V) Autopsia de cadáveres exquisitos
La teoría y la enseñanza establecen su propia dinámica, con movimientos estratégicos, aviesos y de seducción. Algunas veces los textos de relegan o son utilizados apenas como ejemplos de especulaciones individuales; teorías que pueden ser puestas al servicio del lector iniciado y otras que se evaden, volviéndose guía del trabajo universitario o indican un nexo entre personalidad – sexualidad, ideología y ambición pongamos al caso- y una concepción global del mundo incluyendo la literatura. En mi recorrido entendiéndolo como circunvalaciones de un satélite sin luz propia y buscando puertos de amarre vi pasar varias escuelas. La primera fue, entre las que me atrajo, la filología clásica rondando el cruce entre estudios de historia y el interés por las fuentes clásicas. Fueron estimulantes luego las versiones marxistas y enfoques de la sociología, donde era cuestión de superestructura y condiciones de producción; una deriva partidaria del naturalismo y la intuición balzaciana con la tesis XI sobre Feuerbach evangelizando, donde se trataba no sólo de interpretar la literatura sino de transformarla. Luego llegaron las máquinas eficaces de los formalistas rusos, el estructuralismo de inspiración antropológica y la semiótica; en esta última zona, comenzaron a irrumpir otros discursos sobre todo con el cine y los medios masivos de comunicación. Esa tentación de algunos modelos de inspiración matemática era seductora; me quedé a medio camino cuando advertí que se podían aplicar con idéntico resultado a cualquier forma de relato y se evacuaba la cuestión axiológica. Era el tiempo cuanto los teóricos eran más influyentes que los escritores y una jerga intimidante se interponía a la lectura directa, pues la crítica había inventado los sex toys de la lectura. La culpa claro, era de los escritores con un grado de influencia en el riesgo lindando con la dimisión y la audacia requerida en caída libre; buscando más el perfil del lector ideal que agote la edición que renovar el mandato de la originalidad. Los escritores buscaban a los lectores que se marchaban a las imágenes y los teóricos la conceptualización que promueve la invitación a los coloquios. La literatura no tentaba la belleza ni el escándalo, ganaba recompensas y se volvía inofensiva cuando no asumido cómplice de los poderes otrora combativos. Hasta ahí pude llegar en esa compañía, después resultó que los problemas de la reacción se imponían a los de la teoría articulada; seguí sin embargo atento a lo que venía. Las nociones de post modernidad asociado a la decadencia de los discursos, el carrusel con las otras expresiones -algunas muy estimulantes como en el caso de Genette- me parecieron sugestivas y despertaron mi curiosidad.
También me toco escuchar Money for nothing de Dire Straits y ver video clips de Marilyn Manson, todo lo que se quiera de esperpentos y marginalidad -además parece que el tipo era bastante perverso-, bien gore y a años luz negra de mi flaqueza por la bossa nova, igual supusieron un sacudón para repensar las cosas. La imposición industrial todo lo que se quiera, pero en cada toma había algo original y provocador. Ahora, habiendo salido del circuito activo universitario, observo las tendencias racialistas activas, post coloniales, escritura inclusivas, el baile de las identidades (remember The beautiful people y Sweet Dreams versión MM) y habida cuenta de los años que me quedan por delante, declino interesarme por esos asuntos. ¿Cuánto falta para que el Martín Fierro sea acusado de gaucho supremacista blanco, machista por abandono de rancho sin consentimiento y mutilado en sus estrofas por la payada con el afro descendiente? Así, admito que esta visión del capítulo V sobre FH tiene algo de vintage, en mayo propongo dos tanteos vinculados a la tendencia retro de la literatura fantástica. En abril fue la búsqueda de las pistas clásicas y con esos datos retenidos, un profesor de literatura puede dar los cursos hasta el final de sus días; se trata de una operativa mecanicista que aplica una serie de modelos exteriores sobre la página impresa y siempre sale de ahí alguna cosa interesante. Luego está la actitud y la curiosidad, el deseo de intentar -con errores- una metodología propia; partiendo de las lecturas necesarias el joven docente se hace una idea personal e intransferible de la literatura fantástica, una suma de manuales y la fascinación sonámbula que decide hacia dónde encaminamos los pasos al caer la noche. Es un momento de euforia y confusión, peligroso segmento porque nos enfrenta al espejo del deseo y las limitaciones, la mente propia es el primer ratón de laboratorio: somos el primer personaje a estudiar, con la introspección de los autores románticos, el atractivo de los barrios de mala fama y luego el despojamiento. La cuerda floja sin red, el parlamento sin anotador, la música sin partitura, la lectura de Felisberto sin la bibliografía, directo al mentón.
