(IV c) Tzvetan Todorov

Desde una perspectiva teórica de la literatura un tercer aporte de Tzvetan Todorov resulta interesante y pertinente; claro que avanzaremos en los planteos de su libro de referencia, pero solicitarlo en esta circunstancia nos obliga a una suerte de prefacio en el teatro teórico. Me constaba que lo encontraría en toda reflexión abierta sobre la literatura fantástica y al mismo, tiempo en la estupenda colección “Poétique” de ediciones du Seuil de París, dirigida durante años por Gérard Genette. Todorov en un nombre que todo estudioso encuentra en algún momento de su tarea especulativa, cualesquiera sean las disciplinas de trabajo y áreas de interés. Varios dominios de su amplio espectro escapan a mis capacidades, pero hay otros en los cuales y repetidas veces, debí subrayar en destacado color sus libros.

Una breve enumeración me conduce a la teoría literaria, sobre todo las tesis de Mikhaïl Baktine que guiaron mis trabajos sobre Juan Carlos Onetti; luego y para preparar cursos universitarios, lo hallé interesado en cuestiones de antropología sobre el otro extranjero en torno al período colonial, la conquista de América en su extensión destructiva, los campos de exterminio de la segunda guerra mundial, así como la obra inmensa de Goya. Lo evocado es más que el intento de glosar un CV prestigioso cosmopolita para asociarlo a los cuentos tan uruguayos de Felisberto Hernández. Recuerdo que estaba feliz cuando hallaba alguna idea que podían iluminar mi acercamiento al género fantástico, pero luego de terminadas las fichas y cerrado el cuaderno, persistía una palabra faltante en cuanto a las condiciones de producción ¿Por qué él y siendo extranjero, por qué en París y en el año 1970?

Lo bonito es el momento de descubrir que la reflexión crítica, si se prefiere la teoría literaria, es capaz de urdir su propia trama hasta escribir una suerte de meta novela secreta colectiva. Iniciativa que, con la loable intención de aclarar un misterio del género y sus articulaciones textuales, algunas veces lo torna más complejo. El extranjero venido de un país del socialismo real -nació en Sofía en 1939, cuando Felisberto escribía “Por los tiempos de Clemente Coliing”-, el cambio de país y de lengua, los años del auge de la Semiótica (incluye varios dominios desde los sesenta del siglo pasado y nombrarla es suficiente) y la redacción de la tesis de doctorado bajo la dirección de Roland Barthes. Luego la excepcional carrera de investigador, un interés polifónico (curiosidad que se halla con otro swing en los almanaques de Julio Cortázar) y de tanto buscar explicarlo todo, cuando menos se piensa salta la aporía: el dilema de entender el mecanismo de lo inexplicable. El otro momento posible de la epifanía cognitiva que sólo puede permitir el laberinto de la literatura.

Diría entonces un interés personal inducido por las lecturas, un aire del tiempo (1968: Tlatelolco, Mexico D.F. / 1969: Woodstock: Richie Havens, Santana, Canned Heat, Jimi Hendrix), una admiración que juega con riesgo en la línea fronteriza de la interpretación, allí donde se concentran lo verificable con lo otro que sólo puede procesarse mediante la creencia. Claro que el ensayo sobre la literatura fantástica responde a los protocolos de un investigador clásico, igual tiene función preferencial dentro de la bibliografía del género como del autor puesto a prueba. El género fantástico parece insinuar que, por debajo de la deflagración de Mayo del 68, en los subsuelos de la conciencia del mundo visible, se escuchan rasguños entre chillidos de criaturas indescriptibles; seres que se desplazan reptando, acechando agazapados a la espera de que abramos la trampa hipnotizados por la curiosidad.

Todorov (33) retoma el problema desde la base: la definición de los géneros y el lugar de la literatura en sus categorías, lo que está considerado en buena parte del ensayo. Su punto de partida es también la explicación que debe darse a cierto episodio, que por ser insólito en su relato podría ser apenas una ilusión. Si existió realmente pertenece a la realidad maleable que incorpora una nueva ley de excepción que hasta el momento era desconocida.

Si optamos por alguna respuesta damos el asalto a lo extraño, lo maravilloso ya que -y esto se asemeja a una definición-:

“Lo fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural.”  (34)

El mecanismo que Caillois consideraba un recurso del escritor, es para Todorov la clave de lo fantástico. La suya es una definición subsidiaria que atiende a lo fantástico como línea divisoria entre lo extraño y lo maravilloso. Los otros teóricos -afirma Todorov- dan una definición de lo fantástico en tanto sustancia, premisa que él rechaza.

