Recibimos y publicamos

Se comienza a pensar en escribir partiendo de sucesos y seres conocidos, de la misma manera que Buffalo Bill comenzó la serie criminal con muchachas del vecindario, le dijo el Dr. Hannibal Lecter a Clarice Starling. De haber sido músico entonces, teniendo en cuenta lo que programan las broadcaster FM actuales, yo habría retornado al territorio tanguero, tierra de discusión interminable sobre orígenes y paternidades. Quizá uno de los tangos más montevideanos y porque habla del barrio Sur es Isla de Flores. Los dos autores eran uruguayos y la calle aludida se la puede ubicar ahora mismo con google maps. Viene al caso por un verso que aparece en la versión cantada por otro uruguayo; en el sitio Todo Tango ese verso dice: calle… de mis primeros afiles. En la versión del cantor uruguayo, el zorzal canta: calle de mis primeros principios; ello se retoma en la sensible versión de César Consi que ilustra la letra en el sitio y grabada en 1985. Les creo al tano Consi y a Gardel; fórmula extraña desde una poética rigurosa esa de mis primeros principios, discutible por el estilo y ejemplar para la comprensión del proceso.

Eso de los primeros principios se aplica al autor de “Recibimos publicamos”. Por un lado, tenemos la iniciación a la tradición literaria como experiencia universal (Weltliteratur de Goethe) y luego esa cercanía barrial aludida líneas atrás. Asumir la potencialidad de cosas próximas como ocurría con Felisberto Hernández y entonces irrumpe Cortázar en las lecturas, sobre quien volveré en varias oportunidades. Ahora retendría dos calidades del autor de “Rayuela”: la lectura feliz con beneficio de sus dos libros almanaque, donde estira las fronteras de centros de interés siendo el jazz, seres extravagantes incluyendo asesinos seriales y boxeadores parte del asunto narrativo. Después lo extraño acumulado: profesor de literatura, nace en Bruselas la ciudad que inventó a Lautréamont, traductor de Edgar Allan Poe, un gato llamado Theodor W. Adorno, el año que yo nací y comienza el Festival de San Remo se instala en París, amigos de los padres de Jean-Philippe Barnabé gran felisberteano, e intensa actividad del género cuento manteniendo la tradición, autor del libro “Final del juego” editado en 1956 el año de la muerte de Lugosi.

Dentro de ese libro está “La puerta condenada” que tiene algo de relato excomulgado. Se trata de una historia imposible de olvidar, uno de esos cuentos que me hubiera gustado escribir y lo fantástico se escucha llorisquear en un hotel del centro de Montevideo. Es un relato nocturno y con espectros, sublimando la mansedumbre con que a veces irrumpe lo incomprensible; la gerencia del Hotel Cervantes se siente afectada por el argumento y decide pasar a la ofensiva. Para leer “Recibimos y publicamos” es necesario conocer “La puerta condenada”. En edición papel por si alguien pregunta, hablaría de homenaje al incondicional de Thelonious Monk y como escribí después otros relatos sin quedar encerrado en el hotel de la calle Soriano, opinaría que se trata de exorcismo literario y hasta ahí llego.