-My dear, esta ausencia de dolor anuncia que me estoy muriendo, es todo tan caliente en el cuerpo, tan tibio como si el infierno tropical viniera de selvas interiores. Estoy seguro, es la muerte que llega. ¡Sheet! Nunca imaginé que fuera tan parecida a la acidez estomacal después de una borrachera. Que poco good morir así sin tener cerca ni un maldito Alka Seltzer, en manos de un salvaje traidor y despachado por una de nuestras propias granadas infalibles. Escuche sargento…
-Aquí estoy chico.
– ¿Ya le conté que fui pitcher de los Tigres de Cleveland? Cielos… si hasta lo veo… aquella tarde bateando con furia la maldita bola, qué anotación… ¡cáspita! Todos los nuestros saltaron en las gradas. Boogie el aceitoso dejó caer en el asombro la doble hamburguesa con chile, al muy bocón le gusta el chile picante. Má decía que de seguir comiendo así a lo mejicano sin papeles cualquier día de estos reventaría como una granada, eso… como una granada decía má. ¿No es gracioso que ella dijera eso sargento? Hasta los vendedores de hot-dogs tiraron al aire sus gorras de felicidad y el comisario Jeff, que cuando está sobrio es un buen hombre, lloraba como un niño. Earl Morning estaba esa tarde en algún lugar de la tribuna de incógnito y todos en Cleveland lo sabíamos. Sargento: Morning era el pase a las grandes ligas, las series mundiales televisadas y la gloria divina de Joe DiMaggio. Luego de la anotación decisiva apenas tuve tiempo de tirar a la gramilla mi gorra preferida. Mat y Mike me abrazaron con fuerza de luchadores. La bella Nancy llegó hasta mi corriendo, tenía en el rostro la risa ingenua como los de su familia y movía sus tetas deseadas por todos los chicos del pueblo. ¿Por qué yo, por qué yo precisamente sargent? No es justo. Dios está distraído… pensar los chicanos buenos para nada que quedaron vivos en los suburbios pobres, drogándose, matánose a navaja entre los gangs hispanos los buenos para nada. Yo era un buen chico sargento, la pandilla nuestra me quería y sabían que me esperaba un destino solar en el diamante. Me muero habiendo tocado el trombón a lo Glenn Miller en la banda del colegio. Ni los ice cream de fresa con vainilla que tomé en las fuentes de soda podrían detener la sangre. Todo debía fácil en la expedición y el regreso a casa asegurado, así lo dijeron ustedes sargento. Había sol asegurado, mar de olas inmensas, morenas calientes livianas de ropa, ansiosas de acariciar espaldas salpicadas de pecas pelirrojas y Lucky Strike que es mejor que la yerba que fuman los sucios hispanos.
-Tienes que beber, el helicóptero ya está en camino… son unos pocos minutos… quédate con nosotros.
-De vez en cuando vacunarlos era la consigna para evitarles fiebres tropicales, pasarles películas de Aland Ladd y Charles Bronson. Malditos traidores, cerdos traidores… No era tan malo acá tan cerca de casa. Tío Bob había regresado vivo y con dos cicatrices de Vietnam, me lo contó todo el viejo Bob, menos la noche de la niña que sólo contaba mientras estaba dormido. Cada vez hay más calor sargento y lo que demoran los malditos helicópteros… qué importa que tarde una hora más la evacuación… usted y yo lo sabemos… con estas heridas es demasiado tarde. Hágame un favor especial sargento: esta noche tírese una enfermera por mí ¿quiere? Creo que en esta selva no se puede… bueno… you know. Todo aquí es grande y demasiado, parece reproducirse y crecer como un monstruo. ¿Vio los que me mataron? Tan pequeños y creo que había uno gordo de pop corn entre ellos… no tienen maracas en las manos ni visten camisas estampadas con palmeras de colores como imaginamos, en la jungla se visten como nosotros. Pero quién piensa en sus uniformes… me muero sargent, me muero todo… se están inmovilizando cada uno de los centímetros de mis casi siete pies. Nancy. Qué calor hay Dios mío en este infierno verde, mucho más que aquella tarde mía en el campus de la Universidad. Por dios, se lo suplico: sepúlteme a dos metros de profundidad. No permita que me devoren las fieras hambrientas de la noche ni que los malditos insectos se lleven mi sangre que empieza a pudrirse. ¡Demonios sargento no lo permita! O cualquier otro animal salvaje que no esté catalogado en el Zoo de San Diego ni en Disneylandia. No llore por mi sargento, vamos, usted debe seguir hasta darles su merecido y no es una película. Es poco good mostrar emoción detrás de los Ray-Ban delante de otro hombre y menos cuando tiene las tripas reventadas entre los dedos.