Admite que su definición es algo confusa en cuanto a determinar el sujeto en quien se verifica/encarna esa vacilación. ¿Es el lector o el personaje? Propone algunos ejemplos de lo segundo; el teórico se inclina por atribuir la vacilación más determinante al lector.

Ello requiere una integración preliminar.

“Lo fantástico implica pues una integración del lector con el mundo de los personajes; se define por la percepción ambigua que el propio lector tiene de los acontecimientos relatados.” (35)

El autor plantea, dispone a su capricho los materiales narrativos y la vacilación debe estar fuera o dentro de la obra. Se llega a una identificación del lector precisamente mediante la vacilación de la obra; pero como al interior de lo fantástico, ello no puede tener carácter de Ley.

“Diremos entonces que esta regla de la identificación es una condición facultativa de lo fantástico: este puede existir sin complicarla; pero la mayoría de las obras fantásticas se someten a ella.”  (36)

Haciendo depender Todorov la definición de lo fantástico del “tiempo de una vacilación”, es lógico llegar a una conclusión ambigua.

“Lo fantástico tiene pues una vida llena de peligros, y puede desvanecerse en cualquier momento. Más que un género autónomo, parece situarse en el límite de dos géneros: lo maravilloso y lo extraño.”  (37)

La indecisión se adhiere a la metodología al negarle Todorov autonomía a lo fantástico y analizarlo con otros términos igualmente amenazantes. La nueva clasificación dependerá de la diferente proporcionalidad que tenga los componentes de la triada. El autor marca, también, la diferencia entre una primera y segunda lectura de un texto fantástico.

La identificación que en principio requería, es imposible en la “segunda” lectura por conocerse de antemano los mecanismos que accionaron los efectos del texto.

Sucede entonces una meta lectura en la cual el lector, en lugar de integrarse al clima de la narración se transforma en decodificador de procedimientos.

En lo temático. Todorov aporta una aproximación concreta.

“lo fantástico se define como una percepción particular de acontecimientos extraños.” (38)

Luego de explicar lo que hace extraño a un acontecimiento que llama la atención -se inclina por relaciones lejanas de semejanza u oposición- Todorov concluye:

“sin acontecimientos extraños, lo fantástico no puede ni siquiera darse. Lo fantástico no consiste, por cierto, en esos acontecimientos, pero éstos son para él una condición necesaria.” (39)

Todorov sostiene que la literatura depende de la teoría general de los signos y las tres funciones que le atribuye a lo fantástico dentro de la obra, serían las tres de los signos.

a) “un efecto particular sobre el lector -miedo, horror o simplemente curiosidad- que los otros géneros o formas literarias no pueden suscitar.”

b) “sirve a la narración, mantiene el suspenso.”

c) “Por fin, lo fantástico tiene una función a primera vista tautológico: permite descubrir un universo fantástico, que no tiene, por tal razón, una realidad exterior al lenguaje; la descripción y lo descripto no tienen una naturaleza diferente.” (40)

Anula la distancia entre lo fantástico y lo maravilloso. Atribuye al género una duración histórica limitada y proyectándose sobre su agotamiento, cree encontrar la respuesta en la evolución de la literatura en el Siglo XX y que alteró una elemental regla del juego.

“El hombre “moral” es precisamente un ser fantástico; lo fantástico se convierte en regla, no en excepción.” (41)

Las hipótesis de Todorov resultan más complejas y sutiles de lo que puede hacer pensar este esbozo informativo de manual con transferencia. La aplicación directa de sus planteos a la obra de Felisberto puede justificar un trabajo crítico independiente. El recuerdo de alguna de sus afirmaciones, sumadas a las de Vax y Caillois, apelando estrictamente a un planteo teórico auxiliar y sin tentar una analogía próxima, buscan ilustrar la complejidad del diálogo entre los cuentos de Hernández y los planteos críticos.

Quizá es acertado lo que Todorov propone al final de sus investigaciones.

“La literatura fantástica nos deja entre las manos dos nociones: la de la realidad y la de la literatura, tan insatisfactorias la una como la otra.” (42)

La duda instalada por el evento fantástico, también se puede desplazar al movimiento cruzado entre el instrumento teórico disponible y el corpus narrativo designado como terreno de investigación. Una línea directriz diría que, a mayor información conceptual acumulada aumentan las probabilidades de una interpretación fluida y acertada. Otra diagonal, insinúa que tras la apariencia de una dislocación inocente y reducida que se observa en la obra de nuestro compatriota, se oculta una intensidad poderosa que, para ser iluminada sin fallas en la apreciación, requiere de todos los generadores críticos que circulan en el mercado. Después de mucho tiempo de pensar el asunto, estoy convencido de que la más acertada es la tercera de las hipótesis siendo la más evidente…