Dos cartografías y carta breve para un largo adiós

PRIMERA CARTOGRAFÍA

Puntapié inicial y objetivos a largo plazo

La primera oración debería tener una promesa inolvidable, el poder oscilante de permanecer en la memoria y doblegar el curso del afluente Olvido. Hace meses que le venía dando vueltas al asunto del Cabaret por varias razones y sean las principales: la motivación para trabajar unas horas diarias en un proyecto relativizando mediaciones, poner pausa en la búsqueda obsesiva del último lector, sacudirme la molestia -en general frustrante- de reeditar títulos que desertaron los tenderetes de Toledo (Uruguay) entre cartapacios usados. Organizar la biblioteca privada facilitando la tarea a quienes vengan después a rematarla al peso, aprovechando los años sin cuenta que faltan para acceder al silencio.

El proyecto de tomar la alternativa en el ruedo internet se redondeó durante el año 2019. Al comienzo del 20 tenía la forma exterior del artefacto, un concepto pertinente al soporte siguiendo la tradición cabaret literario y el nombre para las marquesinas; sin vislumbrar al monstruo que resultaría por dentro: cada laberinto inventa su minotauro particular. Los plazos en la gestión con los poderes invisibles decidieron que fuera abril el mes de la salida, me convenían los tiempos a pesar de ser el mes más cruel. En medio de la empresa llega a la historia el jinete rojo del coronavirus… todo se tiñe de prescindencia, enmascara con urgencia y ordena el confinamiento colectivo. La ficción tenida a distancia se inscribe en lo real y es imposible dejar de pensar en ciudades asediadas por la enfermedad, tropas enemigas o la ira implacable de las divinidades. Una versión mitológica presenta credenciales, la caricatura postmoderna es barrida por magos y encantadores mezclando pócimas medievales, autómatas respiradores de última generación, moléculas mutantes depredadoras que roen los pulmones y detienen el reactor de la respiración; una vez más Shiva desató su danza cósmica, dispuesto a hacer el trabajo sucio.

 En todo período de incertidumbre mientras guerra, pestes, egoísmos y legiones infernales operan implacables, el poder regenerativo de Eros se perfila bajo la forma del Cabaret. Esa dualidad que viene de la mitología y el sicoanálisis, las intermitencias sueño y vigila, erotismo y clausura, noche y día, tragedia y comedia, vida y muerte tienen una poderosa energía regenerativa. Durante las horas esas fugando de la nada la pasión afloja, el músculo duerme y la ambición descansa; nuestro mundo de certitudes es separado por un telón de organza carmesí y se piensa en la vida que se pudo haber tenido. Durante esos intervalos de especulación inmóvil prefiero los cocteles como bebida; entre todos ellos el Negroni, por su procedencia italiana y el color de piedra preciosa: entonces ingresa consolando la playlist virtual al bar mental y oigo músicas que el presente descarta, melodías de Cole Porter y Jobim, algún tango de Arolas… esa tregua voluntaria permite afrontar los tramos restantes del viaje, propone el Cabaret como sociedad anónima y exigua comedia humana que hace compañía. 

La Coquette porque es así como al final del Canto I de Maldoror llama el conde de Lautréamont a Montevideo, la ciudad donde nació Isidore Ducasse en abril de 1846; el nombre era el principio orientador y era de rigor justificar el espacio simbólico. El hijo de Griselda hubiera preferido el tablado al aire libre, fueron los primeros escenarios que descubrió cada verano entre los seis y quince años; el Dr. Mondragón se habría inclinado por una monografía sobre la metáfora del Gran Teatro del Mundo, con tiradas de Calderón y el acto V de Macbeth. En la crisis dialéctica intervinieron otros versos famosos: e igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida… entonces la opción Cabaret fue la respuesta al acertijo con sus incógnitas. La ilusión pasajera en tanto avanza lo nocturno censurado y el carnaval por esas breves horas, parroquia de la vida loca y repertorio inagotable de los excesos. Para pocos debutantes allí se produce la educación sentimental a la madurez -como le ocurrió al cantor de “Pucherito de gallina” que canta Edmundo Rivero- para otros, es la escondida senda donde mueren los elefantes, el último cuplé antes de los cuarteles de invierno. 

Demasiado obvio convengamos como espejo roto de la sociedad dejado en la vereda tropical, sencilla para la moral arrogante que desdeña esa rama injertada del árbol urbano: droga, alcoholismo, corrupción y soborno, chantaje y prostitución, música ligera, espías y travestismo, autoridades corrompidas y clandestinos indocumentados, venganzas rastreras, pasiones imposibles, falsificación de moneda, trabajo zafral de esbirros… y no hay nada sin embargo que condense así la maleable condición humana y su exploración narrativa. Los artistas de la noche protagonizan novelas con nombre cambiado y los clientes arrastran cuentos inconfesables, uno va allí porque quiere, excitante alterne de sumisión y libro albedrío: ¿qué hago aquí? ¿cuánto perdí en el camino, que otra vida vine a buscar, hasta dónde estoy dispuesto a recorrer los círculos? Circulan hombres y mujeres sin cualidades, sufren los sacrificados de la pasión, se cuenta el dinero sin tarjeta y oferta el amor falsificado como botellas prestigiosas. Olemos un perfume rancio de transgresión, voyeurisme medroso curioseando la vida malograda de otros y que nunca viviríamos en carne propia; adentrarse en territorios interpelando la razón: oír el llamado de la zona reprimida del cuerpo y embriagar ese estilo prosaico de manifestarse, consintiendo dar una vuelta por el lado salvaje de la existencia según Lou Reed en 1972. 

La apología del Cabaret hasta sería lúdica, con acordes vintage si no fuera además territorio colonizado por la escritura lo que lo cambia todo. Es tentador lo que allí se encuentra cuando uno sale del pueblo y se quiere olvidar, la danza en sublime de Fred Astaire, los cortes milongueros de Tito Lusiardo –nacido en el Ferrol, como el Caudillo- y la destrucción del mundo a la cadencia Shiva Nataraja. Evoca siete temas febriles en busca de autor, poniendo en escena nuestra condición de comediantes sin bocadillo franqueando el escenario; es barra abarrotada con champanera y callejón sórdido, modelo anatómico a escala donde el tercer hombre está travestido: vi a mozos corpulentos incorporar a Rita Hayworth (Margarita Carmen Cansino) y Sarita Montiel (María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isadora Abad Fernández) porque nada es lo que aparenta en el Cabaret y todo cambia de nombre cuando la vida se maquilla. Podría enumerar librerías y bibliotecas que visité desde la adolescencia; pero con el mismo billete tuve la suerte de visitar algunos libros donde se guardaban arcanos de las historias imborrables. El caballero más famoso de nuestros menesteres fue armado por Juan Palomeque, una suerte de precursor de Hugh Hefner con menos suerte en los negocios. 

Que salten las lágrimas en la lluvia: yo vi a Gilda Mundson Farrell cantar Amado mío en un cabaret de Montevideo y me presentaron a Ricardo Fuentes en un Tango bar de Barcelona. Carlos Tomatis me hizo conocer la noche proteica de Santa Fe y vi en los cafés de Praga trazas de cabaret literarios, de cuando Milena Jesenká tradujo un joven autor que prometía. Escuché a Billy Swann y Santiago Biralbo tocar juntos en el Lady Bird de San Sebastián, por razones que no vienen al caso debí abrir las puertas de la taberna de Pepín Matacríos en el Barrio Chino. Alguien entendido me escribió que nada entendería de México D.F. si antes del terremoto del 85 no visitaba El Capri para mirar bailar a Mara Marú después de medianoche. En el Rick´s Café Americain de Casablanca todos sabemos que había un buen pianista; recuerdo otro músico en el Capablanca barcelonés -antes era el Casbah- tocando la “música callada” de Mompou y se llamaba Rosell, Alberto Rosell. Asistí a la caída del malogrado colega Immanel Roth en Der Blaue Engel, cuando fue a escuchar a Lola-Lola y terminó como un pollo mojado. Un uruguayo con lentes, me previno que si quería avivarme debía ir al Internacional de Montevideo y hablar con Ester; también cruzar el charco, ir al No Name donde el negro Simons prepara las copas, antes de dejarme caer por Eldorado y preguntar por Magda, también conocida como Flor de Té. Era casi el amanecer del mundo en Calcuta, cuando en el Blue Moon vi entrar a Anne-Marie Stratter con su séquito de admiradores, y entendí a los hombres que por ella inmolaron su vida. 

Ahora en el último tramo de la primera charla debo hablar en voz baja, me traen otro Negroni y empieza el turno del pianista a prueba. La melodía inicial es medular tanto como el primer verso de un poema memorizado… arranca “india song” y parece que me hubiera adivinado el pensamiento. Afuera es noche y llueve tanto… es nuestra obligación arrogarnos todos los posibles, por otra parte ¿quién determina el inicio y final de los relatos? 

