La idas y vueltas del canon literario -preferencias, reediciones, axiología, traducciones, temas para tesis…- se articulan partiendo de criterios que nunca hacen unanimidad; desde que comencé a enseñar asistí a las evoluciones operando al interior de grupos de estudio, movilidad que es estímulo, opacidad, renovación y pleitesía de paradigmas forjados lejos. La formación en el IPA y profesores amigos, me instalaron en un andarivel de filología clásica, en la cual traté de mantenerme: biblioteca abierta mostrando asimismo el listado de mis limitaciones receptivas. Busqué la amistad de Antonio Carlos Jobim y Eduardo Arolas y descuidé la Velvet Underground o la narrativa de Nike Cave. Seguí con ese arsenal las evoluciones en los años setenta por la novela latinoamericana, la adicción al texto (formalistas, estructuralistas, lingüistas, retóricas y poéticas) y hacia fines del siglo pasado los sacudones del motor crítica y la praxis literaria.
Corpus y discusión, recepción e industria comenzaron un bailoteo intricado que podría resumir -a rasgos groseros- en la apología de la post modernidad, la rueda auxiliar de una post post modernidad -a la espera de una post post post modernidad inevitable…-, el final de los grandes relatos de explicación del mundo y aprendizaje de la opinión periodística según los riff de Slash de Guns N’Roses y Os Paralamas do Sucesso. La reflexión universitaria se volvió hacia temas preexistentes o inventados sobre la marcha; luego derivó a una articulación forzada de explicación de texto, donde el juego consistía en hallar relatos que coloraran primicias salidas de especulaciones varias o correntada de tesis imponderables. La novela dejaba de ser exploración de los posibles partiendo de textos precedentes y resultado de trapecistas sin red retórica, para ilustrar temas reivindicativos de minorías con mono de contestación. Hubo un desplazamiento que fue capitulación, hallando interés en la narración vehiculada por soportes como el cine, el comic y valoraciones de expresiones mediáticas; había en ello sincera iniciativa por despertar el interés del alumnado, un agotamiento del modelo precedente -con estigmas que se atribuye al poder cultural dominante- y cierto acomodo de facilidad: revancha histórica y operativo de desmantelamiento simbólico, desdén al misterio de la tradición hermética y felicidad de afirmar que las Musas se convirtieron en divas de culebrones, donde los ricos también lloran; si bien había perlas raras, como “Amo y señor” con Luisa Kuliok y Arnaldo André.
Durante años me limité a ser observador de dichas evoluciones, desde los signos de decadencia de la prensa y la invasión de pastores sin rebaño en radio y televisión (tenía interés por los sermones volcados al español caribe de Jimmy Swaggart, con fondo de órgano electrónico, lo que se explicaba siendo Jimmy primo de Jerry Lee Lewis: Great Balls of fire) consideraba que los Media narraban distorsionando una suerte de realidad paralela al servicio del poder entre intereses financieros y algoritmos; de eso trata la comunicación. Una revolución de las conciencias, el gusto y consumo donde el discurso universitario perdía pie iniciando los cien años de soledad. Todo ello es en 2020 más espinoso por la sumisión y caída profesional de periodistas en su individualidad, la avalancha de redes sociales, la teoría y práctica con cacería de fake news, el poder de Twitter desde la Casa Blanca y la tecnología 5G sospechada de Huawei.
Cuando respondí al llamado del coloquio sobre la utopía a comienzo de siglo XXI decidí reorientar el modelo; vi en la utopía tradicional un género literario pertinente para pensar el futuro global partiendo de consideraciones argumentadas en relato. La actualidad de la imaginación así considerada, formaba una biblioteca reducida de otros mundos creados en la trama humana con escasa intervención divina. Lo real se forma con lo inexistente, la verdad objetiva nunca bloqueará la duda reincidente sobre poderes ocultos ni la patología complotista con antena en Ganimedes. La visión de las religiones funciona con la existencia de dios como primera hipótesis de trabajo, que es la mayor fake new creada por la humanidad, excepción hecha de la danza Tandava de Shiva, que tiene en su voluntad cósmica el poder de aniquilar lo que nos rodea, haciendo al fin de sus 108 danzas tabula rasa del pasado… y pensar que no estaremos ahí para contarlo.