«¡Mantengamos el vínculo!».

Correo de los lectores de Le Figaro:

La botella llegó a destino. Un viejo marinero holandés la recogió del mar en el puerto de Adén. Yo la bajé del estante de un bar de putas de Hamburgo.

Tenías que haber esperado un rato más en esa esquina. Pero no pretendo hacerte reproches, sigo aceptando el mundo con más o menos indulgencia. Y cuando leas esto ya estaré en viaje a Ginebra, donde tal vez, y si te dura el entusiasmo, podemos encontrarnos. Aunque te advierto que no soy el acontecimiento de las manos de nadie.

Espero que se te haya pasado el dolor de muelas.

París, mayo de 1991