Después de un siglo supongo que a silencio, exilio y astucia habría que agregarle una cuarta condición evasiva, que andamos buscando varios como si fuera a la vez el veneno y su antídoto. Persiguiendo una licorne que se llama obra total, mil y una noches, libro de arena, el Aleph de la calle Garay en Buenos Aires, y en mis años de estudio se llamaba Architexte en las teorizaciones de Gérard Genette. Una vez más las armas son desiguales y tampoco será la primera vez cuando el Imperio contraataca, en el genérico de Kill Bill 2 hay citados 690 nombres propios. 

 El proyecto La Coquette tiene una duración estimada de tres años, aunque prefiero decir 36 meses porque sólo persiste lo efímero. El Cabaret tiene una ruleta furtiva con 36 números, como 36 son las estratagemas del arte chino de la guerra y todo linga indica las 36 esencias ascendiendo desde la tierra hasta la divinidad. Será también el sitio una imprenta intangible como el polvo de estrellas y comité de lectura restringido por si acaso, seminario periódico sobre autores queridos y taller diagonal de narrativa para quien se interese por las estrategias del relato. El primer año se verán andamios y trazas de la construcción, en el segundo se podría recibir otro público que los amigos y en el tercero, esperamos poder presentar números por lo menos raritos. Los asiduos al Cabaret son gente supersticiosa y cree en cábalas, la suerte esquiva, interpretación de los sueños para la quiniela y amuletos bendecidos, martingalas para sorprender en los casinos del mundo, correspondencias macro micro y la sección áurea, la divina proporción, los versos del soneto, la numerología y otros cubiletes. De ahí la obligación de aclarar las reglas de juego de entrada y contar los puntos a medida que avanza la carambola a tres bandas. “El astillero” propone dos proyectos por año y de esa manera cuando finalice el contrato, podría alcanzarse el seis milagroso recurrido por Bach en suites y partitas. “El club de los narradores” recupera cuentos conocidos en terapia intensiva, recibirá producción dispersa y presumible de los próximos meses; como se dijo en otro momento, siguiendo a guionistas de los Simpson y las danzas de Shiva Nataraja, lo ideal sería llegar a 108 relatos: toda empresa debe proponerse objetivos inalcanzables. En “los ríos ficticios” el objetivo son 21 proyectos -títulos publicados más otros orbitando- y darles la vuelta completa a los puntos del dado de la fortuna; coincidir con el siglo que será religioso o no será y el año siguiente que comienza en pocos meses. 

Marcar como en black jack el límite de apuestas y el fin de partida, tocar el alma dormida de la ficción (dicen que el alma pesa 21 gramos) y crear un corpus literario para futuras autopsias (parece que el cuerpo tiene 21 órganos clásicos y arcanos mayores del Tarot), lo que es maravilloso cuando el pianista se decide, después de algunos tanteos sobre el teclado, por “body and soul”.

Descriptivo y reglas del juego

El presente descriptivo tiene por finalidad allanar la primera consulta del sitio y servir una visión extensiva del Cabaret literario La Coquette. Puede evocar en algunos el manual de instrucciones Ikea para armar una biblioteca de siete cuerpos; si se prefiere, exponer la regulación del tráfico ferroviario de una estación con siete vías. Circulación con cambio de agujas sobre el tendido de cercanías, señales automáticas, cruces entre trazados, desvíos y bifurcaciones, conexiones fuera de horario, redes sensibles e itinerarios aconsejados. 

Con una lectura será suficiente para estar al tanto y puede ser útil para consultas expeditivas en visitas posteriores. Se dispusieron en simultáneo la gestión periódica con alimentación de contenidos y un doble movimiento –exterior <–> interior y traslados domésticos- que deberán tenerse en cuenta, de la misma manera que la lista cambiante de músicos invitados. 

Los visitantes hallaran un ingreso previsto en siete puertas, siendo el reactor del Cabaret los desplazamientos de textos de ficción y otros escritos de crítica literaria. Así como un prototipo a prueba de relato realidad; sin aspirar a la recepción mundializada de las familias Kardashian y Ozzy Osbourne -el príncipe de las tinieblas-, cantante poseído de Black Sabbath y que los adeptos incondicionales continúan cargando en las redes con suceso sostenido.

Vayamos por partes:

1) cartografía del sitio

El primer ambiente del local aloja el soporte conceptual de La Coquette, su carpintería ideológica política y literaria. Señalización de dominios y rutas de navegación aconsejadas, zona de cargas y descargas donde se recuperan segmentos renovados de material entrado. Dietario de dudas y reflexiones que pueden compartirse a medida que pasa el tiempo, la ficción narrativa vaya incrementándose en número y los vientos del retorno inicien su labor dinámica. En la sección previa fijando objetivos se adelantó información al respecto, y con el descriptivo repasado es suficiente para asistir al espectáculo que comienza puntual en cada sesión. 

2) el club de los narradores

Es el feudo heterodoxo de cuentos, relatos breves y otros de media distancia, con tiempo estimado de lectura entre “El infierno tan temido” y “El dinosaurio” de Augusto Monterroso. Reaparece un corpus editado en forma de libro algunos el siglo pasado, otros dispersos en publicaciones variadas a lo que se agregarán inéditos latentes, historias a redactar en los treinta y seis meses venideros, si Shiva lo permite. Los cuentos funcionan primero en una dimensión de círculo cerrado y autosuficiencia. Reconozco que su recuperación el primer año responde a mi criterio subjetivo cambiante, atendiendo a personajes singulares, tema elegido y cuestión técnica a resolver. Son tributo aceptado a la tradición rioplatense del cuento y comedia humana de narradores. Estrategia de literatura menor en la acepción kafkiana y prueba de la brevedad de la vida para escribir todas las novelas, como si ello fuera necesario. En el índice se destaca el título del cuento, del libro donde está y la fecha de la primera edición; habrá en otra sección de paratextos originales la glosa condensada de cada narración. La mecánica posterior se inspiró en el procedimiento del Spider Solitario: cuando hayan aparecido los cuentos que forman un libro, por encanto informático recuperan su unidad original y se desplazan hacia “los ríos ficticios”

3) los ríos ficticios

En esta hidrografía letrada sucede la corriente interactiva del objeto libro en sus avatares tradicionales: novelas todavía en venta, otros ejemplares eclipsadas sin reedición y manuscritos buscando el puerto perdido. Habilita el pasaje del cuento en tanto unidad ensimismada, a otra pluralidad de forma y sentido formando un supra conjunto anecdótico tal como sucedía en la primera edición. Trata del corazón del proyecto y biblioteca central del dispositivo, La Coquette expone su museo de rarezas y se proyecta en los mundos posibles. El procedimiento para el visitante es sencillo, se presenta el inicio del libro para entrar en materia y luego un enlace permite acceder al pdf, sin ruido de referencia periférica distrayendo la navegación.

4) el astillero

Tuve la suerte de conocer por dentro dos astilleros complementarios: el irrecuperable de la novela de Juan Carlos Onetti y los reales de Saint-Nazaire, donde se arman los cruceros más grandes de la historia y que navegan los siete mares sin peligro a la vista. Me pareció una imagen expresiva para inducir la noción de obra en progreso, suerte de taller de escritura de puertas abiertas y redacción sujeta a control, la ocasión de confrontar en tiempo real la evolución de algunos proyectos. Los habrá de dos tipos: narrativos y de crítica literaria. El material propuesto consta de dos partes, textos destinados acaso a la edición y exegesis sobre caliente al margen, ocurrencias que luego se omiten o se pierden por el camino extenuados de amnesia. En este caso evolutivo -a diferencia de cuentos, novelas y ensayos- el comentario del autor forma parte de la pestaña.

5) episodios universitarios

En orden cronológico estricto el profesor de literatura fue anterior al escritor y el lector precedió al profesor. La articulación entre los tres asociados del Cabaret es menos complicada de lo que aparente. Se puede alegar una coexistencia cordial con pocas disputas retenidas en la esfera privada; comparten un lento aprendizaje, la conciencia de que en los textos están y se zanjan los misterios de la literatura: allí está todo lo que hace falta saber. Cuando ocurrió el paso de la enseñanza secundaria a la universitaria se aceleró –por obligaciones docentes- la actividad crítica. Mesas redondas, conferencias, artículos, coloquios, memorias, seminarios e investigaciones requieren una oportuna restauración que ocupará más tiempo del previsto.

