Cinco minutos para dar vuelta la página final, una historia se termina y algo diferente que nos contagia comienza. Murió el Dr. Franz Kafka lejos de Praga y tenía cuarenta años, Milena Jesenská escribe el comunicado de prensa dando cuenta a la sociedad del episodio. Ella lo conoció por una traducción en un café de Praga y hasta puede decirse que su correspondencia es más intensa que las pocas horas de intimidad compartida, pero ¿cómo puede evaluarse la fuerza de la pasión amorosa y lo sentido sin dejar escrito por los interesados? Ella tenía 27 años y lo entendió todo en cuanto a la obra de su enamorado por correo, lo sobrevivió 19 años y sería arrastrada por el horror de las peores pesadillas del siglo. El año fue 1924 y al final del libro ronda la sospecha de que, en la barca de Gracchus ronda un polizonte enfermo y tosiendo con sangre mientras el moribundo de la selva negra llega a dársena desconocida; y se cruza sin sospecharlo con el navío espectral del capitán Lautréamont, saliendo de La Coquette rumbo al turbio fondeadero de París, porque tiene allá un rendez-vous impostergable con la muerte.