Unas pocas líneas de advertencia a manera de prólogo .
Para un escritor, el teatro es un espacio de libertad que ofrece gratuitamente su uso – como un papel en blanco – a todo aquel que presiente la necesidad del mismo. Parafraseando a Roland Barthes, cuando sentencia que « el mito es un ‘valor’ en sí, no tiene que rendir cuentas a la verdad », podría decirse, substituyendo ‘mito’ por ‘teatro’, que este último puede legítimamente reclamar esa impunidad. Espacio abierto y libre, de acuerdo. Aunque el uso, por supuesto, no garantiza nada, más bien exige. Pero esto es una apuesta común, pues como recomienda enigmáticamente otra prestigiosa referencia (Goethe), esta vez desde la costa Este del Rhin : « Nosotros, todo el mundo en la ruta ».
Para distraídos o desprevenidos, conviene aportar algunas informaciones sobre los personajes nominados en la obra. Aunque evidente, agreguemos que su participación en la misma es ajena a su voluntad. El orden de los detalles no es jerárquico y su identificación una « licencia poética ».
Sara Larocca, actriz (Buenos Aires 1922 – Montevideo 2006). Comunista irredenta durante toda su vida. Vinculada desde su fundación al Teatro El Galpón de Montevideo, durante años fue uno de los dirigentes de la venerable Institución, y su interpretación de Frau Peachum en la « Opera de dos centavos » de Bertolt Brecht fue muy apreciada por sus conciudadanos de la época. « El portazo final de Nora » en la obra de Henri Ibsen « Casa de Muñecas » inspiró su equivalente al abandonar su casa en la obra que nos ocupa.
Romeo Gavioli (Montevideo, 1913-1957) violinista, compositor y cantante de tangos. Su orquesta, empero, se mantuvo unos considerables grados por debajo de sus compinches argentinos.
Amanecer Dotta (Montevideo, 1937- ?) hombre de teatro algo polifacético vinculado a El Galpón.
Elías Alippi, actor (Buenos Aires, 1883-1942). Protagonista en varios filmes argentinos durante los años 40, donde alternósu gestión de empresario teatral con el ejercicio de su actividad actoral. Sobrio, elegante, se destacó en varios filmes como intérprete de una cierta burguesía bonaerense.
Florencio Parravicini (Buenos Aires, 1876-1941). Actor cómico, en el sentido inverso de su compatriota Alippi en la misma época. Se le recuerda sobre todo como precedente del actual género teatral llamado uni-personal.
Hugo del Carril (el hombre de la carretilla, Buenos Aires, 1912-1989). Peronista de la primera época, cantante de tango, tesitura barítono, actor y director del film « Las aguas bajan turbias ».
Otrosi : La escena de la prueba del pantalón de Gavioli es una cordial guiñada a uno de los « dramolettes » de Thomas Bernhard ; y la intrusión del Teniente y los soldados de la Wehrmacht un ejercicio gratuito de esa libertad mencionada al comienzo de estas líneas.
Buena lectura.
In Memoriam Sara Larocca
PROHIBIDO FIJAR CARTELES
(Comedia de un rato de lectura teatral)
La acción se desarrolla entre mayo de 1945 y enero de 2013, aunque no es seguro. Un solo espacio para dos situaciones independientes entre sí: a la derecha del escenario una especie de bar; a la izquierda, un pequeño living con sus muebles habituales y una TV cuya pantalla es invisible al público. Al costado de la mesa del bar hay una pequeña pirámide de pedregullo; al fondo del living, una ventana que se supone orientada a la calle y una puerta lateral que puede ser visible o no. En el bar dos personajes sentados en torno a la mesa: Elías Alippi y Florencio Parraviccini; en el living, Romeo Gavioli, Nora y el hijo de ambos, Amanecer Dotta. Nora y su hijo mirando la TV, que no emite sonido alguno. Más adelante harán irrupción en la escena un teniente y dos soldados de la Wehrmacht, sobrevivientes de la segunda guerra en una isla báltica; además un cartero y el hombre de la carretilla.