6) Inventario XXI y libro mayor

Todo relato tiene un punto de partida en la memoria y la imaginación, es un momento acotado del lenguaje, incorpora lecturas previas y responde a una emoción social o sacudimiento íntimo, a mandatos porfiados del deseo. La ficción tiene banda de audio con varias pistas y erotismo que nunca pasó al acto, bares de hoteles con pianista y encierros depresivos; imitaciones ocultas, saltos al vacío a sabiendas del desastre consecuente y tantas otras cosas: postales del traslado a mundos raros, apuntes a mano alzada sobre escenas soñadas, momentos sublimados o hundidos por la misma escritura. Quizá el denominador común que se pueda compartir sea la propuesta y solución tentada de cuestiones técnicas del oficio rondando la tarea: narrador aspirante a integrar el club, extensión en signos y palabras, punto de vista, oralidad rescatada, personajes inverosímiles, ciudades invisibles y lo otro indefinido que iremos descubriendo. De ahí lo de protocolos, notas, apostillas y anexos.

7) los espejos retrovisores

El séptimo día se reserva al descanso e ida al mercado, espacio público donde afinamos referencias recordando críticas buenas entre las otras, oímos vendedores al grito y paseantes que se estiman profetas. Se cambia moneda en lenguas traducidas y trafica ediciones de referencia, conversando en voz baja sobre proyectos futuros. En el mercado dominical el cuento es infinito y hay un continuará con puntos suspensivos al acecho aguardando la próxima semana. Por eso digo que Diderot decía que un personaje decía, al comienzo de la novela del fatalista, que narra jurando que dice la verdad, que Jacques decía que su capitán decía: todo lo bueno y lo malo que nos sucede aquí abajo está escrito allá arriba.  

Protocolos, notas, apostillas y anexos

En el primer año La Coquette buscará definir el proyecto y entender de qué forma la escritura narrativa se modifica mientras dura el contrato del local. Algunas noches dentro del Cabaret se nota confusión, lo que es lógico siendo que los socios vienen de horizontes diferentes. Uno era profesor de literatura hasta hace poco y quedó afectado por asiduas lecturas de la Teoría, el segundo fue publicitario y de ahí la preocupación por el mercado y el diseño; el tercero sigue siendo escritor y hubiera preferido ser el barman detrás de la barra. Al comienzo despunta un impulso de adecuación a las posibilidades tecnológicas, de la misma manera que ellos tres pasaron de la máquina Brother al ordenador personal; evaluar condiciones de producción -cambios en criterios editoriales, oferta audiovisual, reclutamiento de la crítica y alteraciones en el retrato robot de los lectores- atendiendo al llamado de la aventura variante Dr. Jenkyl: probar el brebajo de laboratorio y evaluar ante el espejo abominable si altera el corpus de la obra. 

En esta primera etapa del Cabaret procedemos a presentaciones de lo que será ampliado en noches posteriores y eludiendo una redacción que sería redundante. Cuando el visitante llegue a “inventario XXI y Libro Mayor” del Menú tendrá tres vías orientadas a cada cuento propuesto, novela, libro de relatos, ensayo crítico bajo el campo magnético del comentario al pie de página. En todos los géneros busqué cerca del autor la correspondencia íntima, alguna indicación distante o pista casual para entender, formular desafíos estéticos extenuantes, proponer deducciones cruzando datos evitándome el error de enunciar lo obvio. Mientras organizaba la defensa de esta sección apelé a la teoría literaria; me formé en esa disciplina, la leí con placer y beneficio como un género de ficción aplicándola a las tareas del oficio. 

Forman una estantería con volúmenes que peligran siendo queridas lágrimas analíticas en la lluvia del caos acumulado: vi opacarse los asteroides Wellek y Warren en la galaxia Gredos, deduje el cometa Félix Martínez Bonati sobre el cielo chileno ante telescopios gigantes orientados al Cosmos. Escuché al capitán Roland Barthes comandando la nave Semiótica en sus viajes hacia los confines de figuras retóricas, secundado por corsarios franceses de su misma calaña. Leí cada informe del comandante Mikhaïl Bakhtine describiendo lunas del sistema poético, bautizadas luego Rabelais, Carnaval y Polifonía… rutas estelares hasta la constelación Chronotope, que brilla por encima de todas las otras cuando fusionan el Tiempo y el Espacio. 

Me interpelan los satélites periféricos gravitando dentro y fuera del libro, que Genette llamó paratextos 1987. ¿Hubiéramos leído como le leyó la novela de Joyce -folletín entre marzo de 1918 y diciembre de 1920, salida en libro el 2 de febrero de 1922 en Paris- si se hubiera titulado de otra manera? La ficción del blog pone en cuestión esas categorías centradas en el objeto libro; la supera siendo que la lectura futura propone otro soporte y la confirma de manera imperial, con nuevos replicantes en una coreografía vertiginosa donde el paratexto recobra protagonismo. Me interrogo -pero es sólo una leve duda antes de la inauguración de La Coquette- sobre el resultado final; más que un Diario siendo tarde para empezar me ubico en otra perspectiva: proponer un nexo conciso con cada texto, anotando la fórmula que llevó a esa resolución. Embarcarme en el submarino Peral explorando la parte invisible del iceberg, visitar la biblioteca del capitán Nemo, que viene de los mismos templos que Shiva el implacable. Lo que me interesa auscultar serían comentarios premeditados del propio autor a sus ficciones, haciendo del paratexto una construcción voluntaria. Se redactan para un ejercicio de memoria y explicación, contribuir a la crónica oblicua de la literatura uruguaya coincidente con la cronología de los textos y forzar el paso -dentro de 36 meses- del comentario como guiñada a otro número con su propio equilibro.

Utilizamos en nuestra empresa sinónimos sin ser intercambiables, son zurcidos textuales en cuatro variantes creando un círculo de fuego. Tres entre ellos forman un reservado diferente, excepto “el astillero” donde el avance requiere una apoyatura próxima siendo el susurro parte del control de aquello que crece. Para quienes visiten el Cabaret considerándolo taller clandestino de escritura, puede ser la oportunidad de cotejar tribulaciones ajenas con las propias. Siempre habrá un dicho convocado por la memoria unido al título integrado y cuando el olvido haya obrado su tarea profiláctica apelaré a la invención. Nuestra tarea perpetua consiste en hacer pasar gato por liebre -ambos animalitos saltaban en la novela de Cervantes- observando las tretas mágicas de la liebre de marzo y el gato de Schrödiger. 

Modo de uso

El blog titulado “Cabaret literario La Coquette” se organiza en tres zonas como se dijo. Breve recordatorio: la primera abarca lo ocurrido aquí mismo al interior de “cartografía del sitio”. Refiere al tráfico privado del trazado mayor, exponiendo motivaciones, finalidades de la empresa y orden de textos subidos; se avanzan instrucciones útiles facilitando desplazamientos por el dispositivo. Ágora virtual evocando responsabilidades, temas retenidos, personajes protagónicos, estrategias de escritura y artistas invitados, así como la cadencia del programa considerando horarios de atención al público. En algún momento del boceto preliminar pudo llamarse archivo literario, gabinete de rarezas, pista de excentricidades, taller narrativo interactivo y museo virtual de manuscritos impublicables; la fórmula retenida se adecua mejor al proyecto en curso. Es página de anuncios donde se adelantan movimientos de textos, ensayos e historias, cambio de programación artística y conexiones con la música, el cine, los media, otras plataformas y soportes literarios. Durante el primer año de actividad mientras aún se ven los andamios, estos párrafos serán posiblemente objeto de supresiones, mejoras e incorporaciones sugeridas. La última entrada “apuntes para un manifiesto” -que el visitante puede pasar de largo si está impaciente- fue retenido para opiniones sobre el oficio, lecturas, accidentes y tribulaciones en el armado del espectáculo: espejo curvo del proyecto, meta Cabaret mientras se define lo que adviene a medida que pasan las semanas y dosificando noticias sobre otros libros en escritura.

La zona dos comprende tres orientaciones, es despojada y concreta reproduciendo textos sin notas ni reflexiones dejándolos a la intemperie. “El club de los narradores” está destinado a cuentos y relatos breves, “los ríos ficticios” es virreinato de documentos extensos –novelas, relatos de media distancia y libros de cuentos- a medida que son fichados en la Biblioteca sin estantes; “el astillero” muestra lo que flota en proceso, membrana conectando notas y versión definitiva, “los episodios universitarios” archiva estudios críticos, memorias de grado y ensayos redactados durante años de docencia. En complemente a lo anterior (exceptuando “el astillero” que tiene su mecánica propia) abrimos una ventana de disquisiciones sobre textos de ficción tendiendo a un subgénero en susurro.

