XI) Leer también la música

Traté de entablar un legato verosímil entre el capítulo anterior y el presente; el piano considerado objeto mecánico complejo, estrategia para frotarse al público directo y código secreto para ingresar en la intimidad de las familias. La música interviene de manera activa y afecta en nuestro caso al tríptico de la ficción. Define al autor en sociedad de la misma manera que un vendedor de muebles, es condición consustancial de los narradores mutantes que atraviesan su obra aunque parezcan ser el mismo y acerca a los personajes -la música que puede abrir puertas las puertas del infra mundo- en proximidad de escucha. Lo mismo puede considerada como temática de privilegio, un asunto de relato insinuando un sub género con resultados interesantes. Las relaciones entre literatura y música son antiguas como el mito de Orfeo y los recitadores de las leyendas populares, desde Aquiles enojado a las puertas de Troya al gaucho Martín Fierro, que se pone a cantar al compás de la vigüela.

Es curiosa la manera cómo me interesaron desde temprano las historias relativas a la música y sobre las que suelo regresar en tanto lector; seguro que hay en ello una transferencia, compensando la disonancia entre amateurismo de escucha diaria e incapacidad probada para la práctica instrumental. En rápida evocación puedo citar Doctor Faustus de Thomas Mann, El malogrado de Bernhard, La vida breve con su título a lo Manuel de Falla y canciones francesas llevadas a Buenos Aires, El perseguidor de Julio Cortázar, Mozart camino de Praga, los poemas que inspiran los tres ciclos de Schubert y la novela Hammerklavier de Yasmina Reza, que alude a la sonata 29 de LvB. Norah Giraldi fue pionera entre los uruguayos al respecto, llamando la atención y dejando un precedente, iniciando una línea crítica de interacción que se prosigue hasta el presente. Es claro que escuchamos en Felisberto un aire de conservatorio Santa Cecilia, con adolescentes erotizadas mediante el solfeo y el metrónomo, profesores como Clemente Colling arrastrados hasta Montevideo en su viaje de invierno; seguro los estudios de Ferruccio Busoni, acompañamiento de películas mudas en los cines de barrio, actuaciones en Cafés a la moda y exploración de partituras contemporáneas. El campo léxico común parece adecuarse en armonía a la manera de leer Felisberto; escucha atenta y repetición hasta memorizas cada nota con sus bemoles, tema central con variaciones, estructura en partes diferenciadas siguiendo la estructura sonata, frecuentar repertorios de la literatura pianística decimonónica, cuadernos de música, un ejemplar de “Desde el alma” de Rosita Melo con los arreglos de Osvaldo Pugliese, ediciones catalogadas según el austríaco Köchel músico y botánico. Cotejo de interpretaciones según diferentes escuelas, conciertos o recitales, la angustia del solista subiendo al escenario y llegando al acorde final, la eterna lucha entre música de las esferas y el trino de Diablo.