X) El límite de los objetos
La mediación con los otros, el mundo real aparente y los laberintos de la vida interior, tiene en los objetos tal cual un factor utilitario, eficaz y simbólico de puesta en común. El reloj del conejo en Alicia en el país de las maravillas cuando no el espejo permeable, la serie Harry el sucio de Magnum 44, el collar de la Reina, el zoo de cristal, la corona, el trono y otros atributos de poder, los lentes de Mahler, Lennon y Harry Potter. La lista puede llenar varias páginas, decantarse en lo personal persistente del trabajo cotidiano, con cuadernos cuadriculados y lapiceras. El recuerdo de los grandes coleccionistas de sellos, monedas, Cuadernos de Marcha y otros trofeos, como el heladero portugués de A Comédia de Deus.
Es sencillo desde las enumeración desplazarse a la obsesión arrastrando una vida, la transferencia, el robo y el fetichismo, la alienación en sus múltiples acepciones. La literatura participa en esa economía de creación y dependencia; en el caso de Felisberto todo parece facilitarse: el piano -por supuesto considerado una máquina de música- y las primeras ediciones suyas, que tienen las virtudes bibliófilas de los libros objeto. Luego, entrando en la narrativa diría que los objetos como categoría saltan a la vista con premeditación y alevosía. Participan de la tensión dramática, retuvieron la atención de casi todos los estudios publicados sobre el compatriota y las tesis universitarias dentro de los estudios literarios. Ocultan y exponen una tendencia uruguaya de tenencia velada, que vemos en el salón exposición del anticuario y la sala de remate de Gomensoro y Castells, las lámparas de la decoración, el erotismo táctil de las telas y la sensación de pertenencia del oro acuñado y las piedras preciosas. Los objetos condensan en varias representaciones la metonimia existencial: el trineo Rosebud de Citizen Kane, El halcón Maltés, la leyenda del Grial, las pistolas Lefaucheux de van Gogh, Verlaine y Rimbaud, Horacio Quiroga y Avelino Arredondo inventando en la plaza Matriz el magnicidio Oriental.
Se advierte en cuanto a los objetos dentro del capítulo y pensando en Felisberto tres temporalidades. La primera es la contemporánea al autor, donde el objeto dice de un mundo privado y del poder de la sociedad capitalista versión rioplatense. El escritor pianista uruguayo introduce en el relato la intuición y la desconfianza ante lo artificial arbitrario que nos rodea, casi un poder gravitacional en sinergia uniendo las palabras y las cosas. En lo personal -como hipótesis de trabajo para los cursos- quedé más fijado en las últimas décadas del siglo pasado, siendo mi interpretación subordinada a las ideas circulando por entonces; bibliografía inspirada por filosofías de la alienación, la emancipación de la obra de arte hasta llegar a la noción del made rare de Duchamp, la memoria infantil de El aprendiz de brujo y operando dentro del auge de la disciplina Semiótica. En el presente, la evolución técnica con la introducción de lo virtual, las impresoras 3D y la reproducción industrial al infinito, parece que las cosas cambiaran; quizá se está acentuado a la vez un desprendimiento y una dependencia mayor tipo Martrix e independencia artificial. En todo caso afecta las criptomonedas, la sexualidad y el deseo -típica encrucijada felisberteana- poblando de nuevos objetos la intimidad. Estamos interpelados cada semana entre catálogos del Sex Shop Tres Cruces y las veredas cambalache de la feria de Piedras Blancas. Siempre hay un Longines para robar en la muñeca de la dama o del caballero, un anillo con iniciales oculto en los cajones de los difuntos, un perfumero de cristal que perteneció a Delmira o Marosa, el recital en el Auditorio Vaz Ferreira de la pianista medalla de oro en el conservatorio de Vladivostok.