La tercera articulación “los espejos retrovisores” es bazar y mercado, feria vecinal de Tristán Narvaja de los domingos, calle de intercambio con la sociedad y visitantes. Boletería y ropería del Cabaret, gestión de reservas, bienvenida a clientes que pidieron mesa cerca del escenario y curiosos que se arriman a la barra con desconfianza. Se da cuenta de las novedades del mundo editorial, así como la réplica crítica cuando ello sucede: correo de lectores, cuaderno de reclamaciones, grafiti en contramuros y bolsa de arena del gimnasio L´Avenir para amortiguar los golpes.

En esta sección “modo de uso” se dará cuenta de cada intervención cambiando el paradigma y decidida por la dirección del Cabaret. Parroquianos de paso y socios con tarjeta fidelidad La Coquette tendrán derecho a una cronología de intervenciones y al detalle de ficciones agregadas en cada nuevo espectáculo; se concentra aquí la contabilidad, programación clara para que la lectura avance sin obstáculos o interferencias que distraigan. 

Apuntes para un manifiesto y dietario informal

Dicho lo cual eran varios los obstáculos materiales para abrir un Cabaret y puede que estemos ante otra asonada sin consecuencias. El remake de la escena entre Burt Lancaster y Alain Delon, donde se impone la regla de que todo cambie para que todo permanezca igual. A mis veinte años estaría escribiendo algo parecido en una Olivetti Lettera 22 y ahora lo hago en un ordenador coreano; desde el encierro de una peste que dicen creada con alas de murciélago y le da a Paris –más aún luego del fuego revelador de Notre Dame y los atentados, los sábados de chalecos amarillos con su corte de tuertos de por vida- un aire de video game maléfico. Son meridianas las alteraciones delatadas en la conciencia del lector y el mercado del libro, axiología editorial, mediación crítica y propósitos de la escritura; nada será como antes en la conexión de los circuitos y condiciones de producción. Existe estoy seguro una discusión profusa sobre el canje entre libro y redes sociales; para opinar era imperativo infiltrarse en el dédalo de la máquina, fue así que escuché androides de sucesivas generaciones versión Matrix, Ghost in the Shell y vi los mejores cerebros calcinados adentro de Avalón y cotejados al Terminator austríaco: I’ll be back… ello mientras el ingenio más eficaz para diezmar la humanidad en estas mismas horas es invisible a los ojos. Habría que replicar si queremos tener una oportunidad de rescate, con el submarino “Proteus” del modelo 1966 donde Raquel Welch y Stephen Boyd formaban parte del equipaje. 

Sin la voluntad del hacedor cuando opera el dominio público, todo escrito existente se halla circulando en la red con fotos robadas y subidas por anónimos interesados, libros de ocasión ofertados en las antípodas del mundo conocido, versión numérica de medios de prensa y ensayos de los comparatistas, pues casi nadie edita revistas universitarias. Lo removedor e incontrolable es la forma como la revolución numérica afecta la creación, el gesto de escribir y los textos consecuentes. Dicha modernidad 5G nos adeuda otras promesas ambivalentes y menos sedantes de lo vaticinado relativas al final de la Historia. En la lucha Sumo dentro del círculo ritual -otro ouroboros…- por presagiar el futuro, nos impusieron que el vencedor era Francis Fukuyama por K.O. y resultó ser Shinji Mikami de Resident Evil. El pasado supersticioso que se daba por liquidado bajo tierra regresa mediante avatares espectrales y rituales, vampiros contra zombis; el Michael Jackson inmortal será un muerto viviente con zoquetes blancos y Vincent Price en off contando la leyenda. La situación confusa -la historia vuelve a repetirse- es la definida por Gramsci en los Cuadernos de la cárcel, fórmula perfecta que de tanto citarla se recarga de sentido al infinito: “La crisi consiste appunto nel fatto che in vecchio muore e il nuovo no può nascere: in questo interregno si verificano i fenomeni morbosi più svariati.”

En otra época pasado con muchos años menos mi gesto inicial habría sido subir al escenario del Cabaret, declamar sin micrófono un Manifiesto sobre la ficción en la Red y operar en consecuencia; que once Tesis sobre La Coquette siguieran el modelo Feuerbach evaluando el dilema interpretar y transformar. La situación actual se presenta amenazante para los viejos histriones siendo a la vez fascinante por la falta de red bajo el trapecio balanceándose: Per aspera ad Astra, hubiera dicho mi querido amigo Juan Introini. Lo único que lamento es no tener 36 abriles que no volverán para tirar los dados cargados sobre el paño, apostar haciendo trampa por el principio de incertidumbre como vehículo creativo; mientras huelo que la batalla recomienza, el enemigo da señas de apatía lo que es excitante y me convenzo de que podemos abatirlo en pleno vuelo. Eso de la inventiva reinventada seguro ocurrió en otra trama de la red, tal vez parecidas tribulaciones sobre latencias narrativas comenzaron el siglo pasado y la incógnita la está dilucidando una muchacha nipona dibujante de mangas, un forofo de The Sisters of Mercy reconvertido a la ecología, sin olvidar el toque rapero con la pura de una barriada latina de la frontera Norte. Ningún cerebro humano ni de los otros, como Deep Blue que venció a Kasparov en 36 movidas del croata nacionalizado, están en condiciones de conectarse con tanta información. 

Sobre esas paradojas del relato es que volveremos en esta sección en los próximo 36 meses, sabiendo que la tectónica de las placas literarias está en actividad. Es posible que dentro de tres años y antes de salir de la pista, alcancemos corolarios que valga la pena compartir sobre el temblor pasado presente de los Cuatro Cuartetos, el intercambio de Salinas entre tradición y originalidad en Manrique. Debemos hacer también un alto en la puerta del CERN en Suiza donde se persigue la molécula del origen: cacería de componentes últimos de la materia y fuerzas al acecho a través de las que interaccionan. En el 2004 se instala allí la estatua de Shiva rodeada del círculo de llamas regalo de la India; en 2012 se confirma dentro del anillo acelerador de partículas la verdad del boson de Higgs, la partícula de dios circulando en los límites de materia y pensamiento. Las grandes novelas del siglo XXI parecen que se estuvieran escribiendo lejos de nuestras bibliotecas apolilladas.

Pensando qué hacer en los últimos meses me sentía en la noche del teniente T. E. Lawrence cuando -luego de hablar con el príncipe Fayçal y que era el enorme Sir Alec Guinness- se retira al desierto a esperar hasta que al amanecer adviene la epifanía: Áqaba por tierra, porque es inimaginable. En esa reflexión menos heroica y con arena prisionera cayendo por ley de gravedad entraron en juego ciertos cuidados. Dadas las circunstancias el sitio no debía ser estrategia de apoyo comunicacional sino avatar de la obra a venir, considerar el tiempo dispensado y la fatiga como si se tratara del artefacto de un prototipo a precisar. Se cumplían veinte años de “Montevideo sin Oriana” (“Ahora que de casi todo hace ya veinte años”, decía Jaime Gil de Biedma) y decidí distribuir una edición remasterizada. La oportunidad de operaciones mágicas en un número de Cabaret ilusionista, que podía llamarse “el cuento transportado”; los relatos que integran libros editados en otro siglo reaparecen: fe en ánimas narradas, tripulaciones traspapeladas de submarinos saliendo a superficie, liberar personajes cautivos en el correccional. La invención del lector cero así como hay grado cero de la escritura, paciente cero de nuevas plagas, el sospechoso cero de crímenes recientes y el cero de la energía cósmica. 

El gran adversario en este nuevo Escenario de operaciones es la cantidad de narradores bajo apariencia de simplicidad condensada; durante las veinte primeras temporadas de los Simpson (“Ahora que de casi todo hace ya veinte años”) intervinieron ciento ocho (108) guionistas, con lo cual la idea inocente del creador solitario ante la hoja en blanco salta en mil pedazos ante el relato industrial. Esa constancia puede llevar al inmovilismo estéril, la deserción con el lápiz entre las patas o el mimetismo por imposición de risa forzada. La estrategia es refutar la intimidación ante esa cifra de Legión al servicio del Homero amarillo y robarles la tinta a los dioses imperiales; aunque para ello haya que ir a otras mitologías intraducibles y más lejos hasta el agotamiento buscando la fuerza replicante: 108 dioses del hinduismo, la fórmula 108 del mantra ininterrumpido y 108 cuentas del mala tibetano. Cuando debe apelarse a recursos superiores, dejar a Shiva Nataraja ejecutar sus 108 danzas tandava destruyendo aquello que es necesario destruir para salvar el mundo.

Por ampliación de informes los visitantes pueden dirigirse a la ventanilla “espejos retrovisores”. Si otras entradas de la “cartografía del sitio” son algo lentas, será en este terreno que estamos reconociendo donde aterrizarán consideraciones, avionetas camufladas, notas sueltas, apuntes en servilletas de papel, fallos de apreciación y tanteos tendientes al manifiesto demorado por averiguaciones: pa’ que bailen los muchachos via’ tocarte bandoneón… ¡la vida es una milonga! 

