Diciembre 2022

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EL CLUB DE LOS NARRADORES

“El submarino Peral”

VISITANTES I

Marita Ferraro Scot

“Nunca más tacones altos”
(tres Jornadas)

Marita Ferraro es una gran conocedora de la literatura uruguaya contemporánea y su novela tiene en cada una de las trece jornadas que la componen (adelantamos tres en La Coquette) huellas emotivas de ese itinerario. Testimonio personal del cruce siempre áspero de la historia del país con la ficción, desde “El combate de la tapera” hasta “La Mansión del Tirano”. Formé parte del tribunal cuando ella defendió en la Universidad de Grenoble -bajo la dirección de Michel Lafon- su tesis sobre la escritura colectiva en la novela “La muerte hace buena letra” (1993) que coordinó Omar Prego. Su novela “Nunca más tacones altos” editada por Antonio Cuesta en el sello Dyskolo, es a la vez homenaje nostálgico y despedida de su otra vida universitaria en los Alpes franceses. Marita la autora de una última vuelta de tuerca y Amalia la narradora protagonista, marchan ambas tras fantasmas doppelgänger del escritor uruguayo olvidado, que son el otro y el mismo. El de Ferraro se apellidaba Govoni y Tagoni el de Amalia, los dos se llaman Sergio, tuvieron una primera esposa actriz suicida y una segunda mujer que los abandonó por un deportista, ambos publicaron en 1967 una novela titulada “Crónica de la muchacha” y murieron en 1991 en extrañas circunstancias. Hay una diferencia: Govoni terminó sus días cerca de la rueda gigante del Parque Rodó, donde un linyera encontró un par de zapatos rojos con presilla y de tacones altos; Tagoni es invocado por Norah Giraldi -la alumna de piano de Felisberto Hernández- que escribió lo que sigue especialmente para esta ocasión.

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Nunca más tacones altos, título de la novela de Marita Ferrado Scot publicada en España por Ediciones Dyskolo (2021), ha llegado en este año a los lectores uruguayos. Una obra de madurez y una escritura que se prepara desde hace muchos años atrás, en un crisol de recuerdos, heridas sin curar que afloran en el presente de la escritura y forman parte de las historias que cuenta en su diario Amalia, la estudiante francesa protagonista de la novela, que llega a Montevideo en busca de datos para su investigación sobre Sergio Tagoni, un escritor uruguayo fallecido en 1991, tema que debe tratar en su tesina. La protagonista se confía en el cuaderno que le sirve de diario y lo va escribiendo como modo de acompañarse y registrar acontecimientos durante su viaje de 13 días a Montevideo. Este diario compone la mayor parte del relato y va tomando la forma de testimonio sobre la Montevideo reciente, labrado de dudas y descubrimientos que, por el azar de los encuentros, ella consigue obtener. El otro texto que compone el relato tiene la forma de dos cartas escritas muchos años antes de que este viaje se realice y un testimonio.

Estos otros discursos pertenecen a otra voz, la de una mujer de otra generación ausente del relato y de quien Amalia, que recibe estas cartas y el testimonio en un episodio que anuncia el desenlace de la novela, no logra descifrar el nombre que aparece en las cartas; esa persona es uruguaya y se exilió en Francia después de haber estado presa y haber sido torturada en dictadura. Los destinatarios de esas cartas y el testimonio de lo que vivió esta mujer como víctima de la represión son dos personas diferentes. Las cartas están destinadas a una amiga de juventud que sigue viviendo en Montevideo y el testimonio se dirige al profesor de literatura que tuvo en el Liceo. El testimonio fue escrito ya instalada en Francia, mucho después de los acontecimientos de la década aciaga del 70 que llevaron al exilio a esta mujer y a su familia. El testimonio de la mujer joven describe los vejámenes de los que fue víctima, se trata de un sinfín de maltratos y abusos perpetrados por los responsables de la dictadura cívico militar en Uruguay; estos textos finales son la coda de este relato complejo y bien armado. El diario íntimo del comienzo se completa con este testimonio de esta otra mujer que, si bien cumple una función de tipo conclusivo abre pistas a la investigación de Amalia sin resolver del todo el enigma de la novela. Estas tres facetas del discurso narrativo -diario íntimo, correspondencia y testimonio- se asocian como dos caras de una misma realidad y abonan el interés de la novela de Marita Ferraro Scot al enfocar la realidad uruguaya de hoy con una mirada hacia el pasado, demostrando que sus huellas componen el presente y no han sido totalmente descifradas ni tomadas en cuenta.