En mi caso fue el pasaje de ser alumno de literatura a estudiante de literatura; evoqué antes las circunstancias del concurso de ingreso al Instituto de Profesores, pero la pertenencia a la ciudad de Montevideo era de gran ayuda y además era lo único que había. En especial por la existencia de un corpus narrativo que, tras la aparente ingenuidad de lo mostrado (resultó una gran trampa para los estudiosos como él fue presa para otros complots) comenzó a destilar los secretos de familia. Es la escena del pianista improvisador que acompaña las imágenes del cine mudo y de repente -sin que nadie este pronto para la pirueta- se ataca una sonata de Scriabin. Algo similar ocurrió, también con otros textos uruguayos cuando crucé novelas de Onetti con tesis de Bakhtine. Toda conclusión es instancia de transición y cada nuevo estudiante debe prepararse a Scriabin, aun siendo citado para acompañar una película de cine mudo en la mansión de Sunset Boulevard, contratado por la señorita Norma Desmond.
Allá por el año 1980 entonces, el fantástico venía de la llamada intertextualidad, de los posibles del texto y tiene algo indefinible siendo creación mental conjunta del lector con un texto, como antes lo fue entre el autor y ese mismo texto que nunca es el mismo. La literatura esa es el interludio fortuito de una máquina de narrar, un paraguas lector sobre la mesita de luz con reliquias óseas y camafeos en los cajoncitos. Después tome notas sobre mi propio catálogo y sobre el cual, en alguna reencarnación futura entraré en detalle.
1) Vivimos a la vez en Minas y Twin Peaks: fire walk with me.
2) La infancia es una hipótesis de escritura y los años donde se juega buena parte la Rayuela de la escalera al cielo.
3) Freud llega con imaginación a la primera puerta de los sueños y hay todavía otras llaves maestras escondidas.
4) Preguntar en Informes por el belga Georges Lemaître que barajó lo imposible con mano maestra.
5) En ficción y cosmología, lo teórico es una pócima necesaria e insuficiente: su efecto energético se agota antes de acceder al misterio, si bien puede señalar el rumbo cierto hacia la perdición ad Astra.
6) Lo que suponemos realidad es una película sin proyección; lo real se nos fue de entre las manos, no tenemos ni la menor idea sobre el origen del universo -parece que hay varios por otra parte- y con la muerte otro tanto.
7) Un relato fantástico es artefacto ilusorio de viajes en el continuum espacio/temporal cuya curvatura crea la gravitación universal.
8) Dijo Étienne Klein en el libro “Discurso sobre el origen del Universo”: “La idea científica del origen nace en el cruce de un postulado -el universo es un objeto que la ciencia puede describir- y de una constatación -el universo está en expansión.” Se le pide al alumno que aplique esa sentencia de inspiración científica a la narrativa de Felisberto Hernández. Tiene cinco horas para entregar el escrito, se pueden consultar líneas de la mano, el vuelo de las aves de paso, el Tarot de Marsella y otros textos excomulgados.
9) La literatura fantástica es una tradición que acompaña el conjunto de la reflexión humana que va desde los átomos a los dioses y el relato de los dioses y los átomo; quien menosprecia la memoria venerable de dicha tradición no merece las derivadas de la imaginación en potencia que adviene.
10) Cervantes creía en Dios, Julio Herrera y Reissig en la Poesía y Dylan Thomas en el whisky: donde menos se espera salta la liebre.
11) Consultar un manual para debutantes sobre las enfermedades mentales, es suficiente en caso contrario y para los primeros apuntes la entrada Esquizofrenia de Wikipedia.
12) El misterio Q regresa: se da el nombre de Quantum a la más pequeña medida indivisible, ya sea de energía, cantidad de movimiento o masa. ¿Cuántas variantes de Quark pueblan el universo? Una ayuda: era el número sagrado de J. S. Bach.
13) Todo extremista de lo real -los obstinados de al pan pan y al vino vino, ver para creer y el reino de este mundo- sabe (se da por sobreentendido) que Max Planck (1858-1947) demostró que el universo es cuántico y no continuo.
La fórmula de Planck dice E ꞊ h. f
E es la energía de la frecuencia / h es la constante de Planck / f es la frecuencia de onda.
Nota I: el tiempo de Planck es 10ˉ⁴³ segundo. La más pequeña medida de tiempo a la cual podemos tener acceso, “más allá de ese límite las leyes físicas cesan de ser válidas”. ¿Qué hora es? ¿Cómo medimos los tiempos de Clemente Colling?
Nota II: la constante de Planck es fascinante como un dios implacable manifestado en fórmula; yo quedo fuera de ese asunto, parado sin reaccionar delante del muro infranqueable.
14) Rod Serling no estaba tan equivocado en eso de las dimensiones plurales; la inocencia de la ciencia ficción, con su obsesión de viajes, conquistas espaciales que terminan mal y criaturas de efectos especiales, tiene la virtud de despejar el camino de los juguetes stars wars tirados por el piso.
15) Para los espíritus incrédulos del más allá y su influencia en nuestro cotidiano, cita con una botella de cachaça Velho Barreiro el 2 de Febrero de 2022 en la playa de Pocitos de Montevideo, a la altura de Buxareo.
16) El imperativo de Creer al menos durante el tiempo de la lectura, con la intensidad de los adoradores de Ganesha cuando hunden la cabeza en las aguas de Ganges. Escribió Horacio Quiroga en 1927: “I) Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo. II) Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.”