J.C.M

Abril 2020

SEGUNDA CARTOGRAFÍA

I) Ya pasaron dieciocho meses desde la primera entrega del Cabaret Literario la Coquette, fue en abril del 2020, es decir que alcanzamos la mitad del proyecto integral estimado en tres años de circulación de contenidos. Por esa razón de simetría, hemos realizado algunas modificaciones en el sitio; acomodos de secciones sensibilizando el paso del tiempo, facilitando la navegación y reordenando contenidos según los retornos que fuimos teniendo. La experiencia de trabajar en otros circuitos vedados para un escritor de mis años, de imprenta y manuscrito encuadernado -estar en la red sin red protectora, atravesar una nube virtual sin la estrella del Sur- ha sido una experiencia estimulante, que obligó a considerar el equilibro entre mirada retrospectiva de lo hecho y desafío de nuevas aventuras.

II) La cartografía original donde se decidió el grado cero de la idea Cabaret, se definieron objetivos literarios y de política cultural (así como la explicación del nombre del sitio) abandona esta primera zona de lectura; se desplaza mañana -o pasado sin falta- a la sección Archivos. Veremos, durante el próximo año y medio si aquellos propósitos excesivos se cumplen según la promesa; recuerdo haber escrito al respecto algunos párrafos felices, insinuando una estética vitalista, explorando mediante ejemplos clásicos las relaciones peligrosas entre inspiración de los poetas y espectáculo del cabaret real, más todavía cuando la escena se vuelve metáfora del mundo. El resto de lo ocurrido durante el accidentado viaje hacia final de la noche -todo Cabaret tiene un espectáculo visible y otras tramas secretas-, es cuestión de músicos, narradores, lectores confundidos entre espías dobles y ángeles azules.

III) Siendo pronto para hacer un balance definitivo de la experiencia, es lo mismo aconsejable hacer un diagnóstico de etapa intermedia y parada técnica en la ruta. Sin duda, cuando el último espectáculo baje de cartelera habrá un testimonio escrito de lo hecho en internet durante tres años; algunos días pienso que la novela de la empresa podría caber en un breve ensayo. Más allá de la opción y dificultades de participar en las nuevas tecnologías, diría que la experiencia resultó agradable; obligó a la tarea diaria de planificación del programa mensual, edición de trabajos de otros universos, búsqueda de partituras, contacto periódico con escritores uruguayos, esperando llegar a tiempo cada día 23 para lanzar la programación. Ello fue posible por la buena disposición literaria y eficacia paciente de Bruno Millán Narotzky, el diseñador a quien le doy las gracias. Por ahora, el dios Shiva Nataraja nos permite continuar la danza ritual con sus buenos auspicios.

IV) Lo vivido en los últimos tiempos trastocó todo el circuito editorial, desarmó tiempos de creación, equipos de distribución y la hora del lector; eso en relación a los libros y el resto parece una colección de títulos de ciencia ficción: hablo de la sensación de peste mundializada circulando, donde un virus es tan potente como el planeta Google, profilaxis del cuerpo individual con máscaras chinas en encierros, crisis del discurso científico, fracturas de sistemas políticos, retroceso a creencias primitivas y aceleración del transhumanismo. En los meses del Cabaret cerrado por órdenes superiores y confinamiento del personal, me dediqué a darle una segunda oportunidad a cuentos y relatos de décadas pasadas; mejorados en la medida de lo posible. Algunas novelas se fueron presentando en una cadencia de folletín; los trabajos universitarios -que tienen una vida más efímera que las mariposas- pudieron sobrevivir y quizá sean retenidos en futuras bibliografías.

V) Quienes conocen el sitio de antes, saben del funcionamiento y para los nuevos que se conectan, es oportuno recordar el índice de contenidos para guiarse en la búsqueda.

SEGUNDA CARTOGRAFÍA / Se rediseña la presentación general del sitio con ingresos nuevos a manera de información actualizada; se reitera la guía de funcionamiento facilitando la navegación y en esta ocasión evitamos multiplicar secciones yendo a lo concreto.

PROGRAMACIÓN DEL MES / El 23 de cada mes se envía una invitación sintética que llega sólo a la lista de inscriptos en el sitio. En la programación del mes nos detenemos detallando contenidos, con atención especial a los escritores Visitantes del mes. Se enumera la banda de audio, las músicas conectadas abriendo cada sección; play list ecléctica y personal renovable cada tres meses como en todo Cabaret que se precie.

EL CLUB DE LOS NARRADORES / Es el módulo dedicada a los cuentos en un orden distinto al de los libros originales y van apareciendo según el espíritu cambiante de cada entrega. Alguna vez fueron tres si son breves, la mayoría de las veces con uno o dos es suficiente. Los textos fueron restaurados en sus imperfecciones primeras, pertenecen a un dominio donde el autor se diluye, dando paso a narradores diferentes, que tienen sus propias obsesiones temáticas y estrategias narrativas heterodoxas.

VISITANTES / Es el acontecimiento inesperado en el plan original y todo comenzó en una charla con el amigo Jorge Musto; yo le contaba lo que era aún un proyecto de sitio web y él me comentó que tenía un texto que podía funcionar. La sugerencia de Musto fue luminosa: el Cabaret tenía que ser también los otros, de preferencia escritores uruguayos. Así expliqué y pedí colaboraciones a mis amigos de la agenda; luego recuperé referencias, vi videos de uruguayos leyendo, pedí correos mail. Se fueron sumando visitas y es sorprendente la variedad dando un panorama informal de la literatura uruguaya actual. La única condición es el deseo de participar, hay veteranos y jóvenes, plumas en plena vitalidad y maestros queridos que son espectros, pequeñas editoriales, poetas y narradores, nombres con prestigio internacional y otros comenzando la aventura. A cada uno se lo expresé en su momento y quiero reiterarles mi agradecimiento; a quienes todavía no conozco, decirles que La Coquette les tiene una mesa reservada.

LOS RIOS FICTICIOS / Es la crónica informal de novelas y libros de cuento; algunas con crítica y otras traducidas, las hay que cruzaron su salida al mercado sin pena ni gloria y otras fueron olvidadas. Dos de las primeras salieron tal cual; luego, para las más extensas, la estrategia fue presentarlas por entregas mensuales. Quizá los lectores preciosos que nunca hallaron en soporte papel, los encuentren en pantalla versión pdf. Es estupendo tener esta oportunidad de no achacarle a nadie el silencio del retorno, nunca creí que pudiera existir lo fantástico que tenía el Aleph borgeano de la calle Garay en Buenos Aires. No excluyo incluir alguna sorpresa dentro de la sección en los próximos meses.

ASTILLERO / Aquí estaría el estadio embrionario de algunos proyectos, tanto de narrativa como de crítica literaria. Todavía están en la escritura del taller y laboratorio, los comités editoriales andan ocupados en otras galeradas y puede que nunca lleguen al libro. A veces nos salteamos algunos meses en el avance, pero haberlo hecho circular ya es un compromiso y solo resta seguir adelante con disciplina hasta el último párrafo. La sección presenta dos partes, “la escritura en proceso” donde se presenta el texto visible y el “diario de la obra” que son los comentarios privados sobre los avances. El caso más reciente fue “Mi primer Felisberto”, reconstrucción de viejos apuntes, trabajo con intención docente; las apostillas son anexo introspectivo ayudando a la inteligencia del ensayo.

ENSAYOS CRITICOS / La vida de estudiante, los inicios en la actividad docente y el armado del CV para tener trabajo me llevaron a una actividad pública sobre los escritos de otros: ensayos, tesis, encargos, presentaciones, prólogos, coloquios y otras mesas redondas. Luego de tantos años -también lo digo por muchos colegas que frecuenté- esa tarea tiene algo de pasión inútil; como si se diluyera en revistas olvidadas, grabaciones perdidas, copias carbónico devoradas por la polilla, imposibilidad real de consultar todos los sitios en línea. Dar clases fue mi oficio durante medio siglo, por eso quise rescatar algunas de esas divagaciones, en especial las que anuncian tribulaciones que luego se hicieron narración.

NOTAS, APOSTILLAS Y ANEXOS / A medio camino andado no tengo demasiado claro lo que ocurre en este apartado. Creo que se viene formando un corpus satelital de breves comentarios a cada texto, ya sea cuento -todos los cuentos- ,cada una de las novelas- y trabajos críticos. Deben oscilar en un sitio intermedio entre una idea de la escritura, la biografía impregnada en la escritura y un panorama -junto a retratos de los Visitantes- de la literatura uruguaya en el período que nos tocó vivir.