En la primera parte de la novela el ambiente que se describe es el de estos últimos años, en los que las políticas practicadas inducen a que mucha gente olvide o enmascare lo ominoso de la historia de los “años de plomo” del Uruguay durante la dictadura cívico-militar y las Medidas prontas de seguridad que la precedieron. Esta parte es determinante; se centra en el descubrimiento que hace Amalia a través del espejo que significa su diario, donde va pautando sensaciones, impresiones y reflexiones a medida que descubre Montevideo, ciudad a la que llega con pocos datos sobre la realidad social y política, en parte adquiridos en el seno de su familia de origen uruguayo y otros en las clases que recibió en la Universidad. Las raíces y consecuencias del mal colectivo que vivió Uruguay hace más de 40 años, se van asociando a lo que cuenta de manera personal Amalia en su diario: el negativo de las dificultades para tener informaciones sobre Tagoni y su obra. El tema de su investigación le parece cada jornada más difícil de realizar; propuesto sin muchas indicaciones por su profesora americanista de la Universidad de Grenoble. Amalia se da cuenta al llegar a Montevideo que Tagoni es un autor desconocido y se pregunta por qué ha sido olvidado. La vida enigmática de este escritor desaparecido de los circuitos de difusión que se describen en la novela, como la Biblioteca Nacional, librerías de viejo, la Feria de Tristán Narvaja y los centros de estudios, forman episodios narrativos que se suman y ayudan a entender las dificultades de Amalia. No sin ironía, Marita Ferraro Scot pauta este vía crucis de la estudiante frente al desconcierto de no encontrar datos sobre Tagoni y la búsqueda que ella hace para obtenerlos; son los encuentros azarosos que lo consiguen y permiten dilucidar parcialmente lo que busca y así iniciar su trabajo. Los recorridos rizomáticos que hace por Montevideo para conseguir datos sobre Tagoni en los pocos días que está en la ciudad la llevan a conocer barrios, lugares y monumentos que había oído mencionar en boca de su abuela y su madre, exiliadas en Francia. Las informaciones o comentarios que se trasmiten a los más jóvenes de la familia no cubren la realidad vivida, dejando agujeros por los olvidos o lo que no se puede llegar a decir, los non-dits que, en contados casos, afloran del inconsciente.

Una pieza importante en la trama novelesca son los personajes que Amalia va encontrando; representan modos diferentes de ver la realidad actual, compuesta también por las heridas que deja lo siniestro del pasado en la historia reciente, y proporcionan indicios a Amalia que la llevan a descubrir parte del enigma. Con estos personajes se conforma la cartografía que Amalia quiere formar de Montevideo, le servirá para comprender por qué Tagoni fue olvidado a sabiendas y en su familia mucho queda sin decir del pasado montevideano. Ella descubre Montevideo, el centro de la ciudad, la Ciudad vieja, Pocitos, suburbios habitados por gente humilde, como Nuevo París; vive una especie de ensoñación con el río Santa Lucía y el proyecto comunitario que se realiza en el pueblo de mismo nombre. Amalia se relaciona con dos estudiantes y otras personas de diferentes medios; descubre paisajes y la sociedad montevideana fragmentada y empobrecida. Algunos personajes provienen de la realidad y son reconocibles aunque se omitan sus nombres, por la profesión y otros detalles que se mencionan, como la impresionante biblioteca de Juan Flo cuyo nombre se adivina en la novela. Gracias a Miguel que la introduce en la casa del filósofo, Amalia encuentra en esa biblioteca el único ejemplar que parece existir de “Muchachas”, la novela de Tagoni.

