IX) El apuntador como personaje secundario
Algunas veces, durante la tarea docente se atraviesa en la preparación de los cursos una temporalidad pausada, como de novelas ejemplares cervantinas. La fluidez del plan es interrumpida, se incorpora un texto exógeno en apariencia que igual cumple funciones laterales en la dramaturgia novelesca.Sería el caso de este capítulo; entonces, la exposición que venía siguiendo cierta metodología meditada llama a una Nota al pie, puesto que es necesario resolver la ecuación del taller literario interpuesta en el camino y preferí hacerlo a la vista del lector.Era una cuestión con dos incógnitas; por un lado observar las razones por las cuales la entidad Felisberto Hernández se había incrustado tan profundo en la ciudad literaria, luego coordinar razones que podríamos llamar sociológicas y otras operando en el interior del texto.Todo comienza en el nombre de pila Felisberto, fijado en los libros con tapas y el efecto vecino con partida de nacimiento, que puede hallarse reflejado en la otra cuadra con el nombre de Macedonio. Luego esa desviación de la trayectoria original de alguien que se había iniciado en una educación musical, con dedos más entrenados con el piano vertical que con la máquina de escribir.
Un segundo kit de explicaciones estaría en la no pertenencia al protocolo canónico de la literatura uruguaya de la época, apuntaría acaso la inversión del sentido del compromiso político de izquierda, que lo lleva al extremo del anticomunismo radial y casarse con una espía soviética; siendo nuestra versión de los cinco topos ingleses del Trinity College, que formaban el círculo de Cambridge y que seguro inspiró la saga George Smiley de John le Carré. Señalemos la no pertenencia a la generación del 45 o cualquier otra generación asociada a fechas, revistas o boliches, concepto operativo de la crítica literaria que está algo apolillado e igual se sigue utilizando. Cierta fuga aconsejable de la barra de los “raros” teorizados por Ángel Rama, concepto que en su generosidad heterodoxa y confortable, puede enlentecer la enumeración de virtudes específicas de los asignados. Luego se enfatizan algunos aspectos biográficos; nada del otro mundo al ser considerados en su perímetro aislado, pero adicionados generan una sinergia de lo uruguayo estimulado por lo contradictorio, al punto de sugerir que estamos ante una vida imaginaria. El encuentro con Supervielle y la experiencia parisina, la novela sentimental con mujeres interesantes y que se le parecen, el catálogo de primeras ediciones que informa de libros objeto y el proceso de legitimación internacional, verificado más por los trabajos universitarios que por la crítica de lanzamiento en el momento de la salida de los libros.
Agregaría el álbum de familia, algunas estupendas fotos vintage con poses poéticas belle époque y otras de escribano ducho en patrimonios de notables arruinados por caballos lentos y cabareteras ligeras.Ello se incorpora o asoma entre los textos desde las primeras lecturas; en lo personal recuerdo el desconcierto al advertir una trinidad operando en cooperación, sociedad o complicidad siendo de los efecto de recepción más sugestivos de su literatura. La permanente alternancia entre un afuera y otro adentro del libro, el antes y el después de la escritura, entre un ingresar y la fuga del reactor escénico del relato. Hernández el autor de cuya existencia dudamos, Felisberto que narra desde el interior incluso mediante un sistema taquigráfico de su invención y el fulano entrometido como personaje enviado en misión.
Marcar territorios es dificultoso e inoperante, parece que debemos resignarnos a admitir esa gestión del trio en movimiento; como estamos ante una poética de conciertos, conferencias, lecturas y recitales se percibe el estímulo constante de la teatralidad. En la vida social lo tienta el protagonismo, reclamando ser el centro de la atención ante los espectadores y en la narrativa prefiere ser apuntador: ese integrante del elenco que, sin estar en apariencia visual, lo mismo controla todo lo que sucede en el escenario. Su voz es el murmullo salvador que lleva adelante los diálogos, tiene el argumento dramático, la cadencia de las entradas actuadas y los desenlaces entre las manos, desde que se levanta el telón hasta que todo ese pequeño mundo hace mutis por el foro.