ARCHIVOS / En La Coquette nada se pierde y casi todo se archiva. Aquí se encuentran los “diarios de la obra” de proyectos pasados por Astillero, cartografía original, programaciones de cada mes desde abril 2020 e índice de las bandas de audio.

VI) Queda pendiente pero nunca olvidada, una reflexión más extensa sobre ciertos aspectos presentados en la evaluación del proyecto, pienso en especial el cruce conflictivo entre lo escrito y las nuevas tecnologías. La oferta actual es inmensa e inabarcable, debo aceptar pensando en la lucidez que todo el circuito está alterado: el lugar del novelista en la sociedad, las políticas editoriales, el circuito comercial de lo que antes se llamaban librerías, la formación e impacto de influencia de la crítica periódica, el perfil del lector, el relato circulando en imágenes, la información en continuado, ese teléfono embrujado que siempre va conmigo. Ello se advierte -puede que en modo submarino- en la escritura de las ficciones que están siendo desmontadas en el taller. Uno nunca está seguro de tener las buenas respuestas, en las actuales circunstancias, quizá la astucia Dedalus consiste en formular las buenas interrogantes, que ya es toda una tarea. Una vez más, siguiendo el ejemplo de los maestros admirados, tomar el atajo de lo inesperado; considerar el Cabaret Literario La Coquette obra cerrada y autosuficiente, variante de antiguas enciclopedias y libros de arena, la bibliografía historiando el planeta Solaris y la memoria humana del androide Roy Batty: yo he leído “Lo imborrable”, “El libro del desasosiego”, “El doctor Faustus” y “Constelación del Navío”… escuché tangos de Julio de Caro con Galmés y Paternain… todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.

VII) Estamos en diciembre del 2021 mientras el año se vuelve crepuscular, ingresando en la segunda mitad del proyecto La Coquette y está ocurriendo una modificación de relevancia en el sistema. La sinergia de la literatura sumada durante dieciocho meses -revisiones, autores glosados, poetas y narradores- abre otras fronteras que las geográficas. Hace unas semanas, consultando videos sobre literatura uruguaya, di con una evocación de Amanda Berenguer en ocasión del centenario de su nacimiento. La conexión fue inmediata y recordé la voz de Amanda que siempre me llamaba por el apellido; ella se hizo presente indicándome la biblioteca silenciosa de los seres queridos que no están. La vida es frágil y dentro de unos años, cuando alguien consulte este archivo numérico el elenco oscilante del Cabaret será cosa del pasado. “Les mort gouvernent les vivants” escribió Auguste Comte y en la literatura pasamos buena parte de la vida leyendo la obra de espectros. Rondando el episodio Youtube, Oscar Brando me escribió que Ignacio Bajter había dictado una conferencia formidable sobre la poesía de Berenguer en el marco de la catedra Alicia Goyena. Había pues el mandato orientado de invocar la obra de muertos queridos; la conferencia citada sin soporte real, los cien años de Amanda y los recuerdos personales fueron el tríptico inicial. Las fuerzas se complotaron luego alineando más planetas en la luna pulida del telescopio. Jean Phillipe Barnabé escribió un artículo metódico y cariñoso sobre José Pedro Díaz donde evocaba sus visitas a la calle Mangaripé; leyéndolo reapareció la película que yo también viví en esa casa hace más de treinta años. Desde New York, Ignacio se entusiasmó con el invite y en un tiempo breve -duplicando su escritura a lo cinta de Moebius- envió un ensayo esclarecedor sobre aspectos visuales, cósmicos y domésticos de Amanda. Yo tenía a mano para consultar la obra de Berenguer “Constelación del navío” del año 2002, una cuidada y afectuosa edición de Carlos Reherman, con Advertencia de Amid Hamed que fue en otra vida alumno de literatura en el liceo 14 cuando comenzaba mis prácticas docentes.

Con otros de los aquí implicados fuimos tardíos en conocer aquel tiempo removedor de la creación uruguaya. Amanda formaba parte de la mitología urbana colectiva cuyo rumores nos hacía buscar la literatura cuando jóvenes: la generación del 45 con la fuerza nueva de agrupar y el necesario proceso dispersivo latente. Entre todos ellos -veinticinco abriles que no volverán- fue Amanda la vidente que trocó el ubi sunt de los programas en angustia temprana con nombre propio apenas iniciada la salvaje primavera amistosa.  Lo escribió en el poema Viaje de El río de 1952, siendo advertencia premonitoria para quienes intentamos redactar otras memorias de ultratumba.

¿Recuerdan, amigos?, nos diremos,
y no estaremos más para escucharnos
y tendremos ya algunos, hace tiempo,
deshechas en las sombras las entrañas.

Nos movemos cerca los vivos con los muertos y orbitando difuso entre nosotros, existe el purgatorio donde aguardan las voces de quienes tuvieron la edad que tenemos quienes ahora escuchamos. Amanda y José Pedro tienen para mi algo de esa precaria inmortalidad: dialogamos los sábados al mediodía de fuegos de San Telmo, la comedia humana y alguna explicación falsa de los cuentos, éramos cuatro a veces cenando en Rufino, llegué tarde para editar en La Galatea y a tiempo para subir poemas de ella -mientras cruzamos la noche más larga o corta según el hemisferio- a la inmaterialidad de la nube internet. Hay en la maniobra algo de eléctrico y órfico, Amanda olió los fúnebres ramos mientras los otros escanciaban la ambrosía prometida, su obra pareciera afectada de anomalía óptica; como si tardíamente -hablo por mí- viéramos recién en su esplendor una gran nova estallando hace millones de versos luz. Enseñando que lo que permanece es el signo y prosigue ardiendo el misterio de poemas extensos – tradición de Zona, Cuatro Cuartetos, Cantos Pisanos, el Cementerio Marino del precursor Paul Valéry- respiraciones del cotidiano siguiendo la aventura humana más allá del sistema solar. Amanda Berenguer concretó una alquimia desafiante cuando, en la plaza Virgilio de Montevideo captó la señal galáctica y remitió en retorno -probando la vitalidad fractal de la poesía uruguaya- frecuencias de palabras destinadas a dioses exilados y a quienes seguimos agitándonos en la fugaz escala terrestre:

“¿Dónde estaremos cuando no respondan
ni el trueno, ni la lluvia ni las olas?”

VIII) Enero 2022, aviso a los navegantes. El Cabaret Literario La Coquette dispone de una nueva entrada pantalla identificada como Librería Las Nubes, sección virtual en recuerdo de las librerías de Montevideo que conocía al dedillo hace medio siglo: Hugo el librero de Losada, los Maestro de la Feria del Libro, Marcelina & hermano de Tarino, Napoli metonimia de la calle Tristán Narvaja, América Latina que daba crédito a los del IPA, el manco de Mosca guardián de las colecciones BAC, Monteverde en 25 de Mayo con piso de madera. Sin olvidar la librería a cielo abierto los domingos en la feria colonizando la cortada de Cerro Largo, Linardi y Risso donde hallé la primera edición de “El pozo” y publiqué “Siete partidas” (1998), la librería Colonial de Washington Pereyra puesto que allí trabajé una temporada inolvidable. Salvo raras excepciones esa configuración grata de maderas, novedades y saldos para estudiantes, parece cosa del pasado en todos los rincones del Planeta; acaso nos consuele la estanterías infinita de las Bibliotecas fantásticas y algunas aventuras recientes como A puro Verso en el edificio de la Óptica Pablo Ferrando.

La librería se llama Las Nubes y se localiza en algún lugar de la nube internet, dicen los inspiradores que quisiera tener teatralidad aristofánica, traza desquiciada criolla de la novela de Juan José Saer y la levedad melancólica del toque Django Reinhardt. Allí se dará entrada a libros -novelas, cuentos y poesía- que se editaron alguna vez y que parece que no por el silencio crítico, porque así es la vida como enseñaron en el cine argentino Enrique Muiño, Arturo García Buhr y Sabina Olmos. Habrá también proyectos inéditos, puede que impacientes o lúcidos habida cuenta del panorama editorial y saltearán la etapa inflamable del soporte papel sabiendo que todo relato arde a Fahrenheit 451. Mi tío César Emilio era un buscavidas sin demasiado suerte; cuando abrió la parrillada en Avenida Millán -una sociedad efímera que terminó en desastre industrial a las brasas- la primera noche invitó a familiares, amigos y allí estuvimos con Griselda y Juan Pablo. Una librería tiene algo parecido, más todavía cuando se viene de encender la fogata si bien son otros los cortes la carne y achuras que se disponen en el asador.

