Un sueño Oriental

Durante este año 2023 se acentuarán las secuelas en la memoria colectiva del período dictatorial que vivió el Uruguay; se recordarán hechos y protagonistas, episodios sonados, tributos de cada bando, cuentas pendientes y su importancia determinantes en itinerarios individuales: los que no habían nacido, quienes murieron en este medio siglo, los que están lejos, tirios y troyanos envejeciendo. A veces hasta se puede especular sobre la vida que nos habría tocado a quienes estuvimos en el país cuando aquellos años, si las cosas hubieran sido distintas, si, si… etc. etc. Además de circunstancias propias -caramba y lástima, la vida es una herida absurda- el país se vio arrastrado por circunstancias continentales, formas de protesta sindicales y estudiantiles, formación política de frentes populares, creación de grupos revolucionarios emulando el ejemplo cubano, radicalización de mentalidades reaccionarias, coordinación continental viniendo del norte, protagonismo de las fuerzas armadas con diploma de la escuela de las américas en Panamá. El país dejó de ser lo que era, fue otra cosa de lo que se quería y había que adaptarse a esa circunstancia si es que surgía otra oportunidad. Mirando hacia el pasado la sensación de lo mutante, de ser intrusos del tiempo o considerar el sarcasmo de las resultantes es inevitable. Varias generaciones de periodistas, sociólogos e historiadores, así como cronistas del testimonio se han ido encargando en abundancia del asunto. Más que influir sobre la literatura, lo vivido fue trágico y basta recordar a Ibero Gutiérrez, Onetti o Nelson Marra para entender la violencia del durante. Cuando se recuperó una institucionalizada renga, las aguas bajaron turbias, dejando detritus, muertos insepultos, resacas varias y ello se leía en la producción, el itinerario aleatorio de poetas, dramaturgos y narradores. Difícil escapar al bucle de las transfiguraciones que llevan al proceso penal de los mandos militares, a la aporía de los desaparecidos, al rehén que se volvió comandante en jefe de las fuerzas armadas o ex lo que fuera compartiendo asados cordiales los primeros de mayo, trasmitimos por la televisión pública, con el embajador del imperialismo que sería derrotado en las cuchillas: sic transit gloria mundi Para muchos se volvió obsesión hasta volverse el único sentido de la producción por escrito, hubo estrategias radicales del corte y la fuga punk no futur, también lo que llamaría la contaminación duradera, como si hubiera necesariamente que pasar por esas cuestiones antes de intentar otros caminos.

Después la gente fue saliendo como pudo de las aguas estancadas; “Un sueño Oriental” fue en su momento un intento de encajar los estigma de lo que persiste -en este caso el de muchachas desmaterializadas, martirizados, que algunas fueron compañeras de estudios- sin la osadía del testimonio que ya era profuso. Veía cada semana transcurrida que las historias más dolorosas eran arrastradas por cierta amnesia colectiva, la fuerza del destino, la expectativa en pantalones cortos de recuperar viejos laureles cuando juega la celeste, el asombro casi infantil mientras las murgas deslumbrantes de vestuario suben cada febrero al escenario del teatro de verano del parque Rodó, por las ganas de olvidar. Había una violencia menos tangible del taller del trabajo, un convencimiento puede que equivocado que había que buscar la mirada espejada -como en el mito de la Gorgona ante Teseo según lo evocó Calvino- para evitar la petrificación, y tener la ocasión de llegar al relato que persiste por los atajos. De ahí ese intento de elipse tentada y sugerencia o parábola, de tratar esa forma de inmortalidad que es la desaparición en el marco del cementerio del Buceo (nuestro cementerio marino) que fue mi primer cementerio para visitar el nicho donde estaba enterrado abuelo Emilio. Las desaparecidas se instalan en una transparencia de purgatorio, suspensión, medio camino interrumpido, algo sin terminar generando la angustia de cosas pendientes, parientes cercanos sobrevivientes conviven en un limbo porque -como dice el tango- sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando. Acentuando el paisaje a lo metafísico que se interroga sobre lo que fue, el famoso ubi sunt -mais où son les neiges d’ antan?- recurrí a una imagen fílmica de la película “Vivir” escena de sufrimiento del adulto en un parque infantil bajo la lluvia, que me quedo grabada, siendo la escena cero del relato -que seguro vi en días pioneros de la filmoteca del Canal 5 Sodre- del hombre confrontado no a la muerte que viene por nosotros para desafiarnos a una partida de ajedrez, sino que está incrustada en nuestro cuerpo y en tanto pensamos en ella, sigue labrando la zapa con el resultado inexorable. Con la diferencia que aquí el cáncer que desata la metástasis es una muchacha cercana que puede ser hija o hermana, prima o algo parecido. Entrar al cementerio del Buceo era para mí, al final de los años cincuenta del siglo pasado, descender al Hades criollo, al laberíntico mundo de los muertos, sin saber qué preguntarles si se manifestaban. Aprender a hablar con los espectros es algo que lleva toda una vida, y cuando uno cree por fin dominar los códigos comunes, viene a nuestro encuentro el final del romance: -Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida.