Para no excedernos en los ejemplos -todos conocemos lo relativo a Lisboa y los heterónimos de Pessoa- me limitaré a recordar la fusión existente entre Dublín y James Joyce para entender y comenzar a leer la novela contemporánea; que tiene como una de las líneas determinantes la entropía entre el autor, una de sus novelas y la ciudad sublimada. En “El cazador Gracchus amarra en Montevideo” o en cualquier libro que trate o evoque, aunque más no sea de forma indirecta la obra de Franz Kafka, se debe mencionar el plano imaginario de Praga. Es indudable que esa fusión es anterior a Kafka y crece durante la vida de Kafka; después de la muerte de Kafka persiste y mientras se lo siga leyendo en alemán o traducido a otras lenguas se cargara de sentido expansivo al infinito: ciudad donde ocurrió la metamorfosis y pasión sin últimas siete palabras del viajante de comercio Gregorio Samsa.
La tradición, crónica y novela arborescente de Praga tiene tomos de violencia anteriores a la circuncisión del prometido de Felice Bauer, así como capítulos pendientes que están por escribirse en este siglo XXI que recién empieza. Evocar Praga sin Kafka ayuda de manera exponencial a entender el proyecto kafkiano; de la misma manera que la correspondencia a las novias ayuda a entender el trazado femenino del laberinto mental kafkiano. Una sucinta visita guiada a la Praga literaria puede ayudar a salir del ghetto; en el capítulo anterior fue evocado el asunto de la magia en tanto creencia con puesta en escena mediante artificios y si declinación borgeana en el Río de la Plata, porque contrariamente al periodismo y la escritura de la historia, la ficción que combate la obsolescencia se nutre del desarreglo provocador de las heterodoxias. Como advertirá el lector, ahora me detuve en la lectura comentada de dos novelas en las cuales la sospecha de Praga tiene protagonismo escenográfico.
Se trata de “El club Dumas o el regreso de Richelieu” y “El cementerio de Praga”; una se inscribe a fuego en la tradición esotérica reprimida y en su herencia testada en escrituras icónicas enigmáticas, la clandestinidad de las primeras imprentas venecianas expropiadas por el Santo Oficio de la Inquisición y la actualidad de atajos espacio temporales o agujeros negros para abrir las puertas clausuradas. La segunda, con el telón púrpura sangre de fondo de la Revolución Francesa, intentó organizar el origen y genealogía del antisemitismo, así como su articulación complotista llegando a la solución final. Lo mágico aquí es que son novelas si se quiere próximas; una cierra el siglo pasado y otra abre el presente, sus autores gozan de ese cruce extraño por infrecuente de estima y popularidad y ambos – autores y novelas retenidas- confiesan una fidelidad admirativa por la figura de Alejandro Dumas, el género del folletín decimonónico de capa y espada centrándose en dos novelas que se manifiestan y evolucionan determinado la trama principal inventada: Dumas y Augusto Maquet son personajes invitados; así se explica que un libro pueda ser tres e pluribus unum y el otro presentar un escriba con desdoblamiento esquizofrénico de personalidad.
Para Arturo Pérez Reverte se trata de “Los tres mosqueteros”: prototipos de personajes femeninos / malditos fértiles en astucias traicioneras y heroicos aventureros / correspondencias con la realidad porque la vida imita al folletín / manuscrito auténtico del capítulo cuarenta y dos de la novela como oscuro objeto del deseo / sociedades secreta lúdicas y reuniones en un castillo de Meung -sur – Loire con máscaras tipo “Eyes Wide Shut” (un Kubrick de 1999, siete años luego de publicada la obra de Reverte y el mismo año de la adaptación de Polanski) / la peña de lectores alienados que conocen todos los barcos balleneros nombrados en “Moby Dick” / el regreso modélico de Richelieu: sin instigador nunca hay relato interesante / la alabanza del folletín y la sospecha de que la existencia en apoteosis de Dumas (incluyendo fotos tardías con la misteriosa y sensual Adah Menken) no responden al haber firmado otro pacto entre vahos de azufre que el “bon à tirer” de algún folletín. Que Roman (novela en francés) Polanski (objetivo por procuración de la familia Manson) haya llevado al cine la película -dicen algunos- refuerza dicha hipótesis, seguramente falsa.
Umberto Eco, sin renunciar a los personajes novelescos se encamina en arenas movedizas del antisemitismo y se hace circular la información de primera mano -la que escribe- al respeto. Organiza un tríptico eficaz: protagonista de doble personalidad que son dos (yo soy otro) y falsificador que desplaza la doble vertiente del complot desmesurado y la Iglesia demasiado preocupada por el César. Luego la Revolución Francesa removiendo las leyes del juego, en el entendido que como decía el inolvidable Jorge Medina Vidal en el IPA que un texto no se agota en lo que enuncia sino en la realidad que desencadena; la revolución esa es más que francesa, efecto dominó y reacción en cadena al estilo del romano Enrico Fermi, que puede continuarse hasta la revuelta de los chalecos amarillos, pasando por la independencia del continente latinoamericano. Igual el prolífico Dumas es mosquetero que se repite y en Eco la novela insignia de la flota es “José Bálsamo”: el complot internacional para destruir la corona de Francia y la Iglesia desde los fundamentos: LPD / la invención de la escena vertiginosa donde se urde nocturnamente el complot anunciando la mundialización / la lucha encarnizada por el poder espiritual y terrenal con la Iglesia / herencia templaria, venganza templaria con ramificaciones en variadas sociedad esotéricas, desarreglos irreversibles de la personalidad y la masonería al acecho / la participación activa de Dumas en la gesta garibaldina / la poética del folletín circulando entre la ficción, la historia del poder revisitada y el trazado premeditado de acontecimientos futuros: apoderarse del relato / la tradición de la ciencia secreta y su influencia sobre la vida de criaturas frágiles transportadas por la superstición y los pecados de la carne / la construcción de la víctima expiatoria y las dos ciudades: París en tanto nido de todos los posibles desde Karl Marx a Helena Blavatsky y Praga en decorado lúgubre para la pieza montada del complot judío por el control del mundo; que debe combatirse a como dé lugar sin considerar las consecuencias inhumanas. La racionalidad necesaria para entender la historia se frota a la fuerza de potencias irracionales excluidas persistente, como la Inmaculada Conexión y la vía de Sidarta Gautama, los cinco pilares del Islam y la fiesta multitudinaria que honra al dios Ganesh en la India. “La metamorfosis” se publicó en el año 1915 y ese año el Imperio Otomano decide ocuparse de la cuestión armenia y es así que recomienza la dialéctica del eterno retorno.