El primer título emplazado en la mesa de entrada fue escrito por el amigo Jorge Musto a comienzos del siglo XXI; este mes coexisten en carambola a tres bandas contenidos de La Coquette activando la dialéctica etaria de la literatura uruguaya. En el dispositivo escénico tenemos al viejo zorro autor de “El pasajero”, el joven escritor de “Oso de trapo” que renovó dispositivos narrativos y la performance fragmentada de Leonor Courtoisie: alguien le dijo que podía hacer cosas que no existen y lo intenta. Musto sabe del asunto del que escribe en una novela que podemos designar de ambiente teatral montevideano y estuvo ahí metiendo mano en el corazón del reactor; lo mismo sabe de la militancia en años verdes y otros exilios con escala venezolana. Si acaso hiciera falta alegar sobre la pertinencia del texto, basta con citar una escena fundadora: año 1959 de inundaciones del río Uruguay y revolución cubana, cuando Danubio bajó a la B… El círculo de tiza caucasiano de Bertolt Brecht, puesta en escena de Atahualpa con cincuenta comediantes, diez años de la institución El Galpón, sala de Mercedes antes de 18 de julio y la sala del cine Grand Palace y actuando Adela Gleijer, Juan Manuel Tenuta, Juan Gentile, Villanueva Cosse, Sara Larocca… Ese Uruguay que fue se divisa difuso entre brumas desde la platea tóxica del presente, otros lo observan desde el paraíso con las alas del deseo y los pocos testigos entre bambalinas comentan en voz baja que cualquiera tiempo fue mejor. Como se trata de teatro y memoria Musto utiliza la máscara de una periodista australiana, para salir a escena debió armonizar tragedia con comedia que es lo más complicado y ante la persistencia ilusoria de la cuarta pared montó una intriga literario complotista verosímil; valorando en pasajes muy logrados lo sucedido una noche en las almenas de Elsinor, momentos graves de diálogo con espectros y monólogos sobre las penas volvedoras.

IX) Febrero, por el rodar irónico del azar, impuso un par de aclaraciones a considerar fuera de la cadencia habitual de entregas mensuales y dentro de la cartografía del sitio. Una es la visita del primer escritor extraterritorial Oriental de expresión en lengua castellana, alguien que el mes pasado sin ir más lejos, publicó una estupenda biografía del responsable de la primera gramática de nuestra lengua- editada en agosto de 1492- el erudito Elio Antonio de Nebrija. El autor del ensayo es José Antonio Millán y el libro se titula “Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad” (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2022).

A José Antonio lo consulté hace más de dos años sobre el andamiaje técnico de La Coquette y dijo que acaso su hijo era el hombre de la situación; desde entonces -noviembre de 2019- venimos trabajando con Bruno mes a mes actualizando el sitio. Hacia las navidades últimas, supe que José Antonio presentía estar presente en el proyecto del Cabaret literario; ello nos dejó entusiasmados, dimos algunas vueltas buscando la buena fórmula y así se concreta su primera incursión en La Coquette. Lo busqué al inicio sobre esto de Internet porque él vislumbró esa galaxia de universos posibles antes que todos; quizá su proyecto juvenil psicodélico de analizar la métrica latina por ordenador fue el punto de partida, anunciando la exploración de nuevos paradigmas del joven poeta, que transita de avatares elegíacos de Rilke a un mundo Matrix de inteligencia artificial. Cuando todo parece arrastrado el destino del microprocesador, José Antonio regresa a los orígenes de la lengua, el arte de la traducción, el elogio de la poesía y -en el texto inédito que incluimos- relata los señuelos ante los cuales un lingüista de formación, errante entre signos y señales de la postmodernidad, siente el llamado del endecasílabo; después de todo ¿acaso los androides no sueñan con ovejas eléctricas?

Como bien sabemos, en ciertos asuntos lo inicial es lo afectivo y luego recién adviene la retórica, en cierto momento debíamos abrir una claraboya en la literatura uruguaya buscando la luz de otros cielos. José Antonio parecía el elegido ideal, era lo otro pero en lo mismo; cada vez que nos cruzamos marcamos almuerzos allá donde sea, con preferencia en torno a los arroces y siempre en el recuerdo del tercer comensal de la tradición, que era Juan José Saer, bajo las arcadas del restaurante Es Trull de Cadaqués. Luego, por cierta condición de coetáneos temporales (soy unos años mayor que José Antonio, tampoco demasiados) era tener una luna en la sociedad española -un primo conjetural más que un doble romántico- a la que sublimamos en lo espiritual para salir del cerco militar, buscando un destape de energías creativas al estilo virreinato del río de la Plata. Ahí están para probarlo el premio Planeta de Antonio Larreta con “Volavérunt” (1980), el exilio melancólico de Juan Carlos Onetti, el pasaje por playas catalanas de Eduardo Galeano, donde dicen que escribió la trilogía “Las memorias del fuego”, la apoteosis popular de Mario Benedetti, que comprobé personalmente en las jornadas Uruguay Literario en Casa de América, Madrid 1996 -veinticinco años que no volverán…-, el premio Lengua de Trapo 2001 de Hugo Burel, con “El guerrero del crepúsculo” y la instalación en Barcelona -desde 1972- de Cristina Peri Rossi, que cincuenta años después -el abril próximo- dirá su discurso recibiendo el premio Cervantes. En el repique dialéctico, alcanza con recordar la recepción en Uruguay del cine de Almodóvar, episodios de “Pepe Carvalho” en versión Eusebio Poncela, “Los gozos y las sombras”, recitales de Juan Manuel Serrat: de vez en cuando la vida nos besa en la boca y a colores se despliega como un atlas… Alguna vez los uruguayos entonamos “La puerta de Alcalá” con Ana Belén y Víctor Manuel, nos enamoramos escuchando “Gavilán o paloma”: más cerca en el tiempo, seguimos a Luis Suárez la temporada anterior en la plantilla del Atlético, incursión prodigiosa coronada con aquel gol pícaro el 22 de mayo de 2021 que sentenció la Liga.

***

La vida de algunos poetas tiene algo del Romancero que nos enseñaban en secundaria -en mi caso el Liceo 14 de 8 de Octubre y Propios: Alicia Conforte y Alejandro Paternain- por aquello del comienzo abrupto y final trunco. Después nos correspondió a los del IPA enseñarlo a nuestros alumnos en liceos de los barrios de ciudades uruguayas. Dicté mis primeras horas en el liceo de El Sauce; allá marchaba siendo de noche todavía en ómnibus marrones que partían de la vieja terminal de Dante y Mercedes. Recuerdo al Conde Arnaldos a la caza con falcón la mañana de San Juan, el marinero en la galera, el secreto del canto y el misterio que se sabía en el siglo XV: “-Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va.” ¿Recuerdan todavía de la educación literaria al enamorado y la muerte?: “-Vamos, el enamorado / que la hora ya está cumplida.” La muerte vino a buscar a Alfredo Fressia hace algunas semanas en tierra de Mario de Andrade, Vinicius de Moraes y Ney Matogrosso, entre colores de Cándido Portinari, Di Cavalcanti u otro pintor con reminiscencias toscanas, en la lengua heterónima de Fernando Pessoa. Ignoro si fue en su querida rua Aurora, pero sí falleció en São Paulo – a ciudad não pode parar- donde se instaló en 1976. El texto que presentamos en la Librería Las Nubes -la versión integral de “Frontera móvil”- se transfiguró en pocos días con la muerte de Alfredo.

Gracias a su editor Gustavo Wojciechowski pude leer “Sobre roca resbaladiza” del 2020, libro de ensayos que fue aviso y advertencia desde la galera paulista: memorias de ultratumba, confesión exenta de pecado, poética íntima y testamento de recuerdos infantiles. Al leer las pruebas de “Última Thule”, poemario que está en prensa, hallamos una meditación en verso cerrando el circulo de la vida y que engarza con su primer libro del año 73

Lee en los huesos
del esqueleto azul
tu enigma antiguo,

Fressia había muerto y lo leí viéndolo niño en la calle Marsella del barrio del Reducto montevideano, con sus amigos Jorge Cuinat y Juan Introini que fueron luego mis amigos. Percibí las sombras apresuradas de compañeros del IPA de cuando entonces, la rareza colonial de la plaza Zabala en la ciudad vieja cerca del puerto y el puente Mirabeau de Paul Celan, de Luca Ghérasim, de Guillaume Apollinaire y de Alfredo Fressia. Vista a la distancia su aventura certifica la teoría de los dos cuerpos del rey; como lo dijo Mercedes Ramírez, hay un Alfredo caminando en la ciudad paulista, comprando cigarrillos Galaxy, yendo a los cines del barrio, captando historias mínimas -a lo telenovela Rede Globo- de vendedoras de zapaterías, muchachos tenebrosos deambulando en terminales y porque: “Deus é un cara gozador, adora brincadeira”. Después está el poeta luchando tras sus horas contra el guerrero insaciable del cotidiano; bien pronto habrá otro inquilino en el estudio de la rua Aurora, pero quienes lo cruzamos alguna vez, seguimos oyendo su voz diciendo secretos del quien conmigo va: “Por lo pronto, y efectivamente, en mi experiencia de poeta, cada poema fue siempre un resultado imperfecto, siempre mejorable, casi siempre “retocable”. Tal vez más que frustración, lo que sentí siempre fue la humildad de admitir que mi poema era la sombra, la imagen imperfecta de lo que yo hubiera querido escribir, traer al mundo, dar a conocer.”