Amanecer (va hasta la ventana y observa la calle): – ¿Cuándo van a traer el chocolate?
Nora (luego de un silencio): – Nora abrió la puerta y salió al exterior, a la libertad.
Romeo (leyendo el diario): – Ya lo dijiste.
Nora: – Como Antígona.
Amanecer (volviendo a su lugar): – ¿Cuándo?
Romeo (sin dejar de leer el diario, a Nora): – No había puertas. En esa época, a lo mejor portones. Aunque no creo.
Elías (luego de escuchar con atención algo que se supone dijera Florencio, inaudible, apaga su cigarrillo en el cenicero): – No me convence, Parra. Te concedo el «desencanto», como decís. Pero aun así, tu razonamiento tropieza con un obstáculo. «La marquesa salió a la cinco», ¿por qué no? Hay aquí dos líneas de operaciones distintas que convergen hacia la ofensiva contra la novela y aseguran su eficacia. Una de ellas contra el estilo de información pura y simple, a la moda. La otra contra lo arbitrario de la ficción. ¿Por qué a las cinco y no a la seis, seis y media? Lo que aparece más claro en la posición ampliamente instintiva que adopta en este caso Valéry, es la retracción fundamental del espíritu ante el vicio nativo de todo comienzo absoluto, de toda Génesis. (pausa para servirse un trago). Por supuesto, ningún artista puede ser completamente insensible, incluso si no lo tiene en cuenta, a ese hábito malsano del incipit que influye sobre todas las artes en la organización de la duración.
Amanecer (señalando con el índice la pantalla invisible de la TV): – Miren! Es ese argentino que en el teatro hacía de luna! Es el mismo!
Nora: – ¿Cómo de luna?
Amanecer: – Sí, sí! ¿No se acuerdan? Primero de cuarto, después de media. Y al final de luna llena!.
Nora: – Yo no estaba.
Romeo (sin alzar la vista del diario): – Yo sí. Pero no es argentino. Se fue para allá pero es de acá. Yo lo vi hace años en Arturo Ui.
Nora: – Arturo Ui, Arturo Ui! Nora-se-fue-dando-un-portazo.
Amanecer : – Mamá!
Romeo (lee): – «De los permisos otorgados por el Ministerio de Ganadería para la importación de 2.500 toneladas de tomate entre el 18 de diciembre y el 14 de enero pasados, solamente se efectivó (mueca) el ingreso al país de 472 toneladas, confirmó a la prensa el Director General de la Granja, DIGEGRA». (a Nora y a Amanecer) Es una sigla, DI-GE-GRA. (pausa) «Efectivó». Debe ser del verbo efectivar. Este tipo tiene estilo.
Nora (a Romeo): -Después vamos a probar el pantalón.
Elías: – Sí, pero fijate Parra que fascismo no es lo que censura o impide hablar; fascismo es lo contrario, lo que «impone» hablar. (…) ¿Cómo?
(Por un costado, atravesando el living, entra el hombre de la carretilla, con una carretilla llena de pedregullo. Llega hasta el montículo de pedregullo próximo a la mesa donde se encuentran Florencio y Elías e inclina la carretilla para vaciar la carga. Ninguno de los personajes presentes repara en él. El hombre de la carretilla se va por donde había entrado.)
(Elías está siempre atento a lo que se supone dice Florencio. Pero éste, en todo el «diálogo» con Elías, no solamente está mudo sino que ni siquiera se interesa en su interlocutor. Elías a veces cabecea para afirmar o negar, insinúa una interrupción con la mano, enciende un cigarrillo. Cuando no interviene mima el diálogo inexistente mientras el otro puede mirar el techo o tomar un whisky, como si estuviera solo.)