La última parte de la novela cambia de tono; es el testimonio de esa muchacha víctima de los desmanes, brutalidades y abusos que se perpetraron durante la dictadura en los años 70 y que la novela revela como un posible nudo que al desatarse, daría sentido a la investigación que Amalia deberá retomar cuando vuelva a Francia, en relación con Sergio Tagoni y su obra para dar contenido a su tesina. La novela logra conjugar esas dos partes mediante un encadenamiento de situaciones que tienen por eje personajes que Amalia encuentra a medida que pasan los días de su estadía en Montevideo. Los más citados, Sara y Miguel, son estudiantes y trabajan en el hotel en el que se instala Amalia; son sus guías y las pistas que le van dando, sobre todo Miguel estudiante de Historia, ayudan a que ella entienda los entretelones de la situación política actual, entre otros la impunidad de los crímenes cometidos en dictadura, a lo que la novela alude como cuestión que está siendo tratada por los equipos de historiadores de la Universidad. Tagoni, ese escritor olvidado que Amalia descubre, con sorpresa, que casi nadie conoce, cuyos libros desaparecieron de la Biblioteca Nacional y no se hallan en librerías de viejo, ni en la Feria de los domingos en Tristán Narvaja, es un eslabón en la cadena de cuestiones por resolver. Amalia regresa a Francia con cierta idea de Montevideo, su sociedad y cultura; con mucho por hacer y un sentimiento de malestar por sentirse estancada en el conocimiento sobre Tagoni. Al final de la novela se sugiere que los manuscritos que le entrega la tía de David a Amalia, son la fuente testimonial de la novela que escribió Tagoni y de la que obtuvo un ejemplar prestado por el filósofo. La anagnórisis de Amalia se cruza con la que Marita Ferraro Scot propone al lector como recurso para que descubra lo no resuelto sobre su identidad, pueda intervenir y reflexione -como lo hace la autora en su novela- sobre el momento aciago que vive la humanidad.

Norah Giraldi Dei Cas

Montevideo, diciembre 2022

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VISITANTES II

María del Carmen González de León

“El palimpsesto intencionado”
(el proyecto literario de Felisberto Hernández)
Palabras liminares / Introducción / Conclusiones

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Felisberto Hernández fue un hombre afortunado con las mujeres, ahí están las cartas recopiladas y publicadas hace unas semanas por Ignacio Bajter para probarlo. El escritor que fue considerado un marginal en el ecosistema literario intelectual del Uruguay de entonces, quizá mediante fórmulas alquímicas, la protección del niño Jesús de Praga, el sarcasmo de los críticos varones y el patrocinio de unas cuantas mujeres visionarias resultó ser el elegido del Canon. Norah Giraldi inició esa aventura bibliográfica (Felisberto Hernández: del creador al hombre / Ediciones de la Banda Oriental, 1975) cuyo último avatar es “El palimpsesto intencionado”. Su autora, María del Carmen González de León, nos permitió con enorme generosidad asomarnos al gabinete velado de su investigación: pasión de los orígenes, protocolos científicos, corpus de inéditos y conclusiones. Con FH sucede lo mismo que él escribió desde Treinta y Tres el primero de febrero de 1942. “Mi querida Amalia: De tantas cosas que contarte no sé por dónde empezar.”

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“¿Qué caminos podremos tomar, si no son los que nos abre (traza) la escritura?”

Francis Ponge

En algún patio de la entonces Facultad de Humanidades y Ciencias escuché la sugerencia: “Hay que leer a… Felisberto Hernández”.  Estábamos en dictadura, atrás había quedado el primer curso universitario dedicado a este autor por el profesor Roberto Ibáñez, pero tal vez flotaran ecos en los patios interiores del enorme y vetusto edificio de la esquina de Lindolfo Cuestas y Piedras, en la rambla portuaria de la Ciudad Vieja montevideana. En el origen de los tiempos personales con respecto a Felisberto Hernández, y a raíz de aquellos comentarios, está la lectura de “La casa inundada” en una de aquellas antologías de la década del setenta, La casa inundada y otros cuentos, de editorial Lumen (1975), en la que ocurre una maravillosa reunión: prólogo de Julio Cortázar, dibujos de Glauco Capozzoli y selección de Cristina Peri Rossi. Recuerdo exactamente el momento y lugar en que leí el relato. En el verano de 1982, en el mítico Cabo Polonio de la costa rochense, leía al resguardo del sol calcinante de enero. La vista oscilante del mar a la página y de esta al mar, con escasa concentración como en toda lectura de veraniega tenía dificultades para asumir el sentido de aquella inundación del texto.  Todavía no sabía, en aquel remoto entonces, que el escritor estaba incluido en la categoría de raro, outsider o aquel que no somiglia a nessuno, según la conocida frase de Ítalo Calvino. Tampoco sabía que era el último texto escrito y reescrito por el autor.  Por buscar un origen podría decir que  “La casa inundada” es el Ur, de la investigación que culminó en El palimpsesto intencionado, aunque bien podría este prestigio tenerlo cualquiera de los fascinantes relatos que integraban las antologías a las que accedí, antes de leer la obra completa que por esos tiempos se estaba gestando, la de Arca-Calicanto: 1981-1983, que reprodujera, con alguna variante, los seis tomos en que la editorial Arca reuniera por primera vez la obra completa del autor que comenzó sus entregas al finalizar la década del sesenta y comienzo de los setenta. 