X) Abril 2022. El mes de abril se asocia a los versos de T. S. Eliot, la canción “April in Paris” de 1933 en la versión de Charlie Parker, el día de San Jorge (Dragón, rosas en Barcelona y libros en el mundo) y los muchachos de antes no usaban gomina. Los planetas, signos y constelaciones abril en este año están alineados: el Cabaret Literario La Coquette inicia su tercer y último año de programación; pero lo maravilloso hoy mismo -viernes 22- sucede en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, en torno a la ceremonia de atribución del premio Cervantes a la escritora uruguaya. Con el profesor Néstor Sanguinetti, pensamos hace meses en presentar algunos poemas de Cristina Peri Rossi y nunca supusimos el año pasado esta simultaneidad que todo lo transfigura. Las últimas semanas -como si fuera poco- vimos en la computadora imágenes de “El filmador”, el filme sutil y emotivo de Aldo Garay que recupera y recrea tomas espectrales de José Pedro Díaz. Chisporrotearon de inmediato “Los fuegos de San Telmo” en los mástiles de la memoria; ahí estaba Amanda Berenguer entre nieve invernal europea y “Las nubes magallánicas”, José Bergamín con cincuenta y cinco tras las “Fronteras infernales de la poesía”. Estas semanas leímos que Peri Rossi recordaba al profesor Francisco Anglés y Bovet de cuando era alumna del IPA y al rumano Eugenio Coseriu que se instaló en Uruguay en 1951. Sanguinetti nacido en Tacuarembó -pago de Washington Benavides, Víctor Cunha y Dani Umpi- también es egresado del Instituto; con ese efecto dominó o calesita del Parque Rodó literario, se reavivó el cortejo de imágenes de nuestros años de formación en el IPA, álbum íntimo del Ubi Sunt, el mixing memory and desire tan propio del mes de abril. Luego hay un engarce de fechas -felices y de las otras: ¿las peleas que perdí? que se acuerden los que ganaron, decía un entrenador de box del L’ Avenir- formando la serie numérica arcana que teje la trama de la literatura uruguaya desde sus orígenes. Cuando José Pedro filmaba París, Cristina hurgaba entre las novelas del tío comunista, mientras con mis compañeros generacionales preparábamos el concurso de ingreso al IPA (donde por primera vez estaba en el programa Felisberto Hernández a iniciativa de José Pedro Díaz) el jovencísimo Álvaro Ojeda, además de escuchar Creedence Clearwater Revival, vivía su Amarcord en el barrio Brazo Oriental y narrado en su libro “El último desnudo de Olga Zubarry”. Siempre hay una última proyección y bajada de telón definitiva para escenas fundadoras de la infancia uruguaya, en tanto alguien en algún lugar comienza a preparar las cámaras de la noche americana que se nos viene: “Como toda estructura creada por el hombre, el Londres pervive porque de alguna manera sólida fue deseado. Ahora flota -como San Petersburgo, como Roma, como El Cario- ajeno a su origen, pero fiel a sí mismo en su deriva.”

J.C.M

Octubre 2021

CARTA BREVE PARA UN LARGO ADIÓS

Esta breve misiva es el último texto redactado dentro del proyecto Cabaret Literario La Coquette, se cumplen este marzo los treinta y seis meses del contrato fijados para tramar el sitio web. En la imaginería visual venida de lejos, Shiva Nataraja epiloga su última danza: algo transitorio con movimiento epiloga y principia otro ciclo buscando sus propios avatares.

En el comienzo fue la reacción tardía ante obstáculos comunes para reeditar cuentos del pasado; a ello se sumó la curiosidad de explorar tecnologías improbables cuando comenzamos a escribir ficción. Micro conductores y satélites que son el cotidiano (teléfono celular, escáner del hígado, video game Assassin’s Creed) de cualquier lector de objetos de papel o enganchado a pantallas diversas. Con el paso de los trimestres, aquellos designios preparatorios se alteraron moldeando un artilugio textual conclusivo; fue atinado fijar un tiempo de depósito a plazo fijo de tres años y desde el primer asiento en el libro Mayor, se filtraron aperturas a universos alternativos. La cadencia autogenerada, hizo que el sitio emulara una revista mensual del siglo pasado saliendo 36 días 23 de cada mes sin interrupciones. Fue estimulante por metódico precisar en los protocolos del 2020 objetivos contables cumplidos en su casi totalidad; se disiparon trabas de distancia entre escritores, conectando asociados heterodoxos, formando una ilusión en palimpsesto verosímil, perfilando otra versión literaria uruguaya, parcial sin ser arbitraria, despojada de intenciones canónicas y con sentido llano de hospitalidad, sin olvidar adeudos contraídas con maestros de la juventud.

Fue Cabaret el afiche por la tradición libertina, bohemia, nocturna, sensual, abierta al espectáculo vario, con la sola exigencia de rastrear la sorpresa. Función rotativa de renovación dinámica con banda de audio, escenario iluminado para mostrar números viniendo de horizontes diversos y feérico circular, donde actúan seres vivos, magos marginales, voces olvidadas, y espectros familiares. La Coquette, pues así se designa a Montevideo en Les chants de Maldoror de Isidore Ducasse, que es una de las fuentes tóxicas de nuestra literatura y la modernidad. Con ese espíritu de redes, circulando en un universo Matrix con caballo de Troya viral de computadoras y sistemas, fue decisivo el apoyo técnico de Bruno Millán Narotzky, sinólogo, traductor, informático, músico y escritor que cada mes, desde Barcelona, subía contenidos, diseñaba programas y enviaba la invitación al aquelarre.

Más que dar cuenta de actividades mediáticas que fueron pocas en el trienio, las entregas facilitaron una mirada en el espejo retrovisor, retomar la reescritura de las fallas que piden zurcido invisible o remasterizar cintas del pasado. El club de los narradores permitió releer y corregir errores, retocar personajes, ajustar la configuración estructural final de buena cantidad de cuentos. En Los ríos ficticios se recuperaron novelas breves, las más extensas vivieron su fase de folletín por entregas como en el siglo XIX y se avanzaron capítulos sueltos de novelas anotadas en la lista de espera. El astillero activó tres proyectos de crítica sobre Kafka, Felisberto Hernández e Isidore Ducasse, siendo de esas iniciativas que no hallan soporte papel en la ciudad letrada. Los Ensayos críticos le dieron otra oportunidad al material redactado en ocasión de coloquios universitarios y mesas redondas. La sección Notas, apostillas y anexos son comentarios al vuelo sobre cada entrega por separado; fusión del origen argumental, condiciones minimalistas de producción, fuentes más furtivas del relato de marras, comentando en voz baja el álbum de fotos guardado en el altillo. Hay dos secciones que existen gracias a los otros, amigos antiguos y recientes, autores que conectamos por mail e invitados lejanos al karaoke del Cabaret, agentes dobles de escritura en colaboración, espías que respondieron con generosidad que agradezco treinta y seis veces en esta retirada. La sección Librería Las Nubes recién se activó en el último año y fue una editorial virtual que llegó a publicar ocho títulos, donde se asocian reediciones de libros atrincherados en archivos o saldados en librerías de viejo; inéditos de los que tiene cada narrador en las carpetas. Con el amigo Jorge Musto fue que se inició la sección Los Visitantes, metonimias de novelas, originales mecanografiados, trípticos de cuentos, micro ficciones, partes de dietarios, selección de poemas, ensayos en concordancia feliz reuniendo unos cincuenta nombres.

El proyecto fue previo a la pandemia, marchó a tientas los primeros tiempos con angustia mundializada, dentro del cotidiano esquizoide de ciencia ficción; avanzó luego enmascarado con el retorno de tanques rusos y alemanes guerreando en Ucrania, esa extrañeza de que la calesita de Historias -la nuestra escrita por Eduardo Gilberto Perret, el Hermano Damasceno y la Universal de Cesare Cantù- sigue girando. Mientras el dios Shiva escucha concentrado la música cósmica que adviene, La Coquette insistirá en la red por algún tiempo. Va siendo hora de tentar otra tirada del Tarot, leer despacio entre arcanos dispuestos al azar; por si hay escrita allá arriba otra maravilla a la espera, sin que podamos borrar el nombre secreto del último embarcadero.

J.C.M.

Marzo 2023