Elías: – Claro, claro. Pero son apenas un puñado de intelectuales no necesariamente fascistas los que tienen algo que decir sobre «lo que es la música». Ponele Rousseau, Kierkeegard, Nietzsche, Adorno. Un puñadito escandaloso frente al fenómeno de una realidad tan universal donde todo el mundo siente que sin ella -me refiero a la música- nuestro pasaje por la tierra, para decirlo con el énfasis requerido, sería insoportable. Parecería, pero no pretendo afirmarlo, que la música es irreductible al lenguaje. Eh, ¿qué te parece? Irreductible al lenguaje.
Romeo (a Nora): – ¿Cosiste el dobladillo?
(Nora no responde)
Romeo: – El dobladillo, digo.
Amanecer (a nadie, como una reflexión): -¿Por qué hay algo en lugar de nada?
Nora: – No habrá dobladillo.
Amanecer: -Papá, ¿por qué hay algo en lugar de nada?
Romeo: – En esta casa ni siquiera se puede leer el diario. Dobladillo. Un pantalón tiene que tener dobladillo.
Nora: – Eso era antes.
Romeo: – Eso es ahora, Nora (entre perplejo y satisfecho). Já. Ahoranora. Noraahora. Norahó nahorá. Insisto en que el pantalón debe tener un dobladillo.
Elías (después de servir los dos vasos): – No, Parra, no se trata de Rulfo sino de Riquelme. Sí, los dos con erre: ru, ri. Eso es todo. Pero vos confundís épocas, profesión, ambiciones. A quién no puede soportar Maradona es a Riquelme, no a Rulfo, que seguramente no le ha hecho nada. En cambio el estilo del sanjuanino lo saca de las casillas. Como aburrido, esperando terminar el partido de una vez para irse a tomar mate. Porque Maradona tiene algo de facho, como esos escritores que usan signos de exclamación y puntos suspensivos. (breve silencio, como si escuchara algo que dice Florencio)
Amanecer (señalando la pantalla): – Ahí está el Pelusa Sánchez.
Romeo (sin levantar la vista del diario): – ¿Qué Pelusa?
Amanecer: -El Pelusa. Cómo engordó.
Romeo (idem): -Debe comer mucho chocolate.
Elías: -Ah, no. Mirá: el tipo que pone signos de exclamación es alguien que quiere enfatizar; por las dudas, si no entendiste, prender una lamparita más potente para convencerte de lo que escribió y estás leyendo. En general es el mismo que mete tres puntos suspensivos para terminar la frase, como dejándote un espacio para que la termines vos. Un espacio viciado, porque de lo que se trata es de una invitación a la complicidad, no al diálogo. Cuánto más sutil, más «dialéctico», es el punto y coma, o el guión que abre y cierra un paréntesis. Recursos que el del signo de exclamación y los puntos suspensivos desprecia o desconoce.
(Nora, que ha salido de escena, vuelve con un pantalón, tijeras, un metro, alfileres, una tiza; se sienta y manipula todo como quien fija planos, cortes y medidas, costuras.)
Elías: -Un punto y coma es un respiro, una pausa, una apertura a un complemento. Si querés una vacilación. Y no hablemos del guión, que propicia paréntesis reflexivos, a veces contraindicaciones a lo sugerido por el comienzo de la oración. Si no fuera por el actual desprestigio de la palabra, podría incluso decir que aquí se trata de una actitud más «democrática».
Romeo: -Escuchen. (lee) «Para este periodo, el Ministro de Industrias propone utilizar intensamente herramientas de defensa y de eliminación de restricciones para la industria local, según palabras del propio jerarca. Quien agregó que este es un enfoque complementario al de la búsqueda de inversiones. Estas incorporarán lo nuevo y por otro lado defendemos lo existente». Era hora.
Amanecer (que ha ido hasta la ventana): – Ahí paró una camioneta. Deben ser los del chocolate.
(Nora avanza hasta una silla con el pantalón en la mano. El pantalón está lleno de alfileres y se observan varios trazos de tiza.)
Nora: – Bueno, Romeo. Vení.
Amanecer: -No, se van.
