Estaba yo saliendo de lides universitarias de docencia e investigación, cuando fui invitado a participar en un coloquio dedicado a la obra de Silvia Baron Supervielle, que tendría lugar en la universidad de Toulon en el mes de octubre del año 2020. Conozco a Silvia desde hace algunos años y acepté presentar una ponencia por amistad, placer literario exógeno en los tiempos del virus y teniendo un año por delante; también por esa ventura de conocer una escritora que tiene la Banda Oriental en el corazón afectivo. Luego se sucederían los trámites prácticos del convite, elección de un corpus convincente, un tema interesante para desarrollar ante un auditorio conocedor y que suele ser complicado de formular con justeza. Considerando que la obra de Silvia bifurca en poesía, narrativa y traducción, debía ubicarme en alguno de esos registros y tratando de adivinar las estrategias de otros intervinientes, que intuí se inclinarían por la vertiente de la poesía. Por empatía de trabajo, conocimiento de protocolos y afinidad creativa elegí la obra en prosa; lo mismo leí toda la poesía en el volumen bilingüe con el título Al margen / En marge, que fuera publicado en Argentina por Adriana Hidalgo editora en el año 2013.
Además de la información que se puede recopilar sobre su obra, desplazamientos vitales, líneas de fuerza de sus temas, la influencia de otras artes, su interés por experimentar con formas contemporáneas de la versificación, hay algo que la explica vinculado al mimo de los orígenes. Nacida en Buenos Aires de ascendencia francesa, viviendo en París desde el año 1961 -en la isla Saint-Louis, quizá el lugar con más duende de la ciudad- ella tiene una afinidad -que reafirma cada vez que evoca su lugar en la cartografía letrada- por la Banda Oriental, que también se llama Uruguay y un cariño reincidente por Montevideo, que más que una ciudad es para ella la casa familiar. Quienes no la conocen pueden pensar que dicho tropismo montevideano es una inflexión circunstancial; yo digo que se trata de algo arraigado creciendo en el tiempo y probado en múltiples ocasiones en el café Le Lutecia de su barrio. Es notorio que ello es un rasgo inusual; ahí había algo misterioso y además de la charla informal debía de haber trazas en la obra editada que son pruebas de amor dejadas por escrito. Ello se reitera en el reportaje que le hizo Francisco Álvez Francese, publicado en la Diaria el 20 de abril del año 2020, con el título “La oriental: entrevista a Silvia Baron Supervielle” y que se puede consultar en el sitio web faf del autor,
Si bien estoy curtido en asuntos de coloquios, igual me agrada ir tras la maravilla que como la liebre puede saltar cuando menos se espera. Paciencia e impaciencia fue la consigna, paciencia para leer la integral de cuentos y novelas de la autora; impaciencia pues pasaban las semanas y el tema parecía rehuirme. Hasta que un día sucede la epifanía que estaba velada en mi ciudad de nacimiento: dentro del damero colonial de la ciudad vieja y en el nomenclátor de la calle Pérez Castellanos, hombre de iglesia, leyes terrenales para la coexistencia y labranza de la patria gaucha. Era una calle predestinada que va desde la Rambla Francia y desemboca en el círculo a las brasas del Mercado del Puerto, ya prontos para el medio y medio de Roldós. En esa calle vivió la madre de Silvia, es ahí de donde salen, a donde regresan los personajes de su narrativa; con más razón, la autora real de Le pont internacional sumisa consentida a ese locus de maternidad. Como se quiere demostrar en la ponencia, no se trata de una cita al pasar necesitada de notas aclaratorias, sino de un tópico asumido con variaciones y que puede aspirar incluso al estatuto de obsesión. En esa calle estaba la puerta de la casa materna, la punta de la madeja de lo que vendrá y ónfalo con puerta cancel que trama la creación. Ninguna escritura rioplatense y más si se admite la escisión feminista actual, ha hecho de ese rincón montevideano la clé de voûte y corazón del reactor donde se apoyan las fuerzas que sustentan la obra. Luego la producción de Silvia se hace arborescente hacia otras preocupaciones temáticas y poéticas, que se pueden observar en el libro recién editado con las ponencias del coloquio “Silvia Baron Supervielle ou le voyaye d’écriture” bajo la dirección de Martine Sagaert y André-Alain Morello, editado en Paris hace unas semanas por Honoré Champion. El Aleph de Borges me pareció un atinado punto de partida, por aquello de concentrar en una casa familiar los posibles de infinitas magias del mundo; luego es cuestión de hallar la música adecuada, escuchar variaciones narrativas del tema, dejar que fluyan las aguas de dos ríos; el que empapa las orillas del virreinato del río de la Plata, el que envuelve las islas de París y pasa por debajo del puente Mirabeau para luego seguir hasta el canal de la Mancha.