(IV) la retórica de lo indemostrable

Si este manual estudiantil existe es consecuencia de la originalidad del autor estudiado; que logró reacomodar desde temprano en mi vida la biblioteca, en la medida que modifica el hábito de la lectura y con ello la manera de asimilar la historia, la condición humana y eso que tan bien se dice en el tango “Uno”. Ahora bien, si ser profesor de literatura forma parte del plan de la educación sentimental, se asiste a una duplicación de la lectura; el acceso obligado a la reflexión crítica inspiradora para el diálogo necesaria para acceder a la síntesis personal. Esa conciencia crítica tuvo en mi caso varios momentos; en los años de liceo y gracias a los buenos profesores recuerdo la utopía del helenista; que se concretaba en la lectura de filólogos alemanes del siglo XIX (claro que traducidos) reconstruyendo el mundo homérico de los orígenes, buscando una Troya debajo de la Troya escondida sobre otra Troya precedente. Sucedió después el acercamiento premeditado en el cual estamos, tras los enigmas del fantástico en el ingreso al instituto de profesores; luego, recuerdo el sobresalto ante el programa (bibliografía imponente, redacción perspicaz de las cuestiones, desafío para el estudiante, excitación generalizada entre los candidatos) de la materia “Estética”, que dictaba Carlos Real de Azua en el segundo año de nuestra formación. Ahí se profundizaba en las Letras para que supiéramos en qué lío nos habíamos metido y se abrían nuevos horizontes hacia otros desarreglos que provoca enfrentar la belleza. Entender que la mayor parte de las veces nos rehúye, a veces se la puede sentar en las rodillas y otras puede alienarnos. Había claro en esa empresa la tentación del ensimismamiento, el placer desplazado de permanecer en el gusto de la teorización. Pudo ser mi caso, el antídoto fue comenzar a escribir ficción y en ese momento entendí el juego secreto. La necesidad de la crítica para tender el dispositivo de la literatura fantástica, y que es lo que haremos en la próxima entrega de nuestro Astillero; también tener presente que son relatos como los de FH los que apuran a la crítica al reconocimiento de sus límites, la sospecha de explorar otros territorios necesitados de la buena combinación para abrir el cerrojo. El mandato de transfigurarse de continuo o estancarse en el intento, pues al fin de cada ecuación resuelta persiste otra incógnita indemostrable.