Romeo: -Eh, ¿quién se va?
Amanecer: – La camioneta. Se va.
(Romeo dobla el diario y lo deja en el piso. Se saca el pantalón y queda en calzoncillos rayados. Va hasta donde está Nora.)
Nora: – Vamos a ver. Subí.
Romeo: – ¿A dónde?
Nora: -Subí a la silla. ¿Cómo voy a hacer si no?
(Aparece nuevamente el hombre de la carretilla y repite la operación anterior. Desaparece. Mientras tanto Romeo ha subido a la silla y trata de entrar las piernas en el pantalón que aportara Nora)
Elías: – Para un novelista, se trata no de saturar instantáneamente los medios de percepción – como es el caso de la imagen- y conseguir con eso un estado de fascinada pasividad en el espectador, sino solamente de alertar con precisión sobre algunos centros neurálgicos capaces de irradiar, de dinamizar todas las zonas inertes intermediarias.
Romeo (que se ha pinchado con un alfiler): – Ay!
Nora: – No te muevas tanto. (tira hacia abajo las piernas del pantalón y corrige algún pliegue.)
Amanecer (que se ha acercado a sus padres): – Está un poco largo.
Nora: -Largo, largo. Tiene que caer debajo del tobillo.
Romeo: -A ver. Huum. Sí, un poco largo.
Nora: – No te agaches porque entonces se sube. (a su hijo) Y vos dejame tranquila (traza unas líneas con la tiza).
Amanecer: – Ahora un poco corto.
Romeo: – ¿Y si doblo la rodilla?
Nora: – ¿No podés quedarte quieto? A ver, dejame que lo fije con otro alfiler.
Romeo: – Está mejor.
Amanecer: – Mejor.
Elías: – Lo que aspiro de un crítico literario -y pocas veces sucede- es que me diga, a propósito de un libro, dónde se origina el hecho de que la lectura me produce un placer que no admite sustitución alguna. Un libro que me seduce es como una mujer cuyo encanto me seduce: que se vayan al diablo sus antepasados, su lugar de nacimiento, su medio, sus relaciones, su educación, sus amigos de la infancia. Lo que espero de la crítica es la justa inflexión de una voz que me haga sentir que quien la ejerce está enamorado, y enamorado como yo. Siempre leo esperando esa confirmación.
Romeo: -Sí, pero todavía un poco corto.
Amanecer: -Un poco corto.
Nora: -Se puede bajar. (traza una marca con la tiza, se aleja un par de pasos hacia atrás y observa; rodea la silla. Ajusta la parte inferior del pantalón. Suena el timbre de calle).
Amanecer: -Deben ser los chocolates. (va a la puerta; se escucha que dice «gracias»; vuelve a su lugar con las manos vacías).
Romeo: – ¿Quién era?
Amanecer: – El cartero.
Nora: -¿Para quién?
Amanecer: -Para nadie.
Romeo: -¿Cómo para nadie?
Amanecer: -Sí, no traía carta.
Romeo: -¿Y para qué tocó el timbre?
Amanecer: -Para avisar. Para avisar que no había carta.
Romeo (tambaleando en la silla): -Pero los carteros no avisan. Los carteros, si no tienen cartas, no tocan el timbre para avisar que no hay carta. Los carteros llaman a la puerta cuando tienen alguna carta destinada a la gente que vive al otro lado de la puerta.
Nora: – No siempre. Ya ves.
Romeo: -No veo nada. Lo que veo es que ese cartero se toma muchas libertades.
Nora (observando su obra): -Así está mejor.
Romeo: -Sigue un poco largo.
Amanecer: -Largo.
Nora: – ¿Y si lo plegamos aquí?
Romeo: -Huuum.
Elías (citando): -«La ópera italiana, en todo caso el bel canto, sólo resulta interesante si se acentúa su aspecto ridículo», afirma Groucho Marx. Y esto: «Si el hombre no cerrara soberanamente los ojos, dejaría de seguir viendo lo que merece ser visto».
