Recibimos y Publicamos

En «Aperturas, miniaturas, finales», 1985

“… un buen lector de cuentos distinguirá infaliblemente entre lo que viene de un territorio indefinible y ominoso, y el producto de un mero métier.

Julio Cortázar

El desconocimiento, cuando se suma con ingratitud y ligereza en los juicios de ciertos escritores permite que, tras el aparente expediente de la ficción, se deslicen graves inexactitudes. Algunas como las reveladas en el relato “La puerta condenada”, cuya autoría se atribuye el señor Julio Cortázar  (J.C. de aquí en adelante), responden muy poco a razones digamos inconscientes. 

Mucho menos pueden ser atribuibles a un descuido, olvido o error involuntario. Es más, nos atrevemos a afirmar que en la insidiosa búsqueda de efectos creativos, poco le importó al antedicho crear un clima de sospechas infundadas sobre una empresa –como la nuestra- que goza de muy buena estrella a lo largo de una trayectoria y que sabe también del halago fuera de fronteras. Hablamos de estrellas utilizando esa imagen primordial en su recta interpretación, no en el sentido semi-estadístico y difuso que jerarquiza discotecas, filmes y hoteles haciendo variar las virtudes del servicio en un orden creciente que llega hasta cinco. Nunca a siete, asunto que haría las delicias de un psicólogo inclinado a interpretaciones cabalísticas. 

Bien sabemos con anticipación las posibles respuestas del destinatario indirecto de estas aclaraciones a nuestro ineludible emprendimiento: orgulloso desinterés, sonrisa irónica, comentario superficial entre pseudo intelectuales y en la mejor de las hipótesis el silencio. A pesar de ello o precisamente a causa del desdén referido, estamos seguros que con precisiones como las que siguen, iremos depurando la mal llamada literatura de párrafos con juicios apresurados sobre el Hotel Cervantes –referencia obligada de la hotelería montevideana-, que responden a intereses, si no foráneos al menos de origen incierto e indudable mal gusto. 

Las musas inmortales jamás descenderían a la agresión vedada y la insinuación de hechos extraños que desde ya con irrevocable firmeza imputamos como falsos. Hechas las aclaraciones preliminares imprescindibles, pasemos a las puntualizaciones pertinentes con la certeza de que el amigo lector –cliente o no de nuestro hotel- sabrá comprendernos.

1) Los meticulosos registros del Hotel no guardan memoria de ningún “Petrone” de profesión comisionista. Hay sí un Padrone (pasajero de Salto Oriental) que figura entre nuestros primeros huéspedes, y claro el insigne actor dramático Francisco Petrone, que durmió varias noches en la habitación Nº 17. Alguien que, nos consta, jamás se prestaría a contar sus experiencias íntimas a un escriba de segunda categoría. 

Ello, que surge de la confrontación con nuestro minucioso archivo nos lleva a sostener que el tal “Petrone” nunca firmó nuestro libro de ingreso. Pudiera ser y tal posibilidad escapa a nuestro control, el alias de alguien que por razones que preferimos ignorar, optó por cambiar de apellido encubriendo actividades bien camufladas bajo la denominación de “negocios”.

2) Sombrío, tranquilo y desierto. Con tan solo tres adjetivos ambivalentes se tipifica a nuestro Hotel, apenas nos complace el segundo; dejamos los restantes a criterio de nuestra selecta clientela que, algunas pocas veces es injustamente estigmatizada por individuos que tras su “tranquila” apariencia, ocultan su pasado “sombrío” y un alma “desierta” de sentimientos positivos.

3) Los pesados discos de bronce que estaban unidos a las llaves de recepción no eran un “inocente recurso de la gerencia”. Se trataba de un detalle estético que ni el señor J.C. ni su falso Petrone llegaron a percibir. En los referidos discos el artista maragato y de color Eusebio Saravia, cuyo lamentado deceso meses atrás todavía se recuerda, nos obsequió con una maternidad en bajo relieve que requería ese espacio circular para ser apreciado debidamente. 

Al dorso, simulando con delicadeza una edición de tirada limitada cara a los diletantes, aparecían los números de habitación que coincidían, una a una, con la totalidad de las puertas del hotel.

