Monólogo interruptus por Miss Candy Loving

En el año 1988 se vivía en Uruguay el tercer año de regreso a la vida democrática; fueron meses de balance y perspectivas, memoria y justicia exigida, regresos del exterior, dolor y camuflaje, reacomodos políticos con mutaciones, historias personales complicadas y la ciudad letrada saliendo del atolladero, mientras los relojes seguían avanzando hacia la postmodernidad. En febrero se realizó el Montevideo Rock II en el estadio Luis Franzini y yo estuve ahí… aunque ahora creo que aquello fue un sueño. Se movían por igual las fuerzas de la memoria herida y el deseo, la mirada a la ruta abierta de los años 90 y el espejo retrovisor embarrado. Sería exagerado decir que se vivía una movida al estilo español, pero se seguía lo allá vivido en caja de resonancia atrasada, con la lectura de Cambio 16, la voz de Ana Belén ahí está ahí está viendo pasar el tiempo… y las aventuras de Pepe Carvalho con Eusebio Poncela. Se pasaba de una cultura de la resistencia a otra de respiración más cargada y surgían personajes paradigmáticos como Gustavo Escanlar. De manera laboriosa se verificaba la famosa cita de Gramsci sobre la circunstancia de la crisis y las anomalías que engendra.

En ese mismo año las Ediciones Trilce tuvieran la idea de publicar una serie de libros narrativos temáticos por encargo. Se elegía tema y se pedía un relato a un grupo de escritores creando así una antología, que era también un scanner de la situación de la narrativa compatriota por ese entonces. Yo participé en la temática policial y en la primera entrega, que era sobre erotismo bajo el título de “cuentos de nunca acabar” Me propuse sub tratar el tema y elegí la variante del placer solitario, supongo que por voluntad de diferencia y sin explicar las razones por las que me negué a las otras posiciones del ars amandi. La cuestión fue que el asunto se volvía serio y aún me asombra el campo de repercusiones afectado por una simple manipulación. Vía Fellini se vuelve recuerdo de la infancia, el segundo gesto sensual después del mantra asa nisi masa para llamar espectros de la familia. Con el Dr. Freud sabemos que puede ser parte de la inquietante extrañeza ante el mundo y la sexualidad. La masturbación es de los capítulos con más didascalias en tratados teológicos, si bien es cierto que Onan pertenecía a una familia complicada con José y sus hermanos.

En aquel entonces quería hablar de obsesiones amorosas como el tango “guapo y varón”, “sabor a mi” y “ojalá” de Silvio Rodríguez tomando el atajo de la fotografía. Una modesta refutación al Dr. Tissot (médico suizo con nombre de reloj), que teorizó sobre las consecuencias del acto en niños que abusan de la paja y de otras leyendas que enturbiaron el diagnóstico inicial. Era un reconocimiento desplegado como página central al cuerpo femenino y sus misterios infinitos; es cierto que el tiempo pasa y nos vamos volviendo viejos, pero la Playmate del 25 aniversario de la revista era ícono para taller mecánico de mucho cuidado, también para un taller literario. Tenía en lo personal algo de añoranza por el año 1979 cuando salió el número aniversario; eran tiempos ambivalentes. Trabajaba en la publicidad y cada tanto veíamos llegar a la oficina una publicación de Hefner; ese hombre sonriente fumando en pipa, con bata de satín bordó, un Chivas Regal en la mano y rodeado de bellezas en ropa interior tenía algo de paraíso perdido. Y así era el cotidiano en la espera, de mañana noticias sobre la noche uruguaya, luego unas diez horas parecidas a la primera temporada de Mad Men versión Ferrero & Ricagni, luego a negociar con la vida porque “a pesar de vocé, amanha vai ser outro dia…” Con paseo sublimado por la plaza de Oriente donde recibe Pepe Carvalho, imaginando cuartos de hoteles tres estrellas donde aguardan muchachas todavía más hermosas que miss Candy Loving.