Romeo: – A ver. (…) Más del costado, me parece.
Nora: – Pero la línea de abajo tiene que ser recta.
Romeo: – Lo que pasa es que no tengo los zapatos. Con los zapatos cambia todo. Hijo, pasame los zapatos. (sin bajar de la silla, trata, con mucho desequilibrio, de calzarse).
Amanecer: – Apoyate en el hombro.
Elías: -El contorno de la cosa es la cosa.
( Suena el timbre.)
Amanecer: – Voy a ver.
Romeo: – Si es el cartero que vuelve para decir que no hay carta para nosotros, dejámelo a mí. Yo me encargo.
Amanecer: – Sí, es el cartero (entrando) Pero viene acompañado.
Nora: – ¿Acompañado? ¿Por quién?
Ama: – Por unos soldados que bajaron de un tanque.
Romeo: – ¿Qué tanque? ¿Qué soldados? Ya te dije que yo me encargo. (baja de la silla, sale de escena y vuelve a entrar retrocediendo, seguido por el cartero y dos soldados y un teniente con uniformes de la wehrmacht de los años 40.)
Romeo: – No, no. No quise decir eso. Un malentendido, seguramente.
Teniente: -¿El señor Romeo Gavioli?
Romeo (cabeceando): -Sí, sí…
Teniente: – Heil. (alza el brazo con la palma de la mano hacia adelante. Romeo vacila, hace un par de movimientos con el brazo y termina imitando torpemente el saludo) Quisimos darle este paquete al cartero (señala el paquete que uno de los soldados tiene en las manos) para que se lo entregara a usted. Pero él se negó diciendo que no entrega paquetes ni cartas ni nada.
Nora: -Ya lo sabíamos.
Teniente: -Entonces decidimos (mira a su alrededor). ¿Podemos sentarnos? (agitación de Amanecer y Romeo para despejar un par de sillas como respuesta).
Romeo: -Hijo, en la cocina hay un banquito. Como son cuatro…
Teniente(señalando al cartero): -No se preocupe por él. Por el momento es nuestro prisionero. Ya haremos el informe correspondiente.
(El Teniente y los soldados se sientan. Hay un silencio.)
(Romeo, impaciente, emite unos sonidos guturales.)
Teniente: -En febrero de 1945… Podría avanzar unos años pero es importante que conozcan el comienzo. Ya era la desbandada, como saben. Y nuestro pequeño destacamento en Travemünde, en el Báltico, estaba encargado de vigilar la biblioteca personal del comandante, el coronel Ernst Jünger, que incluía las obras completas de su amigo y colega Julien Gracq. Obedeciendo a planes estratégicos de sus superiores, nuestro comandante se plegó a los mismos y decidió abandonar el lugar ordenándonos expresamente proteger y defender la biblioteca, si fuera necesario con las armas. Biblioteca que hasta ahora sigue intacta pues en todos estos años nadie la ha atacado. Pero si estamos aquí es para cumplir sus últimas instrucciones. Es decir, entregarle este paquete (señala el paquete que uno de los soldados depositara en la mesa). Después de bajar la “barranca de mármol” y de alejarse remando en un botecito hasta el submarino Peral que lo esperaba, nunca más supimos del coronel Ernst Jünger.
Elías: -No hay líneas rectas, Parra. Si por ejemplo vos salís de Bangkok, digamos Bangkok o Las Piedras, siguiendo una orientación determinada y sin desviarte de la supuesta “línea recta”, al final de tu recorrido llegás al punto de partida, Bangkok o Las Piedras. El mundo es una esfera; por lo tanto la recta es una ilusión. Una facilidad de lenguaje inventada por los arquitectos.
Teniente : -Como decía… (se interrumpe y observa detenidamente el pantalón de Romeo) ¿Y eso qué es ? ¿Qué le hicieron al pantalón ?
Romeo : Bueno, ella, Nora, le está haciendo unos arreglos.