4) La abundante salida de agua hirviendo es presentada como una carencia casi, un defecto lindando el escándalo. No salimos de nuestro asombro. En la hotelería el agua caliente es tan preciada como la blancura de las sábanas y el silencio en corredores de los pisos superiores. Canillas incluidas, grifos si nos atenemos a una definición más castiza, todo en nosotros corresponde a una arquitectura que busca integrar, con armonía, la totalidad de detalles imprescindibles a un reposo circunstancial.

5) Es extraño que al autor de la historia le sorprenda la abundancia de perchas en nuestros roperos. En otro espíritu más honesto ello sería la confirmación de la calidad de nuestros muebles y cierta majestad recatada. A la mirada maledicente de J.C. sin embargo, le inspira el siguiente comentario: “había cajones y estantes de sobra.”

6) El Sr. Menéndez –el personaje alto, flaco y calvo referido en el relato citado- se desempeñó como gerente en el Hotel entre los años 1941 y 1956. Toda una trayectoria intachable cegada de manera fulminante por una trombosis que pudo con su vida. A pesar de que su voz fuerte y sonora parecía de uruguayo, debemos recordar que nació en Bélgica en 1914 de padres argentinos.

7) Aseverar que todas las orientales se visten mal es de una ligereza incomprensible lindando la grosería; tan inconveniente como emitir un juicio sobre sus maneras de desvestirse. 

8) El empleado con acento alemán y transformado en personaje circunstancial por J.C. era un conocido murguista, nacido en el Paso del Molino, que utilizaba esa absurda artimaña aprendida del suegro “para impresionar en especial a los cajetillas porteños”, como afirmaba con sentido del humor. Cuando lo desenmascaramos en plena impostura por supuesto fue invitado, con amabilidad, a abandonar sus actividades en el hotel.

9) ¿Qué réplica de la Venus de Milo no parece nefasta cuando recordamos la pieza original? Con un poco de buena voluntad puede superarse esa impresión previsible. Nada puede esperarse de quien sólo tiene ojos y oídos críticos para aislar detalles que, más que al límpido mundo del arte, integran el inframundo de torcidas imaginaciones.

10) La plaza Independencia contrariamente a lo que se sostiene, ha dejado de tener bodegones. Del pasatista placer de la comida indigesta hemos avanzado al patriota recogimiento histórico, construyendo un bonito mausoleo en homenaje al padre de nuestra nacionalidad. Ya es punto obligado de todos aquellos visitantes ávidos de bellezas patrimoniales del Montevideo turístico, otrora llamada La Coqueta.

11) Por lo visto la injuria del tiempo y otra justicia ajena a los hombres se ensañó con el texto en cuestión, deslegitimando la casi totalidad de sus afirmaciones. Otro ejemplo: al lado del hotel ya no hay un cine. Estamos cerca de un encantador teatro –la Sala Verdi- donde alterna nuestra prestigiosa Comedia Nacional. Cervantes y Verdi… el destino quiso que en padrones contiguos coexistan los maestros del idioma y el bel canto. Entre clásicos estamos, suele recordar con orgullo inocultable el actual propietario del Hotel.

12) Hace mucho tiempo que en Montevideo y en consecuencia por la calle Soriano dejaron de circular los tranvías. Otra inexactitud que se suma para que el lector siga sacando sus propias conclusiones y van…

13) Nuestro edificio fue concebido desde el primer momento y la piedra inicial para albergar un hotel. De haber sido pensado para casa de uso particular, rápidamente habría sido una casa tomada. Un arquitecto italiano fue responsable del proyecto y un constructor de la misma nacionalidad lo concretó en apenas once meses. 

Que el autor citado tenga problemas, como es de público conocimiento con determinados espacios –rings, rayuelas, decimonónicos pasajes parisinos, autopistas-, que la construcción de sus relatos y novelas (de alguna manera hay que llamarlos) transite por la demolición de arquitecturas precedentes, es una tendencia que puede ser admitida. Siempre y cuando, en dichos textos, no haya referencias concretas a espacios que puedan ser puestos en entredicho mediante la astucia falaz de hacer referencia degradante a su buen nombre. Lejos de nosotros está el emitir juicios estéticos; defendemos por la escritura primero y si fuera imprescindible con las armas legales del Derecho privado una trayectoria ejemplar, inmaculada e intachable.

