VIII) Espía vocacional

Ítalo Calvino resultó eficiente para la legitimación de Felisberto en el dominio editorial y universitario internacional, con la tan reiterada afirmación de que no se parecía a ninguno en cuanto proyecto de escritura, marcando así el perímetro de un imaginario único y el estilo consecuente. La situación se complica cuando a esa fórmula confortable, se la debe argumentar a distancia de la fuente intimidante o la cita del italiano, considerando el estudio insonorizado del pianista. Es ahí que a la técnica reconocible y codificada, se suman aspectos biográficos sugestivos. Asuntos comunes de la vida civil que en otros escritores se anotan de paso y sin que repercutan en la obra de forma inmediata; pero que en FH componen una simbiosis (vida obra) -a la usanza de la crítica de antes- que aparta de modelos comparables. Se puede tentar omitir datos personales teniendo en cuenta sólo estrategias de escritura y aventando la tentación; se puede caer -con beneficio y apetito- en la mecánica causa bio ꞊ consecuencia narrativa o incurrir en la heterodoxia especulativa de la obra que organiza y explica la biografía. Prolongando la penúltima tesis y como casi todos los estudiosos del escritor, fuimos incorporando datos que hacen de él personaje separado y de su vida otra novela virtual que quedó sin editar, a la manera de unas tapas sin libro. De capitulado heterogéneo: interés por la memoria en lo que tiene de imaginación, escenas fundadoras siendo arranque de relato, sensualidad de los sentidos que de tanto ajustarse parecen atrofiados, objetos del cotidiano considerados repertorio fetichista amenazante, primeros acordes anecdóticos de la educación musical, vida sentimental con registro civil y la fascinación que ejercía en mujeres receptivas como si FH les descubriera territorios inexplorados de ellas mismas, el estante en vías de extinción de las primeras ediciones, recepción nacional entre reconocimiento y rechazo, compromiso político anticomunista, anécdotas de gastronomía cotidiana. Hasta circularon rumores de escenas absurdas o surrealistas en su viaje en féretro a la última morada, como si también hubiera dictado buena parte de la leyenda urbana montevideana.

Hace muchos años y para ilustrar la manera como la quimera autor-narrador reconocida -más que buscar temas FH se deslizaba en retablos perturbados emergiendo del buceo con las piezas representadas- probé trabajar con la noción de espía vintage, más afín a los disfraces de Sherlock Holmes que del Aston Martin de James Bond. Simulacro asumido, iniciativa gozada, coexistencia abusiva, usurpador de mensaje confidencial e informe final en forma de relato para mediadores de la Agencia Lectores interesados por la misión del pianista infiltrado. Después en esta vía bromista de microfilms, notas confidenciales en alfabetos crípticos y juego de sombras aparentes, por testimonios tardías de conocidos, revelaciones sorprendentes y algunas novelas, fuimos conociendo la verdad de la milanesa con fritas. Ahí están para no dejarnos mentir La muñeca rusa de Alicia Dujovne Ortiz, África, la muñeca de Felisberto Hernández de Roberto Echavarren y Nombre clave, Patria: una espía del KGB en Uruguay de Raúl Vallarino. O la historia de la costurera de Ceuta conocida en Paris y repatriada como esposa legítima a Montevideo. El pitch resultante de la película es enorme. ¿La española cuando besa es que besa de verdad? La imagen del espía figurante en la narrativa, quedaba aplanada ante un escándalo de intromisión femenina de la guerra fría en la narrativa uruguaya. La topo nuestra cosía para afuera, negociaba en antigüedades y se pintaba las uñas; y sin embargo… considerando la función poética creo que podemos mantener la analogía. Algo de su vocación de los servicios debió de inocularle en sus años de convivencia la astuta María Luisa; todo apunta a que fue mientras duró esa historia de amor rigurosamente vigilado, que el marido abusado escribió los cuentos de Las hortensias y Nadie encendía las lámparas. El esposo cobertura -habría que explorar la pista nada desdeñable de un FH cómplice titiritero- primero va acordando una percepción tendenciosa y si nada aparenta ser premeditado en los objetivos, el narrador/personaje de los cuentos escritos cuando María Luisa, tiene un talento seductor para encuentros fecundos, fomentar casualidades forzando la anécdota, ser invitado en la casa esa del pueblo a la que nadie tiene acceso. Parece afinar la escucha del sacerdote, el analista freudiano y el silencio del músico infiltrado; los vecinos más escarmentados le confían el argumento sin salida de sus traumas; al menos en la instancia del relato quizá ese intruso circunstancial puede aportar alguna luz esclarecedora al misterio del cuarto amarillo. La confían el cometido de ser público del teatrillo secreto, puesto que todo episodio velado sólo accede a la existencia si alguien lo cuenta. En una ciudad literaria mayormente política, mimética, sociológica y testimonial, en la división azarosa de tareas FH se aplicó a excéntricos inofensivos y su ficción proviene de la naturalidad. Sus lectores reincidentes, sabemos que en nuestras familias hay seres entrañables a la deriva podando el árbol genealógico. FH se interesó por la hermana que teje crochet hasta el crepúsculo y de la que nunca se habla, el tío encerrado hace siete años en el altillo del fondo, el pariente músico que afirma que su novia es una espía, lo controla todo el tiempo, habla por teléfono en ruso y al que nadie le cree tamaño disparate en el asado de Navidad. El dispositivo funciona además por la calidad receptiva de los captores sensibles del narrador; los persuade a los casos graves porque los entiende, escucha sin dictar sentencia, compatibiliza habiendo vivido introspecciones similares, sabe que las puestas en escena son sueños y a la representación improvisada hay que buscarle la música apropiada. Tuvo una iniciación precoz a escenografías barriales donde rondaban espectros en una ciudad que a falta de palacios idolatra cementerios; si la religión fracasa en la doctrina para acceder al paraíso de la vida eterna, lo frotó a la factible omnipresente de lo sobrenatural; un milagro sólo se puede aceptar entre los fieles si lo arrulla un cuento verosímil que hipnotice multitudes. Si eso circula entre narrador, personajes y relato es factible que su obra afecte los extremos humanos del circuito más reticentes a las fuerzas del cambio. Felisberto retocó la misión del escritor rondando las pequeñas cofradías secretas incluidas en la sociedad y previno al lector quien, al cerrar el libro observa el barrio, la familia que lo rodea, su propio cuento con otros ojos y se pregunta ¿dónde acaba la ficción realista y comienza lo otro?