Teniente : -A ver, a ver. (inspecciona el pantalón). Pero esto es horrible.
Amanecer : – Horrible.
Nora : -Vos callate.
Teniente : -Yo trabajé unos años con mi tío Helmut. Tenía una sastrería en Potsdam. En el 15 de la Fürstenbergstrasse.
Romeo : – Potsdam.
Amanecer: -Potsdam.
Teniente : -Sí, en la Fürstenbergstrasse.
Romeo : – Fruersterbestrase
Teniente (lo corrige):- Fürs, fürs. Como frank-fur-ter.
Romeo : – Franfruter.
Teniente:- No, franfruter no. Frank-fur-ter. Fü,fü (abre la boca para indicar el sonido), ü, ü. (alza la mano). Heil !
Romeo ( hace muecas para imitar el sonido, pero lo emite mal) : -Fran…. frur…trasse…
Amanecer : Fürstenbergstrasse.
Teniente : (se vuelve y lo señala con el dedo, asintiendo ; comienza a manipular el pantalón y los ajustes que hiciera Nora).
Elías:- La Duras dice que existe un elemento fundamental que a menudo entra en su cine : el negro -no el negro-negro, un tipo negro, sino el negro como color. Y dice que, por supuesto, en sus filmes no hay pleonasmo alguno entre el texto y la imagen, y dice que entre el texto y la imagen ella concibe la inserción de un negro, y que este hueco negro funciona como un pasaje, como un no-pensar, un estado donde el pensamiento oscilaría hasta desaparecer . Desaparición que se integra a otro negro, el negro del orgasmo, la muerte del orgasmo. (breve pausa) Hasta aquí Marguerite. Yo, aclaro : Quien dice la verdad dice la sombra. (se levanta y sale de escena por la derecha.)
(Por el otro costado entra nuevamente el hombre con su carretilla ; vuelca el pedregullo y se va. Mientras tanto el Teniente y Romeo miman una escena en torno al pantalón y los otros dos soldados descubren la TV -se supone que en la isla del Báltico, en los 40, no existía-, la rodean sorprendidos y se quedan observando la imagen invisible para el público. Amanecer se apodera del paquete depositado en la mesa ; lo sopesa, lo agita junto a la oreja ; finalmente lo deposita sin abrir en el piso. Se escucha un ruido de agua corriendo por el WC ; vuelve a entrar Elías y se sienta en el mismo lugar.)
Nora (acercándose al Teniente y a su marido atareados en el pantalón) : -A mí me parece que va a quedar estrecho en las rodillas. ¿Por qué no corrige aquí con unos alfileres ?
Romeo : -Nora, el Capitán sabe lo que hace.
Teniente : -Teniente, no Capitán.
Romeo : -Teniente. (a Nora) En Potsdam su tío tenía una sastrería. En el número 15 de la Franfruterstrasse.
Teniente: – Fürstenbergstrasse. Fürstenbergstrasse. (excedido) Hi ! Hi !
Romeo : -Eso. (a Nora) ¿Por qué no preparás un cafecito ?
Nora (sin moverse): -Nora-se-fue-dando-un-portazo.
(Amanecer y el cartero extraen del bolso de correo un montón de cartas, leen las direcciones y las abren, las intercambian, como un juego. En un momento, Romeo, luchando con el pantalón, empuja involuntariamente con el pie el paquete aportado por los soldados, que aterriza junto a la pila de pedregullo.)