Lejos quedó esta historia de orígenes improbables que conforman el pensamiento mítico personal, pero me gusta creer que hubo un origen para estos veinte años de dedicación a la obra de Felisberto que incluyó el estudio de la recepción de sus contemporáneos en una tesis de maestría, publicada como Si el agua hablara en el 2011.  Cerrado el capítulo Felisberto, con miras al doctorado surge la oportunidad de trabajar con material original de este autor. Revisé el conjunto de manuscritos, borradores y textos preliminares, éditos e inéditos, ubicados en el repositorio de la SADIL, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, donde habían recalado luego de un largo peregrinaje, como supe después. Con nula experticia en autógrafos la complejidad de ese archivo producía vértigo, mientras se ofrecía como territorio perfecto, inexplorado, para la realización de una tesis de doctorado. Concebí por entonces la idea de que el archivo había sido un accidente, algo azaroso que exigía un acto de elección libre, no podía dejar de lado a pesar de las resistencias a un tipo de trabajo engorroso al que habría que dedicar tiempo, esfuerzo y paciencia. El camino fue arduo. La familiarización con la grafía primero y con la escritura después, lo fue allanando. En el medio hubo desaciertos que enmendar, momentos de duda y parálisis, ante lo que se veía como interminable, frustrante, a veces, para una sola persona. Allí había material suficiente para un trabajo de exclusivo corte genetista, y a él circunscribir los afanes, pero estos tomaron el derrotero de encontrar en los distintos proyectos meta escriturales una línea que condujera a aquel primer impacto de orden subjetivo: las mujeres en los relatos de Felisberto como símbolos de un arte narrativo singular.

María del Carmen González de León

Montevideo, diciembre de 2022

LOS RÍOS FICTICIOS

La serie de los Capítulos Sueltos I

Episodio 8: menú degustación Okinawa

(de la novela “o pasado sin falta”)

NOTAS, APOSTILLAS Y ANEXOS

Comentarios actualizados a los contenidos

ARCHIVOS

El cazador Gracchus amarra en Montevideo y Mi primer Felisberto (diario de la obras) / La primera Cartografía original / Biblioteca musical / Índice general de los años Uno y Dos de La Coquette / Fichero de las Bandas de Audio desde Abril 2020.

UNDÉCIMA BANDA DE AUDIO DE LA COQUETTE

Salma Hayek, Tito & Tarántula / “After dark” de Tito Larriva y Steven Hufteler.

Richie Havens / “Tombstone blues” de Bob Dylan.

Carlos Lyra / “Influênce do Jazz” de Carlos Lyra.

Donald O’Connor / “Make ‘en laugh” de Arthur Freed y Herb Brown.

Eduardo Darnauchans / “Milonga de Manuel Flores” de J. L. Borges y E. Darnauchans

Pedrito Rico / “A tu vera” de Rafael de León y Juan Solano.

Stevie Wonder / “Lately” de Stevie Wonder.

Les Rita Mitsouko / “Marcia baila” de Catherine Ringer y Fréderic Chichin.

Lang Lang / sonata “Appassionata” (III alegro ma non troppo) de Ludwing van Beethoven.

Julio Sosa / “Qué me van a hablar de amor” de Héctor Stamponi y Homero Expósito.

Joe Pass / “The very thought of you” de Ray Noble.