-Quédate con nosotros, anda cuéntame lo que sigue…
-Es el final sargent, los dos lo sabemos, se lo aseguro, hay menos dolor. Pobre Má… demasiadas muertes dentro de la familia en poco tiempo. Pá barrido por un cáncer de laringe hace un año y ahora esta sorpresa inesperada. ¿Usted cree en Dios sargento, escucha sermones de Jimmy Swagart? Pobre Má cuando lea el telegrama. ¿Los seguirán redactando igual que en la segunda guerra, serán parecidos a los enviados cuando lo de Corea? Imagínese: llegará hasta nuestro vecindario el jeep de la policía militar, en segunda y por la calle principal, los chiquillos apenas lo divisen correrán detrás para no perderse detalles. El viejo Fred dejará de lavar su Pontiac anaranjado, el pequeño retardado de los Perry se pondrá a tararear “Bandas y estrellas” mientras despliega en el garaje oscuro por centésima vez la página central de Playboy. Se detendrán frente a nuestro buzón y bajará del jeep un cabo con cara de circunstancia -de preferencia negro- que en vez de repetir lo que le ordenaron decir en el comando mirará a través del tejido transparente y avanzará la mano hacia Má que sólo quiere llorar desconsolada.
-Seguro que tu vecindario es muy bonito, cuéntame de tu vecindario.
-Algunos perros vagabundos mean sin prisa los rosales, la cerca de madera recién pintada, el buzón de esos con banderita de latón iguales a los que aparecen en las películas de Doris Day. Fui un buen soldado sargento, cuéntelo alguna vez a los otros muchachos de la división, los liquidamos a todos, ellos eran más de veinte cerdos acorralados y nosotros apenas seis. Los malditos murieron, de la nada y cuando todo parecía finalizado apareció ese niño que me lanzó la granada sin espoleta a un metro del cuerpo. Un tiro perfecto desde lejos, digno de una final de serie mundial contra los cubanos. Eddie lo partió al medio con el fusil automático y para mí ya era tarde. Me da rabia todo lo que voy a perderme… el ataúd llegando en el depósito del avión y la bandera de my country doblada en triángulo mientras un cadete de Wespoint toca una trompeta gloriosa y funeraria. Tome la identificación, entréguesela a Nancy en sus propias manos, es una orden cariñosa de moribundo sargento, quizá ella la lleve de recuerdo entre sus grandes pechos. Faltan pocas semanas para que empiecen los juegos. ¡Las tardes lindas que voy a perderme! Charlie está entrenando fuerte y es seguro que traerá una medalla de oro a casa. Cáspita, nuestro Estado continúa dando buena sangre yanqui. ¿Cómo se llama exactamente este maldito lugar donde voy a morir sargento? Estoy cansado… Ahora entras tu Johnny…. ve a por ellos y batea como nunca antes en tu vida… si ellos no entienden cómo se juega al beisbol nada pueden entender de libertad y democracia… le pido un último favor sargento aunque no se lo merecen, entiérrelos, prométamelo sargento, nunca pelean de frente pero igual hay que darles sepultura cristiana. Como en las grandes ligas con tardes de calor y pop corn con miel en el telegrama del Estado mayor ahuyénteme esos pájaros extraños granada sargento ya me parecía denme la identificación prepárate ya Johnny que es tu turno y tú las tetas Nancy que te cayó en suerte un bateador zurdo tírasela fuera del estadio lejos muy lejos demasiado lejos…
El sargento Dillinger, un duro sureño auténtico profesional de la muerte del enemigo dejó que una lágrima final se deslizara por su mejilla, camuflada con la renegrida barba de tres días. Como si fuera su hermano menor le cerró los ojos al muerto, se echó atrás el casco moviendo la cabeza varias veces negando con rabia la evidencia de que perdía otro de los hombres bajo sus órdenes. Miró con desprecio el humeante escenario de la emboscada pensando en las terribles represalias con la población civil, hay muertes injustas que deben de pagarse.
-Descansa chico, descansa en paz que Nancy recibirá lo que merece.