Elías : -Te voy a contar una película. En realidad es una sinopsis : Una muchacha, Verónica Légard, desapareció mientras hacía jogging en la isla de los cisnes, en el Sena, frontera límite entre el XV y el XVI arrondissement -vista aérea de la isla en el Sena-. En la encuesta que siguió, Jeannette, la comisaria -las comisarias están de moda-, descubre que en los últimos tres años desaparecieron otras cuatro mujeres sin dejar rastros. El marido de la primera desaparecida, Roland Liéport, médico y navegante, vive solo en una isla bretona -se escuchan ruidos de olas contra las rocas- y allí se va Jeannette -apresurado taconeo en el pasillo de la comisaría- para empezar su investigación. Pero hete aquí que nuestra comisaria se enamora del bretón -larga caminata de ambos por la playa desierta y amables ladridos del perro que los acompaña, guau, guau-. ¿Habrá un romance entre el médico-navegante y la comisaria ? -se escuchan sugestivos violines, atmósfera de Jean Anouilh, entre leve y grave-.
(El Teniente sigue midiendo y marcando pliegues en el pantalón de Romeo. Son maniobras dócilmente aceptadas por Romeo. Hay también cortes de la tela, alfileres, marcas de tiza, pedazos de tela colgando en el respaldo de la silla, a veces Romeo y el Teniente maniobran en el piso, hincados o Romeo acostado, etc.)
Teniente : -Aquí es donde tiene que ir el dobladillo.
Romeo : -¿Ves, Nora ? El Capitán dice que, el dobladillo,¿oíste ? El dobladillo. Y él, en Potsdam, en el 15 de la fras-tru-furt .., bueno, aprendió el oficio con su tío sastre. Helmut .
(entra de nuevo el hombre arrastrando la carretilla, pero ahora vacía, y empieza a llenarla con el pedregullo acumulado. Sale por donde había entrado. Los otros dos soldados se juntan al cartero y Amanecer, que siguen sacando cartas del bolso de correo y luego de hojearlas las arrojan al piso.)
Teniente : -Helmut decía que no le gustaba nada el estilo italiano ; prefería el prusiano, más sobrio, más viril, decía. Y decía que por eso el dobladillo, porque tiene un peso, una densidad nórdica, decía. Casi luterana, decía. Y yo también lo digo . ¿A quién se le ocurre usar un pantalón sin dobladillo ?
Romeo : -Que lo diga Nora.
Nora : -Yo lo que digo es que Nora-se-fue-dando-un-portazo. (va directamente a la puerta de calle, sale y se escucha un portazo.)
Elías : -De las cosas de las cuales hablamos, Parra, el conocimiento sólo se presenta en estallidos, en relámpagos; el verdadero sentido del texto llega con el redoble muy tardío del trueno.
(suena el timbre de calle)
Amanecer : -Debe ser mamá que se olvidó de la llave (va hasta puerta de entrada).
(Romeo y el Teniente siguen manipulando el pantalón. Romeo, en calzoncillo rayado, observa los cortes longitudinales que el Teniente, en el piso, aplica a una de las piernas del pantalón.)
Amanecer (entrando con una caja de bombones en la mano) : -Era el chocolate ! Por fin ! (abre la caja y ofrece a los dos soldados y al cartero, luego cruza hasta Elías y Parraviccini. El primero acepta, pero Parraviccini niega con la cabeza. Romeo ha trepado a la silla y trata de ponerse el pantalón, que se ha convertido en unas tiras longitudinales que cuelgan hasta los tobillos, como una especie de falda hawaiana. El Teniente lo rodea y ajusta algunos cortes.)
Elías (para sí mismo): -« El arma que hiere es la que cura. »
(Parraviccini se para, va hasta el perchero al fondo del escenario donde cuelgan un sobretodo y un sombrero. Se calza el sobretodo, se acerca a Elías con el sombrero en la mano y lo enfrenta por primera vez) .
Elías : -¿Qué pasa, Parra ?
Parraviccini (pronuncia lentamente, articulando con energía): -Andate a la mierda. (se pone el sombrero, atraviesa el escenario, se cruza con el hombre con su carretilla vacía, y sale. El hombre de la carretilla comienza a apalear el pedregullo que antes acumulara. Como el paquete enviado por Ernst Jünger y aportado por los soldados se encuentra junto al montículo de pedregullo, el hombre de la carretilla lo recoge en la pala y lo arroja con el pedregullo a la carretilla.)