14) Múltiples inspecciones municipales (tenemos en nuestro poder certificados notariales que dan fe de ello) nunca evidenciaron la existencia en el Hotel Cervantes de “puertas condenadas”. Es probable que los sucesivos copetines en Pocitos y el confesado exceso de malos borgoñas en dudosos bodegones inexistentes, lograsen alterar ciertas percepciones haciendo ver lo otro más allá de la realidad. Queremos ser prudentes, pues nos consta la existencia de “procedimientos” mediante los cuales el supuesto Petrone pudo acceder a planos paralelos de la percepción, tan apreciados por escritores que frecuentan la bohemia parisina.

15) Ello explica tal vez el encadenamiento compacto de los sucesos referidos. Claro: de ver puertas donde no las hay a escuchar llantos de niños en la noche hay un pequeño paso, una mínima dosis… de imaginación en polvo.

16) “Petrone imaginó a un niño –un varón no sabía por qué- débil y enfermo, de cara consumida y movimientos apagados.” La cita es textual, pedimos al paciente lector que observe con atención y medite unos segundos sobre el verbo elegido por el señor J.C. Un verbo irregular y así de peligroso puede dar lugar a infinitas conclusiones, que desbordan las modestas fronteras de un hotel por más que el hotel se llame Cervantes.

17) Si en su momento la gerencia afirmó que no había un niño en el Hotel, no lo había. Mucho menos un ESO en negrita en el original. ¿Eso qué? ¿Un monstruo, fantasma, espectro, ente, un marciano, algo? ¿Por qué no un yo o tal vez un aquello? De acuerdo a lo sugerido en el cuento, en nuestras promociones publicitarias deberíamos modificar nuestro reconocido “ambiente familiar”, por un “ambiente fantasmal” y recordar, en consecuencia, entre nuestros clientes fieles a personajes de la pésima literatura de terror.

18) El Cabaret al que se hace mención en cierto momento del relato puede haber sido cualquiera de los que abundan en los bajos fondos de la ciudad. Nuestros servicios excluyen ese tipo de información periférica, tampoco mantenemos convenios con establecimientos del ambiente nocturno de consabidas actividades.

19) La noche del Cabaret sin nombre es pues la misma noche de los armarios desplazados, sospecha de farsas monstruosas, intuición de respuestas guturales, sueños alterados y vísperas de huidas. Todo lo que sucede dentro del cuento en una misma noche… Se perdonará que nos excusemos de tentar consideraciones secundarias y explicaciones. De hacerlo entraríamos en dominios que trascienden la jurisdicción del hotel, adentrándonos en cuestiones que apuntan a la coherencia mental de Petrone y del personaje que inventó a Petrone.

Eran, como viene de demostrarse episodios demasiado graves para que permaneciéramos en un complaciente silencio.

20) Honor es recordar que en relación a niños, el Cervantes tiene memoria de un capítulo aislado. A la semana de inaugurado el hotel, en el segundo piso, el hijo de una camarera murió de un acceso de tos mientras su madre dormía profundamente. Eso ocurrió muchos años antes de que el Sr. Menéndez fuera designado gerente. El asunto se manejó con preocupación y lógica discreción. A las seis de la mañana (el niño murió a las 2.30 de la madrugada) el episodio estaba cerrado en sus detalles espectaculares y la mucama ubicada en otro hotel céntrico, para evitarle malos recuerdos. Desde entonces hemos dejado de aceptar niños menores de tres años acaso sin razón, pero la presunción de que el incidente pueda reproducirse es parte del patrimonio del Hotel, de su memoria indocumentada. Fue un hecho lamentable del que a nadie puede culparse. 

Si alguien pretende hacer de ello un tema de cuento, el autor muy bien podría haber comenzado con “en un lugar de San Felipe y Santiago, de cuyo nombre no quiero acordarme…” pero el genio de la lengua, que conlleva la virtud del silencio es como el otro cielo: son muchos los llamados y pocos los elegidos.

Cúmplenos recordar que en este hotel sueña y se peina ante los espejos el señor Jorge Luis Borges –escritor de ficciones que hace honor a su arte- cuando visita Montevideo; sin que por ello crea ver en los pasillos del segundo piso laberintos cretenses, ni tigres de Bengala o minotauros carniceros en la mansa apariencia de nuestras camareras criollas. 

En un terreno más práctico queremos recordar que los prestigios literarios, incluida a nuestro pesar la presente aclaración, no afectan nuestras módicas tarifas, con precios especiales para los sejours  de fin de semana.

Por el HOTEL CERVANTES de Montevideo (Uruguay):

 (sigue una firma ilegible)