La del estribo

“La del estribo” pudo haber sido un prólogo, pero se dice postacio porque fue ubicado al final luego del corpus principal del libro. El libro de marras es una versión con tonalidad uruguaya de “Alcools” de Guillaume Apollinaire; casi un ejemplo de eficacia de condiciones de producción, Apollinaire lo escribió a comienzos del siglo pasado, yo hice la más reciente traducción del francés y Gustavo Wojciechowski (editorial Yaugurú) fue el encargado de editarlo en Montevideo. Seguro que sin su cómplice comprensión este libre jamás hubiera existido, el trabajo de pasaje de una lengua a otra habría quedado en alguna libreta o llave USB. Esa es la historia visible del texto; en lo práctico fue Maca que expuso la pertinencia de unas líneas para orientar al lector nuevo, remasterizar la figura del poeta algo olvidado entre nosotros y recordar en el virreinato del Rio de la Plata la importancia que tuvo “Alcools” en la invención de la poesía contemporánea. Estuve de acuerdo, escribirlo me llevó varias semanas de lecturas y otras tantas de escritura condensado la enorme información; no tanto queriendo argumentar la vigencia de Apollinaire que podía prescindir de nuestra tarea, sino para reparar cierta amnesia consentida -como con otros grandes escritores- dentro de la ciudad letrada en lo que tiene de trasmisión.

Lo que había para decir del libro está dicho en el texto epilogal; me dije que era un desacato poner algo de cosecha propia antes de esa maravilla que es “Zone”, decidí que fuera ubicado al final y está bien así. Quizá sería bueno agregar algo sobre la historia invisible del proyecto; todo comenzó con el cruce entre Kafka y Apollinaire caminando las calles de Praga. Hallé en “Zona” una estrofa que era estupenda para iniciar otro trabajo sobre el cazador Gracchus, luego me dejé arrastrar por la épica personal y eléctrica del poema, siguiendo con el libro que despertaba en mí una suerte de llamado. Debía haberme encontrado con ese libro traducido cuando era un debutante estudiante de literatura, “Alcools” es de las experiencias fundadoras de lectura que anulan dudas y relativismos en cuando a la poesía, otras excitaciones de género y exime a la poesía de ponerse al servicio de grupúsculos, alejándose de aceptar la literatura como mera explicación de texto del real aparente. Después llegué al relato “El caminante de Praga”, que trasmitía el espíritu huidizo de una ciudad literaria, mágica y querida. Ignoro la razón para querer traducirlo, pero era íntima y venía trabajando el disco duro desde hace tiempo; estaba lejos de las obligaciones de la docencia universitaria, la resultante es que lo pasé a nuestro dialecto y con cierta felicidad. Ello me dio impulso para intentarlo con el poemario; no descarto -buscando pistas herméticas- la casualidad de que varias veces al mes debo cruzar el puente Mirabeau en ambos sentidos. Podía ser una nueva veta laboral para traducir acaso narrativa, pero es tarde para emprender esa ruta reconvertida y fue entonces que se produjo hace unos dos años la epifanía fortuita de querer transfigurar “Alcools” y sentir que podía hacerlo con cierta habilidad.

La idea ulterior era que el resultado saliera en Montevideo y contacté al único editor uruguayo que podía subirse el carro ese y así fue. En poco más de un año estaba pronta la traducción, en seis meses se preparó el posfacio de salida y se editó el libro; quizá una razón más terrenal era poner en circulación un autor y libro, que son magníficos, para la enseñanza de la literatura y despertar la pasión del misterio escrito entre los estudiantes. La biografía de Apollinaire es ejemplar por novelesca, desde el nacimiento hasta la doble muerte por causa de modernidad y en cada una de sus estaciones; es una aventura apresurada tras la identidad inalcanzable y el afán de ser distinto, no búsqueda estéril autorreferente consumiendo la existencia sino lo contrario: pragmática, activa, moderna tronchando las líneas permeables de demarcación. Apollinaire fue viajero urbano y de trinchera, enamorada vocacional, curioso de otras artes, caminante infatigable tras los misterios de París; dicta conferencias, funda revistas, es animador full time de la vida literaria en la urgencia, amigo y tertuliano, redacta críticas, se interesa por el teatro, crea la palabra surrealista, escribe un clásico de la novela erótica, dibuja los caligramas con lo visual en la poesía, se interesa por el cine, la música y las artes del espectáculo, combatió por el arte moderno, fue tocado en carne propia por la primera guerra mundial en la trinchera y tuvo la osadía de morirse -apenas pasado el medio del camino de la vida- de la peste española. Fue el literato que más se acerca a los grandes nombres, telas, performances, barrios, talleres, amistad, promoción y batallas estridentes de la revolución del arte moderno. Cuando recuerdo la relativa brevedad de su vida, sospecho que descubrió el secreto del tema del doble; tiene una obra inmensa que podía explicarse únicamente aceptando la hipótesis de dos vidas. Seguro que debí haberlo hecho antes pero no era todavía el tiempo; la hora llegó en el 2022 con un poco de atraso, tampoco podíamos dejar un poemario como “Alcools” tan lejos de estudiantes uruguayos y los vates en ciernes. Ya que el francés dejó de ser lengua habitual en nuestra enseñanza siendo pilar de nuestra historia literaria, al menos vislumbrarlo al sesgo, leerlo desde la otra cabeza del puente romano. Apollinaire nació en Roma pero pudo haber nacido en Montevideo, en la zona colonial de la ciudad vieja, allí en la brecha lingüística donde los versos de San Felipe y Santiago se afrancesan para denominarse La Coquette.