Elías : -¿Y vos, quién sos ?
El hombre de la carretilla : -¿Cómo, no te acordás ?
Elías : -No soy muy fisonomista.
El hombre de la carretilla : -Hugo. Hugo del Carril.
Elías : -Pero claro. Hugo. « Las aguas bajan turbias ». ¿Cómo no me voy a acordar ? Sentate, Hugo. (Hugo se sienta en la silla que ocupara Parraviccini. Elías alza un brazo como llamando a un mozo) ¿Qué tomás ?
Hugo : – Una limonada. (Otro gesto de Elías para llamar al mozo). Con hielo.
Elías : – Allí estaba sentado Parra. Se acaba de ir. Tuvimos una larga discusiôn y de pronto se paró y se fue. No sé lo qué le pasó.
Hugo (mirando hacia un costado, donde debería entrar el mozo) : – No viene nadie.
(Mientras tanto, y desde algún lugar invisible, un ventilador arroja bocanadas de aire que llegan hasta Romeo parado en la silla y ajustando con el Teniente algunos detalles del pantalón recortado en flecos. Los flecos vibran en el aire, mientras los otros dos soldados, el cartero y Amanecer, luego de comer los chocolates, recogen las cartas arrugadas y abiertas desparramadas en el piso y las arrojan dentro del bolso vacío del cartero.)
Elías (a Hugo) : -George Steiner : « Les Antigones », version française, page deux : « Depuis la Révolution Française, tous les grands systèmes philosophiques sont des systèmes tragiques. Tous métaphorisent le postulat théologique de la chute. Les métaphores sont diverses : chez Fichte et Hegel, c’est le concept d’aliénation de soi ; chez Marx, c’est le scénario de l’asservissement économique ; chez Schopenhauer, c’est le diagnostique de la soumission du comportement humain à une volonté coercitive ; chez Nietzsche … »
(el reciente Hugo se incorpora sin interrumpir, recoge su carretilla con el paquete encima y sale atravesando el escenario, mientras que, desde aquí hasta el final, la voz de Elías se va apagando progresivamente hasta volverse inaudible ; en algún momento, cuando la voz ya casi no se escuche, una cinta grabada, esta sí audible, retomará el texto y terminará repitiendo solamente algún fragmento y nombres propios, como una letanía)
« c’est l’analyse de la décadence ; chez Freud, c’est le récit de l’apparition de la névrose et de l’insatisfaction après le crime oedipien original ; chez Heidegger, c’est l’ontologie de la perte de la verité primitive de l’être. Philosopher après Rousseau et Kant, formuler de façon normative, conceptuelle, la condition humaine du point de vue psychologique, sociale et historique, c’est penser de façon « tragique ». C’est trouver dans le théâtre tragique, comme Nietzsche le fit avec Tristan, ‘l’opus metaphysicum par excellence’».
(la audición de este texto se ha ido debilitando hasta desaparecer, suplantado a su vez, como dijimos, por la grabación de la propia voz de Elías en un crescendo sonoro que invade platea y escenario y se apaga bruscamente (tal vez en la reiteración grabada del « opus metaphysicum par excellence ». Luego del elocuente silencio que sucede a la interrupción de la grabación, Romeo, encaramado en la silla, de frente al público y con los flecos de su pantalón agitándose debido al impulso del ventilador, alza el brazo con su palma adelantada y exclama en alta voz):
Romeo : – FRANFRUTER !
(Rápido apagón. En la oscuridad, todos los personajes abandonan la escena. Se ilumina el escenario desierto. Entra nuevamente el hombre de la carretilla para descargar otra vez pedregullo. Sale de escena con la carretilla vacía mientras la luz comienza a descender hasta la oscuridad total.). Seguna versión posible del final : después de descargar el pedregullo, el hombre de la carretilla avanza hacia el centro de la escena, se detiene frente al público y, sonriendo, saluda con la mano en alto Apagón. .
Jorge Musto (allá por el 2015)