un mantel
y en los ojos de un niño
pudieran reflejarse.

En la misma maceta
el cobre de la aurora
se apagó en el oído
y música se llama.
Rombos, rombos de sombras
sobre sombras,
maceta como un alga a la deriva.

El mar lejano está
cortando la terraza,
se acumula a las dunas
sin espejear las nubes.
Extiendo mis dos manos de sombra
hasta su sombra
Y penetra mi estría
como un tallo en su fruta.

El mar puede moverse
lo creo en la terraza,
lo veo en la terraza
avanza con pesada movilidad de toro.
Se llega y queda solo
comiéndose las luces,
conserva todavía la forma del abismo.

De frente, paso a paso
me pasa,
ya no miran mis ojos
de la nuca.
Ha llegado
a mi cuarto
y en mi cama
está el mar. Todo es Noche.

Ars Poética

ESCRIBO MIS VERSOS
de espalda a los lápices,
como se olvidan del Instituto
los maestros rurales,
como los niños se hacen amigos.

Sólo cuando estoy abandonado
me atrevo a la poesía,
cuando no puedo invocar a nadie,
porque invocado no vendría.
Y el verso se hace llaga
posado sobre mi mano.

Llego con lentitud a los contornos
donde a veces se clausuran
las palabras,
y las acaricio o me acarician
cuando quedan en mis labios.
Pero hay muchas
que me abandonan.

Y las recibo en esta soledad
que no es de campo,
ni de cárcel, ni de amargura.

A veces voy tocando los seres
vivos o muertos
que me rodean,
pero siempre los veo como algo
que podría ser una rosa.
Y con ella en la mano
saludo.
Si mi rosa se quiebra
en el aire
me alejo,
porque su eco no llegaba
a la noche o la eternidad.

No busco la poesía.
No busco la poesía entre todo
lo que he perdido,
ni analizo la escoria del aceite
de las lámparas que he ahogado.

No sabría decir -En la hora soleada
después de un día lento
soñando con mi sueño-.
Porque se quiebran en mi garganta
las palabras cautivas.

No sabría decir -Era aquí
en un sitio preciso
cercado de pasión-.
Mi verso ocupa un día
y todos los días
y casas con sus tierras
donde habitan los hombres
y los llevo poco a poco
a otra tierra de palabras.
Y allí,
Montevideo o nunca
es lo mismo.

La Odalisca en receso

La Odalisca en receso con un diamante reflejaba
           en la mesa
el impensable pétalo de una rosa de luz.

La cabellera ausente -el pensamiento fijo
era su aureola-
y viril como un búlgaro, sobre la ruta blanca
veía descendencias, no tribus,
acaso la secreta corriente de la ira
que está por venir.

A sus pies, caídos, los escarpines de la Señora
           Electa,
y un diorama de máquinas.
El fuerte olor a trementina que exudaban los
           pinos
no logró turbarla, ella
con ovarios de piedra y probetas
logrará una descendencia, no tribu, una
             sombrilla
que nos tape el rostro de Dios.

Estamos obligados a inventarnos una nueva
           tierra
Y un nuevo cielo -dijo- como un pensamiento
           nacido
antes de ponerse en marcha el cerebro de Adán,
como esos cuentos necesarios y adorables
nunca escritos,
que deberían preceder a todo cuento.

Como esas auroras menos pálidos
que la altísima noche que recién abandonamos.

Con la frescura de la farsa amorosa que le ofrecía
su otro cielo,
la Odalisca en receso desconecta circuitos
escrutando futuros estadísticos
y su diamante ya no juega en el borrado espacio,
porque la descendencia, no tribu
vivirá en el desmayo.

La Odalisca en receso, entonces
caminará vigilando sus computados gestos
en la mano – ¿qué mano? – un pagaré extendido
por ancianos fenicios,
para cobrar ganancias largamente esperadas
por todos los hijos de aquel padre cuyo primer
           impulso
fue codificar las sucias, sucias ilusiones de la
             sangre.

Situación anómala

Amar es vivir despreocupada. Punto.

Es una posibilidad que debió ser jueves o explosión
o sonido de una guitarra que el luthier
nunca se atrevió a construir. Punto.

Situación anómala que todos confunde con Felicidad
Y se enorgullecen al descubrirla entre sus amistades.

Puede ser un gato que en las estrecheces de los
hogares modernos repasa las masacres
de sus abuelas ENTRE LOS HELECHOS GIGANTES
Y LOS DINOSAURIOS.

Siempre está perdido en el sueño próximo
al delta pantanoso.

Basta que toque un rayo de luz en su plumaje
para que surja Amor,
como una novia etíope de su blanca litera.
Los raquíticos no saben del amor.
Entones sí, corresponde: Punto.

El retrato de doña Carlota Ferreira

Crece tan fuerte, tan segura y loca
detrás de su ventana permanente,
siempre mostrada y sin cansar la frente
con enigma que va de boca en boca.

Acaso en el pintor su grupa evoca
ocultas amazonas inconscientes,
o un misterio de Layo, de repente
toca su mano si el retrato toca.

Cuánta mujer desmenuzó el corpiño
de esta Carlota aligera y abuela
que nunca tuvo gestos para un niño.

Pero sigue mostrando desdeñosa
detrás de tanto cuerpo y tanta tela
hipertélicas mamas incestuosas.

El gran teatro

Remember Salvadora Cairón,
bolera andaluza por mil ochocientos sesenta.
de “arrogante presencia”.
Casada con el actor José Valero que la llevó
a primera figura por mil ochocientos sesenta y cinco.
Reconocida por el DIFICIL papel de doña Constanza
en el drama: “Las campanas de Almudaina”
De Palou y Coll (además dramaturgo)

que se retiró, a la vida privada, por la maldita
disminución de una esteroide, la
“17-hidroxi-preg-5-enolona” que se transformó en
“11-desoxi-17-cetoesteroide”
y envejeció.

como tú, como todos nosotros
como yo,
hasta que se descubra controlar su maldita presencia
y entonces
tendremos más tiempo
                                 para el bolero
                                 para el amor
                                 para el teatro.

*

Canto al frío / “Cinco sitios de poesía” (1946-1951)

Tiresias / Los arrabales desde el Palacio de la Luz / “Para el tiempo que vivo” (1952-1955)

Las terrazas 2 / “Las Terrazas” (1964)

Ars Poética / “Las puertas” (1962)

La Odalisca en receso / “Harpya destructor o Un objeto de poesía o La copa o Séptimo libro o La Odalisca en receso o La señora Electa” (1969)

Situación anómala / El retrato de doña Carlota Ferreir / El gran teatro / “Situación anómala” (1977)

Las referencias provienen de

Jorge Medina Vidal: POEMAS / Obra Completa (Selección al cuidado de Osvaldo Pol) Editorial Vinciguerra, Colección Metáfora. Buenos Aires, 1996.